sábado, 31 de diciembre de 2011

Inventar ciudades: la inocencia y la maduración

María Luisa Puga (1944-2004) nos regala en Inventar ciudades (1997) una historia de maduración, crecimiento e inocencia a través de Lorenza, una niña de 5 años, huérfana y que va a vivir con unos amigos de su madre.

Lorenza va vivir de esta forma del Distrito Federal a la casa de Carlos y Licha, ambos divorciados y con familia, que por azares del destino se fueron a vivir a la provincia, a una ciudad pequeña donde éste trabaja como constructor y ella como instructora en un taller de creación literaria.

De esta forma, Lorenza se enfrenta al cambio de familia, a lo desconocido de una casa que debe reconocer como propia, a nuevos padres que ven la forma en forma diferente, a nuevos amigos que la ven como una extraña por su forma de hablar o de vestir.

A través de tres sentidos -la vista, el tacto, el oído- hay una voz narrativa que se pone en el lugar de Lorenza, para mostrarnos las profundas diferencias que existen en los seres humanos, desde su forma de hablar hasta las cuestiones sociales y económicas que son difíciles de explicar.

Pero esta voz infantil tiene un toque fantástico: puede hablar con su padre -su madre lo hace ocasionalmente- y ver en Esteban, un viejo árbol cerca de la casa de Licha y Carlo, a un amigo con el cual compartir sus vivencias. Fabián, un niño de carne y hueso, será su guía en este choque cultural, y la especia de Pepe Grillo que sin saberlo le hará ver aquello que su corta edad no entiende.

Para hablar con su madre, Lorenza decide escribir un diario. Y el narrador nos permite ver esa escritura llena de faltas ortográficas y sintácticas, que en realidad es la forma en la que Lorenza habla con su madre: reflexiones, preguntas, aprendizajes. Todo es nuevo, y todo la hace madurar.

Además, Licha escribe su propia vida en unos cuadernos ordenados cronológicamente, con la esperanza de escribir y publicar algo. Carlos también escribe su vida, con la firme idea de que su experiencia por la vida sirva a otros.

En esta especia de escritura para decir aquello que la voz no puede, los lectores somos parte de Lorenza, de su forma de vivir, de sus ganas de entender un mundo complejo.

Una novela que combina los tres sentidos, los tres personajes y una forma muy valiosa de re-aprender lo valioso de la voz de los niños.

Dos historias paralelas: hormigas, deseo y muerte

El La noche de las hormigas (1997) de Aline Petterson, convergen 2 historias: en la época contemporánea, un hombre es asaltado y herido en un parque; mientras tanto Ifigenia emprender el viaje a conocer a su marido, héreo de la Grecia clásica al que no conoce.

Alfonso es el detonador de la historia al ser herido en el asalto, paradójicamente médico reconocido, el hombre tendrá que enfrentar su propia muerte, a medida que recuerda a su esposa, sus hijos, sus amigos, sus amantes, y a la sosobra de saberse herido mortalmente.

Ifigenia, personaje trágico que originalmente muere virgen, tiene en este relato la oportunidad de conocer a su futuro esposo. Acompañado de su madre y su hermano viaja hacia tierras lejanas para entregarse.

Alfonso recuerda cómo fue obteniendo victorias médicas, a medida que conoce a su esposa y poco a poco, los reconocimientos profesionales aminoran los deseos familiares. La ruptura llega y conoce a Elisa.

Ifigenia, sin saberlo, en sus sueño siente el deseo, el hambre, la necesidad de entregarse sin límites a la persona que será su esposo, su dueño. En ningún momento duda, solamente sabe que debe tener todos sus sentidos abiertos.

Alfonso y Elisa hacen una pareja con dos décadas de diferencia, que la experiencia de uno se equilibra con el deseo de otro. Elisa, por su parte, es una especie de reencarnación de Penélope, pues teje grandes tapetes como adorno.

Ifigenia va deseando el tálamo, y el miedo se combina con el placer desmedido.

Con un lenguaje refinado y ágil, Petterson da voz a las reflexiones de Alfonso, y calor al deseo de Ifigenia. Las historias se van cruzando, vamos conociendo poco a poco a los personajes, obligándonos a conocer su profunda humanidad. Los miedos, los anhelos, las glorias, las esperanzas, todo se combina en este texto breve pero significativo.

Mientras tanto...

Alfonso va acariciando la muerte. Y el deseo de escribir una historia sin límites temporales.

Ifigenia, quiere cumplir su destino. Alfonso, no.

Hacia la unidad latinoamericana... un ensayo, un sueño

Jorge Volpi nos regala en El insomnio de Bolívar: cuatro consideraciones intempestivas sobre América Latina en el siglo XXI (2010), una visión desmitificadora sobre la realidad de América Latina.



Y digo desmitificadora, porque retoma el planteamiento de Simón Bolívar en Cartas de Jamaica sobre la propues de una unidad del territorio conquistado por España, que en busca de su independencia, pretende negar su relación con "La Madre Patria" para terminar enfrascados en la fragilidad ideológica de América. No la América que visionaron las antiguas 13 colonias inglesas, ni la unificación política-económica-social-cultural del Virreinato de la Nueva España al Virreinato del Río de la Plata, tampoco aquello que el español o la religión podían ofrecer, ni hablar de las cultural prehispánicas casi aniquiladas. La unidad que revisa Volpi es, precisamente, encontrar que en realidad no existe una unión más allá del papel o de las buenas intenciones de organismos internacionales.



Paso a paso, Volpi revisa luchas ideológicas y económicas frente a Europa y Estados Unidos, hablando de la fortaleza en papel de las Constituciones, mientras se habla de una apertura desmedida a la explotación de los recursos naturales por parte de las potencias mundiales.



Hace un repaso de los líderes actuales que tenemos, desde aquellos que pretenden fortalecer la democracia con sus decisiones dictatoriales, hasta los estados débiles que se pelean por una franja de tierra ignorado las necesidades básicas de sus habitantes; ni hablar de la corrupción en los organismos políticos e incluso, en la fragilidad ideológica de partidos y gobernantes.

Esta obra, ganadora del segundo Premio Debate Casa de las Américas 2010, incluye cuatro capítulos-ensayos, donde uno de ellos pregunta ¿qué es un autor latinoamericano? Comenzando por el origen intandigle de esa palabra "lationamérica", se concluye que no hay un estilo, una escuela, una forma única de escritura; lo que sí, historia en los textos de ficción y periodísticos, que buscan repurarse así mismos en la amalgama cultura donde se desarrollan.



Pareciera, dice el texto, que no hay algo que unifique a los autores, pero en el fondo, tampoco culturalmente hay muchas cosas que logren la unidad bolivariana. No importan los discusos ni los decretos, los pactos o las buenas intenciones. Eso sí, dueños de una necesidad de "re-encontrar" aquello que los españoles derribaron hace 5 siglos, y que a la vez, nos dio, precisamente, esa unidad ficcional.


Un ensayo que vale la pena leer, para invitar después a releer y a criticar en forma más objetiva. Al cabo, no nos debe quitar el sueño, pero sí invitarnos a pensar.