lunes, 26 de septiembre de 2022

The New York Trilogy: el más puro estilo de Paul Auster

Escritas con pocos años diferencia, el volumen The New York Trilogy (Faber and Faber, 2011) de Paul Auster, compila las novelas cortas City of glass, Ghosts y The locked room. En ellas, la ciudad se convierte en un personaje más, evoluciona según la época y se comporta según sus habitantes. 

En torno a un crimen y su investigación, las novelas plantean personajes únicos, como los rincones de NY. Con un ritmo ágil y abundantes diálogos, las novelas van presentando personajes singulares e historias que fluyen entre lo inverosímil y aquello que a cualquiera la puede pasar. 


En la primera, City of glass (1985), el alter ego perfecto -que en realidad es el autor-, 

recibe una misteriosa llamada… y eso detonará un cambio en su vida.


La historia sigue a Daniel Quinn, un escritor de novelas de misterio que recibe una llamada telefónica equivocada destinada a un detective privado llamado Paul Auster. Intrigado por la confusión, Quinn decide asumir la identidad de Auster y aceptar el caso. El cliente, un hombre llamado Peter Stillman, le encarga protegerlo de su padre, quien supuestamente quiere hacerle daño.


En la segunda: Ghosts (1987) la trama sigue a un detective llamado Blue, quien es contratado para vigilar a un hombre llamado Black. Su tarea consiste en observar sus movimientos y reportar cualquier actividad sospechosa. 


A lo largo de su vigilancia, Blue se va adentrando en una serie de cuestionamientos sobre su propia identidad y el significado de su labor. Aunque al principio parece un caso sencillo, la historia se va complicando a medida que Blue se obsesiona con Black, creando una paradoja entre el observador y el observado.


El límite llega cuando decide contactarlo… y empieza el juego… porque él también sabe que está siendo vigilado, una especie de matrioshka que lleva al límite la situación. 


The locked room (1990) que cierra la trilogía, presenta como un relato dentro de un relato, en el que el protagonista –un escritor anónimo -recibe los manuscritos de Fanshawe tras su desaparición, y se ve obligado a terminar su trabajo mientras lucha con la identidad y los secretos de su amigo. 


A medida que profundiza en la vida de Fanshawe, el narrador descubre que la relación entre ellos es más compleja de lo que parecía inicialmente, y que la desaparición de Fanshawe está vinculada a una serie de eventos inquietantes. Decide entonces asumir el papel, llegando al extremo de ver a la viuda, ser parte de la historia, vivirla también.


Los tres textos, a ritmo moderado, con diálogos precisos, personajes redondos que están arrancados de la realidad y frente a momentos extraordinarios, representa el estilo de Paul Auster, y retrata en diferentes épocas, esa urbe que vive con nombre propio, esa manzana de la cual todos quieren una mordida. 


Para conocer al autor y vivir un poco de Nueva York, excelente tríptico. 

 

viernes, 16 de septiembre de 2022

La luna invisible me desviste: la poesía desde el alma

Lucía Monserrat Carrión González presenta una antología poética que se construye desde el alma para buscar la expresión de lo más profundo del ser. La luna invisible me desviste (2022, Editorial Font)

Divida en dos partes (Introspección y La luna invisible me desviste) presenta un lenguaje claro,
desprovisto de grandes figuras literarias o palabras rebuscadas, lo sencillo se convierte simplemente en la expresión de un sentir, un vivir transparente.

Un leitmotiv en esta antología es el proceso de escritura. Creación o liberación, es una expresión que busca sentido… “Si cada día escribiera un poema / que recorriera tu cabeza para caer en tu pecho… / ¿cuántas hojas entregarías a tu alma?” (Carrión, 17)

La palabra -como sustantivo o como sus partes, fonema, gramema- se convierten en otra presencia constante en los poemas: “Si tuviera que leerte, / este mundo interior donde paso horas, (…) que entra como un viento que resopla fonemas / y brotan estas palabras que navegan / entre agua y nubes a plena luz del día.” (Carrión, 20) Más adelante dice “No busco en las palabras un sueño, / uso la palabra para sanarme las heridas” (Carrión, 55)

La combinación de la palabra y las imágenes que crea se configuran entre las líneas: “(…) el rostro se tiñe de carmesí, / los ojos brillas, / los labios se humectan, / la piel rejuvenece, / para ti la luz / y la palabra encendida.” (Carrión, 72)

El fuego, el aire, la respiración, elementos que se van repitiendo para construir imágenes vivas de un sentir cotidiano: “como una mano extendida que no tiene rostro, / como una palabra anónima / que me abraza hasta quedarme dormida.” (Carrión, 25) De nuevo dice “(…) Paso mis dedos / entre imágenes ficticias, / voz sin eco, / poses y fisonomías. / Catálogo de utopías / que comparto hoy, para expresar mi vida.” (Carrión 36)

“Hay un momento en la noche, / donde te espero. / Te espero como si fuese una tarea titánica verte (…) El mundo se detiene, / en pocas palabras, / necesito sentirme.” (Carrión, 31) Otra cuestión interesante en la poesía de Carrión es esa delgada línea entre el otro y el propio, el renacimiento de una necesidad de amar o de abrazar, pero a la vez, de recuperarse a sí mismo, de saber el valor propio.

La mujer es otra imagen que aparece constante entre los versos. Como objeto, como deseo, como admiración, una visión única y admirable. “Mujer meditabunda, / terca de arrojo y sosiego, / abriguémonos en el silencio, / conscientes de la brevedad y lo eterno.” (Carrión 56) Más adelante “Algunas veces me encantaría enamorarme / y no darme cuenta, / será como una gran amiga / a la que cuentas tu historia” (Carrión, 77)

El espacio, el vacío, el arte, la presencia, la ausencia, otros temas que a un ritmo único se van hilando entre los versos. “Te amo hasta el infinito, / con un amor tan vasto / que deja un vacío / parecido al universo.” (Carrión, 80)

El juego de palabras se convierte en un juego de sentimientos: “Aparece con una coma, / luego con un punto y coma, / después con la indiferencia / y al final con la separación.” (Carrión, 75)

Y la escritura, como proceso liberador, se desvanece en las palabras: “Mi cuerpo se agita / al escribir algo que aún no veo / está grabado en la memoria (…)” (Carrión, 95)

El cuerpo, otro leitmotiv de la antología, se materializa en una parte, casi imperceptible del deseo. “Desee sentirte / y conocer la forma / en que tocan tus manos.” (Carrión, 83)

Una antología honesta que permite conocer la expresión del alma, la vivencia del amor, el deseo y el infinito. Conocer una autora contemporánea y ver cómo “La luna invisible me desviste, / me besa lento, / intenso, / como si quisiera abrazar mi alma, / un beso curativo… / pero el cuerpo no alcanza, / vibro, / me estremezco.” (Carrión, 82)