lunes, 24 de julio de 2017

Una visión del Sur: El viajero de Praga

Desde el Ecuador viene una novela cocinada a fuego lento, como los viajes de inicio del Siglo XX, sobre todo los trasatlánticos.

Javier Vásconez, uno de los grandes autores ecuatorianos presenta una historia donde el tiempo y las historias se entrecruzan para representar un fragmento de la vida del doctor Josef Kronz, médico checo que sale de Praga y termina en el Ecuador.

Esta es la sinopsis de El viajero de Praga (Alfaguara, 1996) capaz de recrear diferentes momentos de la vida del cambio de siglo, donde los avances tecnológicos se combinan con los cambios sociales, la búsqueda de nuevos horizontes, el misterio, el choque cultural…

Un personaje que ha trascendido en la literatura latinoamericana, para quedar como una figura emblemática del choque cultural, el misterio, el enfrentamiento social. Después de una amplia vida en Praga, el doctor Kronz va a Barcelona, y ahí su vida cambia. El amor o el desencuentro, el hastío o la desaventura, sin un motivo aparente decir ir a la lejana América y termina en el Ecuador.

El misterio envuelve el viaje, y en tierras inhóspitas donde nada en claro, el doctor encuentra por un lado la paz, pero en otro, ese choque cultural ante las carencias, la vida nómada, el descuido personal, la corrupción, el trato al nativo, la visualización de la mujer… todo resulta un conflicto no propuesto en esta travesía.

Con diálogos cortos, descripciones precisas, a ritmo lento, esta historia va construyendo situaciones entre los personajes que los llevan a ciertos límites, pero a la vez, dibuja con mínimas pinceladas lo físico, haciendo un interesante ejercicio literario.
Siempre hacia adelante, con algunas visiones del pasado, el doctor Kronz va evolucionando junto con su nueva tierra, donde pasa del anonimato o figura central para combatir enfermedades y terminar siendo un protagonista cuando no lo ha deseado.

Con una tendencia al realismo, conocemos las ciudades y algunos rincones de Praga, Barcelona, y un lugar en el Ecuador que puede ser cualquiera y a la vez, ningún lugar.


Una novela para ir conociendo a uno de los grandes autores ecuatorianos, a medida que disfrutamos en la edición de Alfaguara, de un prólogo de Juan Villoro. 

lunes, 3 de julio de 2017

La invasión: el cuento desde Argentina

Ricardo Piglia es considerado uno de los grandes autores argentinos contemporáneos. Este año dejó este mundo, pero dejó en su haber una variedad de obras que le dejaron el reconocimiento mundial.

En particular, para conocer su obra me aventuré con La invasión (Anagrama, 2006) Esta versión es una reedición de la antología original de 1967 y que, como señala el propio autor en el prólogo, ha hecho una revisión de los textos y, además, agregado algunos publicados en otros medios. El resultado, un excelente ejercicio narrativo que invita a conocer el universo de este autor.

Para algunos la revisión de textos pareciera no natural, y como todo buen escritor, cada vez que se lee se quiere hacer un cambio. Para el autor, al enfrentarse a la reescritura, considera “Una ilusión suplementaria podría hacernos pensar que al reescribir los relatos que concebimos en el pasado podemos volvemos a ser los que fuimos en el momento de escribirlos.” (14)

Con este pensamiento, más que ir al pasado es retomar aquello vivido y expresarlo de nuevo con una visión diferente.

La antología se divide en tres partes; la primera y la última son dos cuentos relativamente largos, y la parte dos, la colección más amplia de textos.

A mi gusto sobresalen:
  • El joyero, un extenso relato donde la Cuba entre la dictadura de Fulgencio Batista y la modernidad propuesta por Castro, enfrenta a que los ricos a dejar preciadas joyas con una persona de confianza… y éste decide guardar todo en una bodega… lo que pasa va más allá de una simple acumulación de pasados…
  • Tarde de amor, historia de dos viejos vecinos que disfrutar mirar a través de una de las paredes del departamento, y en ese voyerismo, su propia vida parece presentarse.
  • Las actas del juicio, que buscan recrear un crimen, o una orden militar de matar. La historia desde la primera persona cubre dimensión singular.
  • Mata-Hari 55, excelente ejercicio narrativo, donde las cintas y los testimonios buscan recrear la vida de un singular personaje.
  • La invasión, cuento significativo entre la ideología y la necesidad del cuerpo, la lucha y lo inesperado en medio de la persecución y la falta de libertad.
  • Mi amigo, singular historia de un pibe que se abre paso en la ciudad, en la selva moderna.
  • La honda, cuento breve, presentado con maestría: unos trabajadores, domingo, un grupo juvenil, una travesura, una honda. Simplemente excelente narración.
  • Desagravio, el abandono amoroso y la ofensa a la bandera combinan la reflexión entre el amor y el civismo, el bombardeo y el asombro. También un magnífico cuento.

Con una variedad de lenguaje que recrea el habla juvenil letrado o del barrio – del combatiente o del civil, diálogos enriquecidos, situaciones interesantes, la combinación de estas historias se convierte en una amalgama de espacios y tiempos, donde cada personaje tiene un conflicto, en apariencia sencillo, que nos obliga a reflexionar sobre nuestra propia historia.

Y el lenguaje, entre lo común y lo poético, se llena de expresión: “La calle vacía, aplastada por el sol, se juntaba con el terraplén, allá lejos” (130), “y la luz cruda del baño parecía aislar los gestos, multiplicarlos en el espejo” (136)

También hace presencia el leitmotiv de literatura y realidad: “No conocía ningún novelista que hubiera matado a nadie. Era raro. Un escritor de novelas que se hubiera convertido en criminal. No había ninguno. ¿No había ninguno? El novelista como asesino. Los suicidas son asesinos tímidos” (178) y deja entrever esa necesidad de reescritura que él mismo ha ejecutado: “Sólo quien lleva un diario puede leer el diario que escriben otros. Tachó la última frase y escribió: Sólo quien lleva un diario puede entender el diario que llevan otros. Leyó la frase y la tachó otra vez y al lado escribió: Sólo quien escribe un diario puede entender el diario que escriben otros.” (178)

Con un ritmo lento pero con final vertiginoso –como todo buen cuento, estos retazos de realidad van con un tono serio, melancólico, a veces fuerte, otras tan simple que uno no detecta la denuncia, se conjugan para recodar el viejo amor, la amistad, el compromiso, la muerte, la dictadura, el futuro incierto, la migración, la añoranza por el pasado, el aferrarse a un ideal… en fin, personaje parece invadir una realidad cercana a medida que se aleja del presente.


Excelente antología para conocer al autor, disfrutar la narrativa argentina contemporánea y a invadir la realidad que quiere alejarse.