sábado, 21 de febrero de 2015

Compartiendo noticias: Podemos resonar a través de las emociones que despierta la lectura: Guadalupe Nettel



Como parte de las actividades de la Cátedra Alfonso Reyes, la escritora mexicana tuvo una charla con alumnos del Tecnológico de Monterrey en Monterrey, en la que la pretendida transmisión de emociones de los libros hacia cada lector, llega a ser un conector universal.

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La literatura es única porque puede conectar a las personas a través de las emociones que provoca la narración de un relato, sin importar de que se trate la historia, destacó la escritora mexicana Guadalupe Nettel en la charla que tuvo con alumnos y profesores del Tecnológico de Monterrey, el 19 de febrero.

“La literatura nos puede estar contando la historia de un niño en la India que mendiga en las calles de Calcuta, y sin embargo puede hacer que nos podamos identificar con él, porque logra transmitir las emociones que nosotros mismos somos capaces de sentir”, mencionó en la conferencia organizada por la Cátedra Alfonso Reyes.

La autora de libros como “El cuerpo en que nací” y “El huésped” añadió que en su literatura es personal, ya que solo así puede lograr transmitir sus emociones a través de los libros, algo fundamental para que el lector se sienta identificado.

“Aunque mi novela tenga que ver con una época que no fue la misma para ustedes, con unos padres que quizá eran diferentes a los suyos o una historia que no tiene nada que ver, podemos resonar a través de las emociones si el autor tiene la apertura de contar desde el fondo de las entrañas, y el lector recibir con la misma apertura”, comentó.

Al finalizar la plática llevada a cabo en la Sala Mayor de Rectoría del Campus Monterrey la ganadora del Premio Herralde por la novela “Después del invierno” convivió con los alumnos y firmó libros.

Sobre Guadalupe Nettel

Escritora mexicana. Es doctora en Ciencias del Lenguaje por la EHESS de París. Ha publicado cuatro libros de cuentos: “Juegos de artificio” (1993), “Les Jours fossiles” (2003), “Pétalos y otras historias incómodas” (2008) y “El matrimonio de los peces rojos” (2013), y las novelas “El huésped” (finalista del Premio Herralde 2005) y “El cuerpo en que nací” (2011) y “Después del invierno” (Premio Herralde 2014).

Obtuvo el Premio Nacional de Cuento Gilberto Owen, el Prix Radio France International para países no francófonos, el Premio Antonin Artaud, el Premio Anna Seghers y el Premio Internacional Ribera de Duero. Colabora regularmente con diversas revistas literarias de España, Francia, Canadá y América Latina.


Referencia
ACADEMIA. CULTURA. AGENCIA INFORMATIVA DEL TECNOLÓGICO DE MONTERREY. LUIS MARIO GARCÍA. 20.02.2015

viernes, 6 de febrero de 2015

Rosario Tijeras: el límite de lo cotidiano

Motivado por el Premio Alfaguara 2014, El mundo de afuera  (http://literaturaexperienciaviva.blogspot.mx/2015/01/el-mundo-de-afuera-la-realidad-y-la.html) decidí leer más de Jorge Franco. Al poco tiempo llegó a mis manos la novela que lo hizo famoso más allá de las fronteras colombianas: Rosario Tijeras (2004) 

En una portentosa edición de pasta dura, separador de tela e impecable versión de 10 años, me enfrenté a uno de los textos más comentados, adaptados e inspiradores de los últimos años.
Y es que estamos ante una novela con un ritmo acelerado: una protagonista, un narrador-personaje, un personaje masculino que conforma el triángulo amoroso, una serie de personajes secundarios singulares, la Colombia de la década de 1980 como un personaje más. 

Medellín, la violencia va tomando las calles, las casas, los rincones de la vida cotidiana. Opciones hay pocas: morir o unirse, saber moverse entre el crimen organizado, aspirar a ser como los de arriba. 

La novela maneja un lenguaje claro, plagado de un caló, diálogos abundantes, y una profunda reflexión del narrador-personaje que no adentran a este mundo de violencia, amor, traición y drogas. Pero bueno parte de los temas son descritos a lo mínimo e implícitos, lo que convierte el texto en un ejercicio literario y no en una absurda descripción amarillista. 

La estructura también sobresale: inicia en un hospital, una mujer herida de bala –de tantas que atiende el área de emergencias- y en narrador-personaje, esa especie de objeto de deseo, romántico-maricón que presenta a la protagonista: Rosario… nadie sabe a ciencia cierta su apellido, pero se le conoce como Tijeras.

Esta mujer, además de guapa e inteligente, proviene de esa clase social destinada a la muerte, pero que sabe con quién relacionarse, cuándo estar dispuesta y cuándo no, y en especial, sabe cuándo jalar el gatillo.

Su fama le antecede: en los barrios bajos se le respeta, y en los altos se le acepta. Casi todos: la novela nos habla de ese contraste entre ricos y pobres, todos iguales a la hora del piquete.

Lo cotidiano, en esta novela que ha cumplido 11 años, parece surreal y más vigente cada día: violencia familiar, armas, pandillas, adoración de la muerte, pero a la vez el mundo de los ricos, el alcohol, las fiestas... y entre ellos, la aspiración por un auto, por un viaje, por tener a la mejor mujer. 

Con esos cambios del hospital a los flashbacks de los personajes, Rosario Tijeras se convierte en una novela del narcotráfico, pero también en una afanada denuncia social de falta de oportunidad y corrupción, de un grupo de personas que busca reinventarse y acabar con el otro, antes de que lo acaben a uno. 

Aquí la violencia física es prácticamente sugerida, pero los diálogos son tan vivos que te adentra en una violencia psicológica total, tal vez, más peligrosa que la anterior. 

Franco, considero, hace un excelente balance entre una historia verosímil y una narración literaria (una historia de narcotráfico, de amistas, de amor, de fraternidad, de una ciudad desgarrada desde su interior), siempre con un manejo de personajes y de situaciones que obliga a reflexionar, a pensar, a releer fragmentos.

Sin ser un hecho real, esta obra de ficción maneja muchos elementos de la realidad que la hacen especial, y además con un ritmo que invita continuar leyendo y a conocer qué más puede cortar el filo de esas tijeras…

miércoles, 4 de febrero de 2015

Lo incierto y el secreto: La cresta de Ilión



Toda novela de Cristina Rivera Garza es un reto para el lector. Intelectual, literario, conceptual. En una novela corta el reto es mayor: la autora trasgrede los límites de lo cierto para adentrarse en los secretos humanos y en las vicisitudes de su sentir. 

En La cresta de Ilión (2002) se presenta un médico que radica en una geografía lejana –arriba de una cresta- y trabaja en un hospital psiquiátrico buscando hacer un bien para la sociedad. De pronto llega a su casa una mujer y poco después otra versión de la mujer. La razón y la locura se combinan para presentar un aparente triángulo amoroso, un misterioso paciente y la búsqueda de la propia identidad.

En una especie de Orlando moderno, el protagonista pierde su identidad, se enfrenta a la locura y busca entender a los personajes femeninos desdoblados, mientras su propia reflexión se encamina hacia lo incierto. 

Con capítulos cortos, diálogos envolventes, manejo del secreto y una serie de reflexiones, la autora nos adentra en los límites de lo real y de lo fantástico, de la locura y la razón. En medio, un manejo del espacio interesante: el hospital, el mar, los caminos, cada uno va cobrando singular importancia. “Uno necesita el mar pare esto: para dejar de creer en la realidad. Para hacerse preguntas imposibles. Para no saber. Para dejar de saber. Para embriagarse de olor. Para cerrar los ojos. Para dejar de creer en la realidad.” (88)

Precisamente los capítulos cortos obligan a un ejercicio del lector: tiene que buscar pistas entre los diálogos, entre las situaciones o entre las reflexiones, para tratar de descubir –como un narrador omnisciente- lo limitado que el persona –y nosotros como lectores- estamos ante qué es lo real y qué está imaginando el protagonista. 

Y de pronto se da valor a situaciones tan insignificantes como mirar por la ventana o disfrutar el mar. Hay incluso un valioso fragmento donde el narrador-protagonista dice: “No se pueden hacer muchas cosas sobre la cama de un hospital. Es posible: 1. Ver el techo en todo detalle, con extrema minuciosidad. (…) 29. Recibir, un buen día, el documento que certifica el bues estado de salud propio.” (146-148) 

Este capítulo lúdico, aparentemente absurdo, invita precisamente a adentrarse en los límites de la cordura y subir por la cresta. 

Un final inesperado, una lectura que obliga a la relectura, una excelente novela de Cristina Rivera Garza.