Estamos ante una novela que en lo personal disfruté
y me motivó a seguir leyendo: una historia directa, honesta y llena de
emotividades propias del corazón.
Con esto no me refiero a que estamos ante un bestseller
de fácil lectura. Por el contrario, nos lleva a ejercer nuestro oficio de
lectores, nos motiva a investigar, a preguntarnos ¿dónde está lo histórico?
¿dónde la ficción? ¿cómo estos personajes multidimensionales nos invitan a
conocer más de política, de poesía, de compromiso, de solidaridad, de amor? Y
en ello, como uno de sus personajes, buscar respuestas a la vuelta de la página.
En el ahora lejano 2010 escribí, durante mis
estudios de la Maestría en Estudios Humanísticos, un texto que llamé “Voces del
cabrito: a la búsqueda de una nueva novela”.
En aquel texto arranco diciendo que “Monterrey ha
sido conocida nacionalmente como un foco de desarrollo industrial. El clima y
las condiciones geográficas han hecho de esta tierra un reto para quienes aman
el trabajo y el esfuerzo diario. En los últimos años, la tierra del cabrito y
la carne asada ha sido sede de eventos culturales, como el Fórum de las
Culturas 2007. Esta efervescencia invita a reflexionar: ¿qué producción
literaria existe en el [Monterrey de las Montañas, tú que estás
a par del río] citando al
universal Alfonso Reyes? Definitivamente, se debe releer a este autor, pero es
tiempo de olvidarnos de las antologías y las reediciones para adentrarnos en la
nueva narrativa.”
Y creo que no estamos lejos de esa anécdota. Ahora
tenemos la anunciada inversión de la industria automovilística en TESLA, las
diversas tecnológicas en un área cercana al aeropuerto, edificios de oficinas y
viviendas que florecen como girasoles en verano.
Retomando mi texto de hace una docena de años, hablo
de autores conocidos como Ricardo Elizondo Elizondo, David Toscana, Hugo
Valdés, Patricia Laurent, entre otros… y paralelo a esto, complemento: “hay un
esfuerzo por el Fondo de Cultura Económica del Estado de Nuevo León o bien de
editoriales independientes por hacer de este desierto un oasis literario.”
Continuo la cita: “Pero ¿qué va caracterizando a la
literatura de esta región? Hay novelas, cuentos, ensayos, poesía e incluso
teatro. Es decir, hay proliferación de autores, pero la difusión –o la
mercadotécnica deberíamos señalar– no ha sido suficientemente efectiva para
lograr el reconocimiento de los mismos. Menos hoy, donde el libro es un
producto dirigido a un mercado determinado, y debe lograr el mejor desempeño de
ventas y desplazarse a otras ediciones e inclusive vendiendo sus derechos para
adaptación al cine y otros medios audiovisuales.”
A todo esto, casi no podemos creer que ha pasado un
docena años de este momento… y es que en ese entonces María de Alva publicó “A
través de la ventana” (https://literaturaexperienciaviva.blogspot.com/2010/12/voces-del-cabrito-la-busqueda-de-una.htm) que retrata una odisea familiar (de su ascendencia materna) y su contacto con
la gran literatura que la lleva por un camino opuesto a la narrativa actual
netamente comercial.
Su estilo, que me atrevo a decir queda marcado en esa
novela, está inspirado en lo latinoamericano –polifonía narrativa, saltos
temporales, estructura circular-dinámica –. Cierro la anécdota de mi texto
indicando que “A través de la ventana” es realmente una ventana a una nueva voz
narrativa en la tierra del cabrito: propone releer a los nuevos clásicos
latinoamericanos, para catapultarlos con una inquietud narrativa, casi
familiar, casi propia, y proponerlos a los lectores un esfuerzo, el
involucramiento total entre narrador-texto-lector. En otras palabras, el libro
es la casa y nosotros vemos a través de sus ventanas.
Siendo su cuarta novela, “Un corazón extraviado” de María de Alva (Harper
Collins, 2022) construye, como vasos comunicantes, la historia del poeta
español Pedro Garfias quien vive en la España de la guerra civil y se exilia en
México, mientras se presenta un hilo narrativo denominado “Corazones”, la
historia de un personaje femenino con dextrocardia, afección en la cual el
corazón está apuntando hacia el lado derecho del tórax, cuando normalmente apunta
hacia el lado izquierdo.
En medio de estas grandes narraciones leemos los
segmentos denominados “Observaciones que a nadie le importan”, “Fantasmas” y
“El mar”. Las primeras pueden pasar por divertidas, pero en realidad son un
ejercicio narrativo donde se busca un diálogo con el lector para hacernos
información, preguntas, inquietudes y reflexiones entre la historia y la
ficción.
“Fantasmas” nos permite leer esa meticulosa investigación
de la narradora hace para reconstruir la figura histórica de Pedro Garfias.
Mientras que “El mar…” para qué les explico, mejor les comparto: “En las noches
escucharás el mar acodado en la balaustrada. ¿Qué te dirá, Pedro? ¿Dónde te
llevará? Un susurro se levantará desde las olas, respirarás su aire salado. (…)
Acaso será el mar tuyo en ese viaje sin final que no reconocerás como propio.
Un viaje sin retorno a Ítaca. No volverás más. Morirás en tierra extranjera.” (De
Alva, 69)
“El mar” entonces es el acercamiento a una prosa
lírica, que deja entrever esa carga poética que ha dado motor a la novela.
¿Qué temas encontramos en “un corazón extraviado”?
El exilio, la búsqueda del ser, el amor, la poesía, la política. Incluso la
pasión, el matrimonio, el compromiso, la solidaridad, los benefactores, los
mecenas, incluso, la piedad y la pena.
Tomando el tema más obvio, el exilio, nos dice
Phillipp Ollé-Laprune en la presentación del libro “Figuras del exilio”, que el
exilio y la literatura “guardan una relación estrecha, como si el momento
creativo en que el escritor debe aislarse del mundo para entrar en un
paréntesis íntimo, resonara con la misma intensidad que las impresiones que
habitan en el exiliado”.
El exilio es una fuente casi inagotable para la
literatura. Contrarrestar el sentir del autor y la visión que puede representar
su patria “perdida”, realizar una introspección en la creatividad para
denunciar la situación política que obliga a sus propios ciudadanos a salir de
sus fronteras, o bien reconstruir el pasado casi idílico de una nación, son
variantes comunes a este tema. En la actualidad, se puede señalar, se
consideran diversos exilios tales como el económico, el cultural y el político.
De esta manera, en la novela conocemos a Pedro
Garfias y varios de los poetas de la Generación del 27: el apasionamiento y el
activismo político llevó al asesinato de varias de sus figuras -como se reseña
la más famosa, la de Federico García Lorca- y la salida por todos los medios
posibles de autores que marcarán la historia literaria española.
Nos narra De Alva en uno de los segmentos de “Fantasmas”:
“Eran jóvenes, no había guerra, el mundo les pertenecía. Después sino el
derrumbe y todo se dispersó. Unos aquí, otros allá. Entonces fue el silencio,
la nada, una existencia anodina.”(De Alva, 114-115)
Quiero citar ahora a Sergio Ramírez, quien escribió
en el 2004 un texto denominado “El viejo arte de mentir”, como parte de la
Cátedra Alfonso Reyes del Tecnológico de Monterrey. Ramírez dice: “La novela
representa una larga travesía hacia un puerto impreciso.”
Así nuestro héroe -o tal vez antihéroe- nos presenta
un viaje intercontinental, para perderse a sí mismo lejos de lo que ha llamado
hogar. Mientras tanto conocemos sus defectos: el alcohol, la pobreza, la falta
de personalidad, amores frustrados.
Ramírez dice en el texto: “Existe una tendencia
contemporánea de agregar fotografías a las novelas (…) en los que no es posible
distinguir entre el relato autobiográfico, la historia real, la información
periodística y la ficción; y las imágenes, que nunca son gratuitas, pasan a ser
parte del todo narrativo.”
“Un corazón extraviado” es un buen ejemplo de lo
anterior. Calles, edificios, momentos clave, España o México, no importa, lo
cierto es que una fotografía de la Generación del 27 podría ser igual de
valiosa que el barco del exilio, la Librería Cosmos, o el Himno de la sexta
división. Los invito a ver este testimonio fotográfico que nos llevará -citando
a Ricardo Elizondo- a ver el polvo de aquellos lodos.
María fue periodista, y entre las líneas podemos
notar su estilo. Ramírez menciona “El papel del novelista, que elige aquí
narrar en primera persona, es similar al del periodista que acumula datos,
fruto de la observación directa.” Y más adelante señala: “el escritor puede
decidir la forma de un discurso imparcial, en el que no compromete su punto de
vista, y nos ofrecerá toda la información disponible, certificando como
verdadera aquella sobre la cual hay constancias suficientes, y desechando
otras, porque están respaldadas muy débilmente.”
Los ingredientes de “El mar” y “Las observaciones que
a nadie le importan” complementan estas narraciones, mientras “Fantasmas” -donde
las figuras del pasado dan forma a esa investigación que permite reconstruir la
figura de Pedro Garfias- nos brindan ese soporte de investigación que permite
unir la narradora-personaje con el producto de su investigación. Y es que eso
hacemos, leer no solo la investigación sino los informes médicos. Ambos
aderezados con fotografías y dibujos.
Ramírez nos dice que “El escritor necesita ofrecer
pruebas de lo que cuenta, para que le crean, y el más viejo de los recursos
para lograrlo es demostrando que “estuvo allí”, donde ocurrieron los hechos.”
Así tenemos en “Un corazón extraviado” una
narradora-personaje que busca al autor en las calles, los espacios, los
rincones regiomontanos que proyecten la presencia del poeta español. Y qué
mayor testigo que esa investigación que leemos, mientras conocer su corazón a
la derecha y aferrarse a vivir.
Sin temor a equivocarme, María es “fan” de Mario
Vargas Llosa. Por lo que veo en sus lecturas, por sus recursos literarios. En
el ensayo “Literatura y política: las coordinadas de la escritura de Mario
Vargas Llosa” de Raymond L. Williams (también en el marco de la Cátedra Alfonso
Reyes del Tecnológico de Monterrey), éste último menciona “porque en la novela,
la cantidad, el número es un ingrediente de la calidad. Y es así porque la
novela es historia, es tiempo discurriendo”. Esto sucede en “Un corazón
extraviado”, donde se reconstruye el surgimiento, el exilio y la opaca vida de
Pedro Garfias, mientras conocemos esta historia de una narradora personaje que
reconstruye su condición cardìaca mientras se enfrenta a una operación que
podría significar todo en ella.
Williams comenta en otro fragmento “Ninguna novela
podría contar todo lo que ocurre dentro de una historia; siempre hay saltos,
intervalos que son eliminados en la narración por obvios, por innecesarios, o
que son sustituidos para crear una expectativa, una ambigüedad respecto de
aquello que se está contando; eso es tratamiento del tiempo o, mejor dicho,
creación del tiempo”.
Esto busca hacer la novela. Recrearnos el tiempo de
Pedro Garfias, el tiempo de la narradora-personaje (que me atrevo a decir no
tiene nombre en el texto), y la atemporalidad del mar. Poco a poco va cerrando
los ciclos: qué fue de la familia, de la esposa, de los amigos escritores, de
los mecenas y, sobre todo, de los exiliados dispersos por Iberoamérica.
El poeta, a fin de cuentas, es el pretexto para narrar
la historia entre España y México, no solo una humanización de la Generación
del 27 -con sus anécdotas sobre fiestas, alcohol, amoríos- sino la vida entre
Garfias y su esposa, siempre con una visión objetiva que provoca una posición
del lector; aunque quien narra no lo proponga.
Nos enfrentamos entonces a la Historia con H
mayúscula que es la España de la Guerra Civil e inicio del Franquismo, así como
la recepción en México de millares de españoles que migraron a tierras aztecas.
Mientras María de Alva nos presenta la historia, con minúscula los temas
privados de los poetas de la generación del 27 y, claro, un enfoque en Pedro
Garfias; mientras narra la historia personal de la condición cardiaca, algo tan
íntimo como el primero amor o el sentir durante el embarazo. Es el juego de la
historia pública y las historias privadas.
Escribe De Alva: “Mar, mar, ¿cómo fue que perdimos
la patria? ¿Cómo es que perdimos las Españas? (…) En este camino de aguas no
hay gloria. Será el camino de la pérdida. (…) Dicen que no hay sacrifico
posible, que no hay consuelo, que en el destierro solo se encuentran los que
perdieron.” (De Alva, 69-70) El exilio no solo físico sino sentimental.
Luego de esta revisión más realista, quiero hablar
lo incierto, de las reflexiones, de preguntas que podrían quedarse sin
contestar.
La narradora-personaje quiere saber el por qué de su
enfermedad, de sus reflexiones y las conjeturas que van surgiendo durante su
investigación en el ático de la Librería Cosmos.
De Alva escribe en uno de los segmentos de “Fantasmas”:
“De las posibilidades de la ausencia de Garfias en la foto del Homenaje a
Góngora: 1. Asistió al evento pero no estuvo presente durante la sesión
fotográfica por estar haciendo algún pendiente o quedarse dormido o porque
estaba borracho. 2. Pedro Garfias estaba en el baño con una indisposición
porque le cayó mal la comida. 3. Sí estaba en la sesión fotográfica, pero se
hizo a un lado modestamente, o bien ayudó al fotógrafo a tomar la imagen (…)”
(De Alva, 115) Este recurso de lo impreciso obliga a ese ejercicio lector: por
qué lo deja abierto… mejor que sea concretada; pero no es la intensión.
Ramírez en su ensayo nos dice: “Hay tema y
obsesiones particulares que asumen posiciones permanentes, aunque diversas,
entro de los materiales que informan el corpus narrativo del escritor:
recuerdos de la infancia y juventud, experiencias personales, visiones,
convicciones, rechazos.” María de Alva así lo recuerda: las historias
familiares, su participación en la narrativa, la búsqueda de una novela total. Su
historia privada, para presenta la Historia.
En otro fragmento de “Fantasmas”, De Alva escribe:
“Es posible que si en España han escuchado sobre Pedro Garfias haya sido
gracias a Víctor Manuel. La anécdota es cómo este supo de Garfias y decidido
musicalizar su poema Asturias se debe a una feliz coincidencia atada a todo eso
que pasó durante el exilio entre españoles y mexicanos, porque cuando supo del
poema aún se vivían en España los estertores finales del franquismo.” (De Alva,
151)
Más adelante, señala en uno de los fragmentos de “Observaciones
que a nadie le importan” lo siguiente: “El diario Sur de Málaga publica en 2001
un artículo titulado: “Pedro Garfias: un olvidado de la generación del 27”. En
2017 El País publica otro más que dice en la cabeza: “Garfias, un olvidado del
27.” El ABC de Sevilla en 2017 titula otro texto: “una exposición recuerda a
Pedro Garfias, ‘el poeta olvidado de la generación del 27´”. ¿Si se repite el
olvido se acaba por recordar?”. (De Alva, 259)
Lo que parece concreto queda abierto, y eso es otro
ejercicio que como lectores debemos hacer.
Una tercera aproximación a la novela es a través de
los recursos literarios: vasos comunicantes, lenguaje. En el citado texto sobre
Mario Vargas Llosa, el autor peruano define: “¿Qué son los vasos comunicantes?
Una técnica que consiste en narrar creando una unidad con episodios que ocurren
en tiempo o espacios diferentes, pero que tienen algún tipo de denominador
común que no hace írrita o incompatible esta fusión.”
Pedro Garfias y la narradora-personaje se fusionan
con el corazón. Uno es como un vaso roto, tiene el corazón roto, exiliado; el
otro vaso, la narradora con una condición especial de salud. Estas son las dos
grandes ideas que dialogan a lo largo de la novela.
Y esta condición, es un ejemplo pleno de narración
hacia lo personal. De Alva escribe en un fragmento de “Corazones” una especie
de leitmotiv: “Durante mi embarazo tuve temor de que mi hija naciera con
dextrocardia. Le pedí al doctor poner atención a eso, que por favor me dijera.
(…) No necesité más. Me llevé a casa la imagen del corazón perfecto de mi bebé.
Tendría una hija con un corazón normal.” (De Alva, 223)
Mario Vargas Llosa: “Un novelista tiene una
solidaridad íntima con los personajes que ha creado, a los que ha fabricado
poco a poco, pieza por pieza.”. Este texto recrea, a mi parecer, esta
solidaridad. ¿Qué tanto acercamiento hay hacia un personaje escurridizo de la
historia? Intrínsecamente vinculado a una sociedad, a un territorio, que lo
deja en el olvido y luego lo rescata.
Y no solo la solidaridad, sino esa especie de leitmotiv
que presenta De Alva en “Corazones”: “Lo que transcurre durante el embarazo en
una mujer es de una soledad absoluta; no se puede compartir. Cambia, crece, se
expande, a veces duele o cansa. El asilamiento permanece.” (De Alva, 223)
Por otra parte, Williams en su texto sobre Vargas
Llosa dice “Sólo la buena literatura enseña a dominar el lenguaje”. Y qué mejor
que los segmentos de “El mar” para una prosa poética donde se demuestra el
dominio de éste.
Cito dos ejemplos:
1- “La pérdida es como una baraja de naipes en forma
de torre que cae de pronto. Pero la verdadera pérdida, la que cuenta, la que te
deja indefenso al borde del abismo, se parece a esas cuerdas de henequén de las
haciendas del sureste de México: poco a poco van perdiendo sus hilos en el
desgaste diario.” (De Alva, 11)
2. “Este mar sin final es solo huida. Lágrimas
saladas sobre este océano que nos persigue. Vivir, sobrevivir.” (De Alva, 69)
Quiero cerrar con dos últimas ideas.
Retomando a Mario Vargas Llosa, en el citado ensayo
dice: “Una novela total es una aspiración más que una realidad, porque nadie
podrá jamás escribir una novela que totalice la experiencia humana. Pero las
que más se acercan a ese ideal imposible de la totalidad son las grandes
novelas.”
La recreación histórica, las evidencias médicas, las
fotografías, las canciones -cómo olvidar Asturias, si yo pudiera…” todo esto se
conjuga para que “Un corazón extraviado” busque ser una novela total. Por ello,
leerla es un reto, no solo porque nos obliga a conocer esa Historia (con H
mayúscula) para entender las múltiples historias privadas (así con minúscula)
mientras vamos del exilio a la búsqueda, del compromiso a la supervivencia, de
la reflexión a la lección.
Y otra idea, que estamos ante una autora que, si
bien busca una literatura que nos obliga a ser buenos lectores, con una visión
de lo humano que quedará plasmada en la esta cita del fragmento “Corazones”:
“Escribo porque quiero dejar de tener miedo del latido de mi corazón, navegando
solitario en ese mar del cuerpo, perdido a la derecha del pecho. Escribo porque
reconozco la sensación del extravío, ese ahogo entre la noche que no te deja
dormir mientras escuchas un tren pasar. Escribo por la ansiedad de sabernos
solos.” (De Alva, 224)
Pero no estamos solos, somos muchos lectores -y los
que faltan- que ayudarán a encontrar este corazón extraviado.
Pd. Mientras se lee, María de Alva nos invita a escuchar el playlist en Spotify
(https://open.spotify.com/playlist/6rztFhXIuPZmyFa6qKVcEy?si=cv3TMi7ZRrClyJIVC3_6QQ&pi=qtkHZ5j4TK2gy)