Juan Pablo Villalobos nos regaló un mundo extraño en Fiesta en
la madriguera (http://literaturaexperienciaviva.blogspot.com/2013/10/villalobos-nos-invita-la-madriguera.html)
y su segundo texto demostró su capacidad narrativa y de presentar personas
arrancados de la realidad en situaciones inesperadas.
Si viviéramos en un lugar normal (2012, Anagrama) presenta
la historia de una familia que vive pobre pero honradamente en un lugar casi
olvidado de Jalisco… hasta que unos adinerados pretenden despojarla de su
terreno, y con ello de su casa y su imaginación.
Entre “mentadas de madre” y unas ricas quesadillas, el
protagonista se presenta entre disculpas y perdone usted, para dar pie a una
historia divertida y a la vez aleccionadora sobre qué sucede en nuestro México.
La familia de numerosos hijos y una obsesión por la cultura griega
–comenzando por supuesto por los nombres de los hijos: Aristóteles, Orestes,
Arquíloco, Calímaco, Electra, Cástor y Pólux, es encabezada por un profesor que
vitupera contra el gobierno y en ello, invierte su amplio vocabulario de
insultos, mientras la sumisa madre hace milagros con el escaso ingreso para
preparar suficientes quesadillas para todos, platillo que termina siendo una representación
del hambre y la escasez.
En la novela, además de presentar interesantes diálogos y
descripciones necesarias para entender el espacio, los personajes tienen que
moverse de un lugar a otro, y en esa odisea pierden a los gemelos imaginarios…
así, entre lo fantástico y lo irónico, para representar esa ola de
desaparecidos que atacan a muchas familias en el país.
La ironía y la tragicomedia se mezclan para hablar de la
migración de lo rural a lo urbano, la miseria a la que se enfrentan las
personas por su falta de preparación o su ignorancia, de tal manera que pedir
en la calle es una solución ante la falta de trabajo.
El robo, la denuncia, la huida, la búsqueda de aventuras y
de oportunidades, reafirman esta especie de odisea donde Aristóteles, el
protagonista, se encuentra personajes que le hacen ver su suerte, y también,
como sucede en la vida, quienes le echan la mano para que le vaya mejor.
Lo cierto es que a sus 16 años, el protagonista vivirá lo
suficiente para saber dónde quiere estar, qué quiere comer y, tal vez, qué
desea para su futuro. Su familia y su vivienda no son “normales”, y seguramente
nada a su alrededor. ¿No será así en todas las casas y las familias?
Una buena novela, de ritmo ágil y situaciones
divertidas-críticas, para disfrutar una forma diferente de narrar y conocer a
una voz interesante en la literatura mexicana.
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