Con el clásico estilo de José Saramago, un narrador omnisciente que nos presenta lo inhóspito: la muerte decide no ejercer su poder y la gente puede vivir.
Así arranca Las intermitencias de la muere (Debolsillo, 2005) la fábula donde en un país sin nombre sus ciudadanos se dan cuenta que nadie muere, y eso acarrea una serie de situaciones importantes: la mafia, la policía, los médicos, incluso las personas comunes no saben qué hacer ahora… todos están perdiendo.Poco a poco se va construyendo la fábula contemporánea: qué es la muerte, que nos motiva a vivir qué nos permite seguir adelante, quién gana y quién no ante la muerte.
Los negocios, los recursos, incluso la vida cotidiana se vuelve completa… qué nos hace ser humanos se convierte en la reflexión principal.
El amor, la esperanza, el dolor, la ausencia, todo se comienza a cuestionarse, cosas que se consideran necesarias quedan en duda. Incluso el valor de incertidumbre que alimenta lo cotidiano queda en duda.
Completando el particular estilo de poca puntuación, abundancias de comas, diálogos precisos, personas bosquejados, la fábula moderna de Saramago nos invita a una lectura donde “las esperanzas tienen ese destino que cumplir, nacer unas de otras” (243)
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