domingo, 15 de agosto de 2010

Realidad y ficción, actores y personajes

Luigi Pirandello, italiano, se adelantó a su época y escribió un drama con tintes de comedia que revolución el teatro, y con ello el juego de la ficción y la realidad. Su obra cumbre fue Seis personajes en busca de autor (1921, 1925), drama en un acto (con tres partes) con una cantidad significativa de personajes y actores que realizan un mordaz diálogo.

Todo comienza cuando un director y sus actores de preparan para poner una comedia, y aquí empieza la crítica: ninguno de ellos considerar que ahora hay mayor calidad en los textos, por el contrario, las comedias son banales; no se han escrito dramas que valgan la pena representar, mucho menos comedias.

A medida que cada quien toma su lugar en el escenario y el director comienza a dar instrucciones de luces, escenografías y, por supuesto, actuación, un grupo irrumpe en el teatro y toma posesión del cuadro, prácticamente en forma literal.

Aquí comienza la fusión de la ficción y la realidad: Son seis personajes, que una vez dibujados por su autor, éste los abandona a su suerte, y resulta que éstos quieren dejar de ser trazos para realizar su drama total.

La incredulidad de director y actores se hace notar, y los personajes comienzan a representar su vivencia: Para ellos, lo que les sucede no es una mentira, es la vida en su más pura expresión; han sido creados para el drama, pero un drama que no puede ser directamente ejecutado.

Comienza así el convencimiento de mostrar su "drama" y logran "enganchar" al director, quien escucha el planteamiento de la historia (algo así como el argumento básico) y permite que los personajes muestren lo que tienen. Pero, de pronto, el director le pida a un escribano capturar lo más posible, ante la franca molestia de los personajes. El director le hace un señalamiento total: Aquí no actúan los personajes, lo hacen los autores.

Con un tono irónico, diálogos sencillos pero impactantes, y un ritmo que raya en lo delirante, Pirandello va presentando su drama-comedia, tratando de explicar de qué está hecho un personaje, y qué sucede cuando la realidad se hace ficción, y viceversa.

Un final inesperado dará los tintes de drama, mientras actores han captado todos los movimientos de los personajes para adaptarse y hacer aún más real esa ficción a la que se enfrentan.

domingo, 8 de agosto de 2010

El hambre en todos sus sentidos

Tradicionalmente las novelas sobre guerra plantean las carencias materiales y los límites inhumanos que se viven entre balas y detonaciones. Por otra parte, las de música plantean las grandes pasiones que suelen despertarse cuando se armonizan las notas. Ahora Le Clézio reúne estos dos tópicos para dar un nuevo giro a la guerra y a la música.

En La música del hambre (2009) el autor Jean-Marie Gustave Le Clézio presenta el París de la década de 1930 hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial. Entre sus jardínes y calles, los personajes de la novela ven cómo poco a poco su mundo se metamorfea hasta desparecer. Esta analogía se vive en el proyecto de la Casa de Malva, una estructura soñada por un viejo burgués, que da paso a un edificio de departamentos, para después desvanecerse como lo hace la sociedad parisina ante la ocupación nazi.

El texto se centra en la familia Brun, donde los padres Alenxandre y Justine, con el viejo tío-abuelo Samuel viven acomodadamente después de migrar de Mauricio, antigua colonia francesa de África Oriental. Entre ellos el vínculo es Ethel, una niña que vivirá rodeada de lujos, tertulias de nobles que discuten de todos los temas populares y la esperanza de encontrar una amiga.

Mientras escucha sobre inversiones, fantásticos tesoros, fiestas vespertinas y planes irrealizables, Ethel conocerá a otra exiliada: Xenia. Ella salió de Rusia ante la entrada de los Rojos, y su vida cambió por completo, pasó de vivir de banquetes y paseos por los jardines del Zar, a coser ropa ajena y tener solo lo necesario para vivir.

Como un predecesor de sus desgracias, la amistad con Xenia le hará descubrir el verdadero valor de la amistad y del amor, para después desparecerse entre las calles de París, tal como la fortuna de su padre y la herencia del viejo Samuel. Éste es el preludio de lo que sucederá en La ciudad luz y en el resto de Europa.

Durante el texto, además de los rincones urbamos de la capital francesa, exploramos las playas y las relaciones con Inglaterra, para después ver el despertar de una niña a una verdadera mujer de negocios dispuesta a recuperar lo poco que su familia podrá llevar a su propio exhilio a Niza.

Pero, he y aquí la diferencia con otras novelas, la guerra se vuelve como un telón de fondo en tonos oscuros: no se viven los bombamos ingleses o alemanes, tampoco escuchamos la ráfaga de la metralla, pero siempre está presente: en los salones del té de París, en las carreteras, incluso en la vieja playa de la primera pasión, en la ausencia de mercancia en los mercados, en la miseria que rodea a la gente que ha decidido no pactar con el invasor o desconoce cómo trabajar en un mundo cambiante.

En todo el texto, también, la música forma parte de una especie de letimotiv que proyecta la alegría, la tristeza, la miseria, o la esperanza de quienes ejecutan una pieza. Ya sea con una orquesta o con un piano con teclas de marfil, los instrumentos reflejan a su manera cómo la vida se modifica y cómo aquello que brinda satisfacción puede a la vez proyectar frustación.

Así, Ethel va conociendo lo mejor del ser humano, y la presencia del hambre que atacará físicamente a su cuerpo, y mentalmente a ella y a toda su familia. Tendrá hambre de la tranquilidad de su viejo París, de su amante, de su amiga Xenia, y también de un pedazo de pan o de una fruta fresca. Todo se ha desvenido, material y espiritualmente todo se ha vaciado, como su casa, muda testiga de los errores de su padre. ¿Queda esperanza? Ante la destrucción y la desesperanza, sí.

domingo, 1 de agosto de 2010

Un revólver y 16 cuentos más

Mi primer contacto con J. M. Servín fue en Por amor al dólar (2006), donde presenta en forma novelada cómo fue su vivencia como trabajor en los Estados Unidos. Ahí presenta un estilo sobrio, realista, plagado de un lenguaje directo, sin pretenciones ni grandes figuras literarias.


Años después, lo reencuentro en Revólver de ojos amarillos (2010) donde sigue manteniendo su estilo narrativo de fragmentos o viñetas, donde va arrancando pedazos de la realidad para que, a través de un lenguaje nuevamente sobrio y sin pretenciones, nos diga cómo son los sueños, las pesadillas, las ilusiones y, a veces, las tristes realidades que a cada uno de nosotros nos toca.


Esta colección de 16 cuentos, abre con el homónimo, una historia que entremezcla la fantasía y la realidad; lo mismo sucede en otras historias: Los protagonistas no saben si lo que han vivido es cierto y es simplemente una pesadilla.


Mi relato favorito fue Tan amable, educado y limpio, donde Servín hace gala de su "ocurrencia" fantástica: El protagonista tiene un aparante desdoblaje, y su "otro yo" es la pareja ideal para su esposa... e irónicamente, éste lo acepta.


Narrados algunas veces en primera persona y otros en forma de narrador omnisciente, se entremezclan situaciones tan simples como el amor obsesivo, los trabajadores que quieren sacar provecho a su empleador medio alcohólico, los mudos testigos de un camión urbano, los celos entre hermanos, los deseos sexuales ocultos, la venganza y sus límites, la policía corrupta, entre tantas otras situaciones "arrancadas" de lo cotideano.


Otro relato que destaca es La maldición de Caín, donde dos hermanos opuestos -cual figuras bíblicas- se convierten en la representación de la ironía del destino: Uno es chavo banda dispuesto a golpear y matar por la raza; y el otros es uno dedicado al trabajo y al estudio... un quinceaños se convertirá en la maldición de ambos.


En algunos de los relatos, descubrimos una inspiración de la oscuro y misterios de Poe, al enfrentarnos a gatos o elefantes, a diversos seres que pueden estar junto al buró de la recámara o en el refrigerados.


En fin, en los cuentos se redescrubre a un escritor mexicano dispuesto a entretener y dar cátedra de literatura breve.