lunes, 5 de agosto de 2013

Esperando, esperando y esperando ¿llegó Godot?



Hablar de teatro es hablar de experiencias. Hablar de teatro también es hablar de crítica social. Hablar de Samuel Beckett en Esperando a Godot (1952) es hablar de experiencias y de crítica social. 

Una obra poco lógica –de hecho, se pude decir que pertenece al Teatro del absurdo– plantea a dos personajes peculiares: Vladimir y Estragon, que en medio de algún lugar no definido esperan a Godot. Mientras esperan, realizan una revisión de la sociedad a su alrededor, tocan temas en apariencia sin importancia, y ven el paso de las horas sin saber exactamente cuánto tiempo ha pasado, y a veces ni qué están haciendo ahí.

Dividida en dos actos, con un lenguaje soez y violento, somos testigos de diálogos encarnizados por la sombre de un árbol, un sin sentido de por qué esperan lo que esperan y, en especial, del maltrato al que podemos llegar hacia nuestros semejantes.

En su espera, conocemos a Pozzo y Lucky, amo y siervo, que van representando al todopoderoso y humillador, mientras el sirviente y humillado demuestran los límites de la tolerancia y la violencia.

Con diversas adaptaciones en sus mas de 60 años de vida, la obra combina a estos 4 personajes, una escaza escenografía y recursos visuales, para centrarse en el vacío de la vida humana, el tedio y la espera sin sentido que puede representar la modernidad.

Los personajes se enfrentan a golpes, se gritas, se lastiman, mientras esperan a Godot, siguen esperando a Godot, y seguirán esperando…

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