miércoles, 28 de enero de 2015

Precipicio portátil para damas: una visión oscura del hombre

En uno de los viajes recientes a Quito pregunté, como obligación que me he marcado, por algún autor ecuatoriano destacado. Me recomendaron a Adolfo Macías Huerta. De su obra, me conseguí Precipicio portátil para damas (2014).

La novela me recordó que todavía tenemos capacidad de asombro. Con un estilo duro en su lenguaje, hacia lo grotesco en su planteamiento, Macías Huerta nos ofrece un personaje tan irracional como contemporáneo: misógino, engreído, inmaduro, estúpido, vulgar, abusivo, alcohólico, imaginativo, sarcástico, y un largo etc.

Desde las primeras líneas se vuelve singular: “Energumenesco e insolente, entre los efluvios del alcohol y una modorra de filósofo dominical, Delfín salió del baño de su madre y abrió la puerta del dormitorio”. (11)

Desde aquí nos enfrentamos a un tipo universitario, que vive con su madre –una prestigiada abogada que lucha por los derechos humanos-, que es bueno para nada y capaz de razonar en las formas más pervertidas y groseras su realidad.

Nos vamos adentrando en su mundo: tiene blog donde plasma sus pensamientos, sin ninguna prudencia o respeto, destruyendo a quien tenga que hacerlo, dividiendo oportunidades entre sus seguidores.

Lo cierto es que este personaje es incapaz de amar –ni a su madre ni a esa mujer que daría todo, absolutamente todo, por ser la musa de este mordaz poeta- y se respetar reglas en la universidad o en casa. Entra sin miramientos al cuarto de su madre, revela secretos y traumas sexuales de sus parejas, enfrenta a un profesor homosexual, se burla de cuanto escritor se tope en su camino, en fin, una persona vacía que camina cada día sin un sentido claro.

Dividida en cuatro partes, plagada de diálogos, intertextos, poemas y canciones, la novela presenta una especie de descenso al infierno del protagonista, hasta que sus propias acciones harán que la venganza sea dulce, imprevista, disfrutada por quien la ejecuta.

Exploramos también el mundo de esta juventud vacía, el deseo de triunfar con hacer un esfuerzo, de vivir “arropado” sin mover un ápice.

En medio de las tribulaciones de la esta generación perdida, hay un toque de novela negra por uno de los casos que atiende la madre, y es lo que prueba la inteligencia del protagonista: allá donde la autoridad corrupta se niega a preguntar, una persona letrada ejerce su observación y su aparentemente razón inverosímil se convierte en una auténtica crítica social.

Una novela densa, con un lenguaje soez, cargada de simbolismos, nos obliga a mirar en lo grotesco, a mirar una realidad que nos negamos a creer que exista, a reflexionar sobre el vació que nuestra moderna sociedad ha creado.

Recomendada, aunque nos lleve al precipicio de nuestra tolerancia…

Un homenaje lleno de amor: El olvido que seremos

Me habían recomendado al autor colombiano de extraño apellido: Héctor Abad Faciolince. Compré dos de sus textos y decidí empezar por El olvido que seremos (2003)

Una decisión completamente acertada: me topé con un estilo lento pero de un lenguaje sencillo. Diálogos adecuados, descripciones necesarias, reflexiones atinadas. Una voz narrativa en primera persona que, poco a poco, deja entrever sus fobias y filias, frente a uno de los seres más grandes  que haya tocado su vida: su padre.

La obra puede dividirse en dos partes. En la primera, está la recuperación del paso infantil y juvenil de un personaje (que el autor le presta la voz a su narrador) frente a 6 hermanas, madre trabajadora y un padre comprometido con su familia, con él en particular al ser el único hijo varón, y con su país: es un médico colombiano dispuesto a modificar las políticas públicas en salud en una época donde hablar de alimentarse bien y de hervir el agua podría ser ejemplo de trabajo subversivo o comunista.

En la segunda, casi en la edad adulta del narrador, se deja a un lado el tinte personal para hablar de un país convulsionante, un médico empeñado en que mejore la sociedad, las amenazas y los grupos paramilitares, incluso, las tribulaciones de un padre reciente y un hijo comprometido. La combinación de ambas resulta en un extraordinario homenaje a la vida, al compromiso, al amor familiar.

Es un texto, con más tintes de narración que de novela, que simplemente se disfruta entre líneas, viendo cómo los personajes van evolucionando para mostrar respeto y cariño, y sobre todo, admiración hacia la labor. Trabajador incansable, aunque sin un peso en la bolsa, siempre estaba dispuesto a apoyar si alguien le pedía. “Hay un único motivo por el que vale la pena perseguir algún dinero: para poder conservar y defender a toda costa la independencia mental, sin que nadie nos pueda someter a un chantaje laboral que nos impida ser lo que somos.” (130)

Y es que el mismo narrador reflexiona sobre el hombre, el padre, el médico, el abuelo, el desinteresado en el dinero, el comprometido con su ideología, y así como cada letra forma una palabra, así cada anécdota va dando el perfil de este singular personaje. “Esa manera de ir hundiendo sonidos, como en un piano, para convertir las ideas en letras y en palabras, me pareció desde el principio –y me sigue pareciendo- una de las magias más extraordinarias del mundo.” (21)
El padre murió muchos años atrás, pero el narrador nos dice que el texto fue madurando lentamente, hasta que decide enfrentar su pasado. “Las imágenes se han perdido. Los años, las palabras, los juegos, las caricias se han borrado, y sin embargo, de repente, repasando el pasado, algo vuelve a iluminarse en la oscura región del olvido.” (144)

Y de esa iluminación logra homenajear de la única manera real que tiene a su alcance: las palabras. “Creo que el único motivo por el que he sido capaz de seguir escribiendo estos años, y de entregar mis escritos a la imprenta, es porque sé que mi papá hubiera gozado más que nadie al leer todas estas páginas mías que no alcanzó a leer. Que no leerá nunca. Es una de las paradojas más tristes de la vida: casi todo lo que he escrito lo he escrito para alguien que no puede leerme, y este mismo libro no es otra cosa que la carta a una sombra.” (22).

El texto dividido en capítulos, algunos de ellos con nombre, otros simplemente con números, hace un recuento de esa vida familiar, de la relación padre, la vida de un país que se debate entre la violencia y la solidaridad. Con algunos epígrafes, canciones o poemas, Abad Faciolince hace gala un amplio conocimiento literario, partiendo de la famosa frase de Borges: “ya somos el olvido que seremos”.

A fin de cuentas, esta historia va más allá del pasado, y en forma honesta nos hace reflexionar en cómo un padre puede amar a sus hijos, y cómo los hijos permiten que ese amor esté siempre presente, nunca en el olvido.

martes, 27 de enero de 2015

A la búsqueda de santos: El hombre que no fue jueves

El tema de la santificación ha generado polémica en diversas épocas de la historia de la Iglesia Católica. Su razón, en apariencia, es sencilla: buscar aquellas personas por cuya intervención se dan los milagros o ese hace evidente el poder de Dios.

Y existe todo un proceso canónico para verificar la honestidad de los milagros, la realidad de que no hay medicina o poder humano que logre aquello que se ha expresado.
De esta forma, el santoral de la Iglesia retrata a personas de todas las edades y condiciones sociales, incluso nacionalidades o estatus económicos. La contante es la calidad de iluminados o de poderosos, sin ser más que Cristo o el propio Dios.

Con este marco de realidad mística, el colombiano Juan Esteban Costaín nos ofrece un excelente libro de suspenso: El hombre que no fue Jueves (2014), casi novela negra, donde un experto en latín y en lengua inglesa tradicional se enfrenta a una tarea insospechada: traducir algunos pasajes de un portafolio que implica la canonización de G. K. Chesterton, autor inglés que además de ser un extraordinario narrador fue un filósofo y un católico destacado de su época.

¿Qué misterio hay en el proceso de canonización de este autor? Además de su ávida defensa al catolicismo tradicional, una cualidad que para muchos debe permanecer oculta: el misticismo que le permite hablar con los espíritus.

Con diálogos precisos, intertextos del propio portafolio que revisa el experto en inglés antiguo, descripciones y reflexiones interesantes, Constaín nos enfrenta a un mundo de lo oculto, donde la necesidad de engrandecer la creencia se enfrenta al fanatismo, a lo secreto.

El título contrapone aquel afamado de Chesterton, y así invita a revisar el otro lado de la moneda, de la propia creencia.

Un libro de aparente tono ligero, con tintes de novela negra, que invita a una reflexión poderosa ¿en qué creemos realmente y a qué estamos dispuestos por mantener y acrecentar nuestra creencia?

Una excelente novela que vale la pena leer. Y después, preguntarnos…  

Entre la congoja y el cuento: Horacio Castellanos

En uno de mis días de trabajo a la Ciudad de México tuve oportunidad de ir rápidamente a una afamada librería. Su primer piso es bueno, pero su sótano es fantástico. Y, como comprador compulsivo, el área de ofertas suele ofrecer gratas respuestas.

A veces me obsesiono en leer algo escrito por autores que no sean mexicanos, chilenos o colombianos, tal vez ni argentinos ni españoles. ¿Por qué? Considero que hay más literatura entre fronteras y océanos que aquella que comercialmente llegan a nuestras manos.

Al combinar la obsesión con la oferta, hay una buena combinación. Así compré por 50 pesos Con la congoja de la pasada tormenta Casi todos los cuentos (2009), de Horacio Castellanos Moya. Autor salvadoreño, narrador incansable, nos ofrece en esta antología los cuentos escritos hasta esa fecha, indicando que son casi todos, porque aún faltan muchos más por escribir.

El estilo es ágil, con cortes realistas, simples en su estructura, excelente en su narración, personajes entrañables, en fin, la combinación perfecta para que 23 cuentos puedan ser devorados en 3 o 4 días. Y es que acostumbrados a ciertos formalismos literarios, una narración fresca, que no pretende vender pero sí hacer pensar a su lector.

Los cuentos fueron publicados previamente en colecciones del autor o en antologías temáticas, pero ahora el autor les da un orden particular –según lo indica en la nota final- para crear una experiencia diferente.

El cuento homónimo de la antología nace de El Quijote, y realmente invita a vivir la tormenta que causa la realidad –llena de miedo y frustración-, invita a disfrutar la vida, al cabo es lo único que tenemos.

Destacan, a mi gusto: Indolencia, Una pequeña libreta de apuntes, Hipertenso, Tonto y feo, El gran masturbador, Variaciones sobre el asesinato de Francisco Olmedo, Némesis, Informe, Con la congoja de la pasada tormenta, Madrugete.
En cada uno, los personas se enfrentan a sus miedos, a sus frustraciones, a una realidad apabullante. En unos, domina el miedo, en otros el deseo sexual y dominio del otro. En sus espacios, domina el bar o el departamento, aquellos cerrados que parecieran nos permiten escondernos del mundo exterior.

La enfermedad, los celos, el tedio del trabajo, se combinan con los diálogos abundantes y las descripciones precisas, para generar esos ambientes de pesadumbre, tal vez de desesperanza. “No hay héroes posibles cuando la tempestad ocurre en un oscuro mar de mierda” (76)
Algunos cuentos se convierten en novelas cortas, dominando aquellos cortos, pero en todos se mantiene un lenguaje honesto, con la visión adulta, e incluso con algunas combinaciones de informes, poemas, canciones, aquello que le va dando aderezo a la vida. Epígrafes también acompañan a algunas historias, proyectando las lecturas del autor, sus inspiraciones.

El tema de lo político también está presente, los perseguidos, los espías, los exiliados. Pero los límites humanos se presentan ante la pareja, ante el compromiso, el deseo.
Se puede decir que domina el vacío en sus personajes. “Abrí los ojos: la oscuridad fue igual de absoluta; también el silencio.” (305)

Lo importante es disfrutar los cuentos. Inmiscuirnos en estos interesantes personajes, estas historias reflexivas. Una antología que recomiendo de principio a fin. Un escritor que vale la pena conocer.

lunes, 26 de enero de 2015

El mundo de afuera: la realidad y la fantasía

Debo confesar que hace algunos años perdí el interés en el Premio Alfaguara. Tal vez el contenido de las novelas o las propuestas no me habían llamado la atención. Pero la edición 2014 me atrajo: El mundo de afuera de Jorge Franco (2014).

La novela retoma elementos de la extensa obra de este autor colombiano, y tal vez, recobra la propuesta del premio español: presentar una novela fresca, innovadora, que retrate la realidad e invite a leer.

El texto lo logra todo. Situada en las afueras del Medellín de la década de 1980, Franco nos presenta dos historias paralelas: el secuestro de un prominente empresario y la vida casi idílica de su hija. Entre ellos, cual vaso comunicante, un niño que se convierte en secuestrador.

Por un lado, nos retrata la crudeza de la violencia, el deseo, la delincuencia; por otro, el amor de pareja, el poder económico, la entrega de un padre a su hija. En medio, la frustración por la falta de plata –en pleno colombiano- y saberse inaccesible a lo material y al lujo del otro.

Con un estilo ágil, diálogos precisos, personajes delineados, lenguaje común y una historia verosímil, el autor de Rosario Tijeras nos hace una atinada aproximación a la realidad del crimen organizado, y a la vez, a la irrealidad de las fantasías que un padre puede construir a su hija.

Colombia y Europa, un castillo y un amor mágico dan forma a los elementos de este texto, que van retratando aquellos sentimientos humanos que nos enfrentan al dolor, a la grandeza, a la cruda realidad.

Poco a poco, los personajes van explorando sus límites, y de una u otra forma son obligados a salir de sus límites para enfrentarse a lo que está allá afuera.

Cerrando ciclos: El último árbol (cuentos de Navidad)


No falta la navidad en que alguien quiera leer “Un cuento de Navidad” o “Cómo el Grinch se robó la navidad”. No falta quien ahora encuentre “El expreso polar” o “Cómo funciona realmente Santa”. Que lean lo que gusten, pero lean.
En La feria del libro Monterrey 2014 me topé con una antología que a primera vista no nació el amor: El último árbol (cuentos de Navidad) (Planeta 2011) Después de ver el precio –que finalmente desapareció al romper el plástico que lo envolvía- me motivé a ver la lista de autores, y dije, vale, lo compro: Héctor Abad Faciolince, Ana García Bergua, Francisco Hinojosa, Mónica Lavín, Pedro Ángel Palou, José Ovejero, Élmer Mendoza, Andrés Neuman, Santiago Roncagliolo, Alberto Ruy Sánchez y otros 10 autores que desde diferentes edades, perspectivas y aproximaciones nos regalan su visión de la Navidad.
Y es que más allá de la fiesta religiosa, el mercantilismo ha llevado a estas fechas a una situación insospechable de regalos y desenfreno crediticio que hacen olvidar las buenas intenciones y los buenos deseos por la mejor oferta y el mejor regalo.
La antología, que como concluirán compré, resultó ser toda una delicia. Algunas veces a manera de crónica, otras a ficción tradicional, lo cierto es que cada autor deja entrever su facilidad para crear cuentos y envolvernos en sus argumentos.
A mi gusto destacan:



El árbol más grande del mundo, de Federico Andahazi. Ante la ideología política, la ilusión de un niño por las fiestas decembrinas, y una gran lección por aprender: “Muchos años más demoré en entender lo que había significado para mi abuelo haber armado con sus propias manos aquel arbolito que apenas sobrepasaba mi estatura infantil y, sin embargo, me pareció el más grande del mundo.” (20)
La tarjeta postal, escrito por Norma Lazo. Llega una postal para un viejo inquilino. El receptor se debatirá entre entregarla o no. Más allá del amor, la esperanza.
La sorpresa del roscón, por Elvira Lindo. Una mujer que estuvo en Guinea, enfrentada a su sociedad, a su actualidad, a su madre.
Lo rojo, de la pluma de Élmer Mendoza. Un favor en diciembre, 1968, un road-short-story magistral, como solo él puede escribirlo.
Una rama más alta, de Andrés Neuman. Un breve cuento de 2 páginas, pero una extraordinaria historia de deseo y maduración.
La Navidad no es tan importante, por Alejandro Páez Varela. Desde la visión editorial, invita a los lectores a repasar las situaciones de violencia y a exigir justicia: “Dedique un pensamiento a infinidad de regios, michoacanos, tamaulipecos, sinaloenses, etcétera. Dedique, si puede, un suspiro a esos que están en medio de esta guerra idiota por la que alguien debe pagar. Porque alguien debe pagar. Y si no, la Navidad misma no tiene sentido” (98).
Cita a ciegas, de Pedro Ángel Palou. Una aproximación a las relaciones sociales actuales y el trabajo. Un par de frases contundentes “Que el amor tiene la fuerza de rescribir el pasado, aunque sea incapaz de corregir los errores” (107) y “Pensaba que la vida, su vida, le ocurría a otro y que él, algún día, tendría que reescribir ese manuscrito maltrecho” (102)
Papá Noel está borracho en el salón, escrito por Santiago Rocagliolo. En su tono irreverente, una excelente historia de un padre que hará todo para recobrar a su hijo, incluso estar borracho y vestirse de un regordete de rojo para sorprender a propios y extraños.
La navidad como escalera, de Alberto Ruy Sánchez. Una narración extraordinaria de una fotografía, de una serie de fotografías que nos hace reflexionar sobre cómo una escalera deja ser cemento para ser un parque de diversiones, a la vez que es testigo mucho del crecer de los niños a jóvenes a adultos.
Aunque ya no es Navidad, se los recomiendo. Te reís, te hace llorar, te hace pensar. Una excelente combinación para abrir o cerrar un año de lectura.

Por un año de más lectores

La revolución del libro digital impacta. Las decenas de lectoras electrónicas apantallan a cualquiera. Ni se diga la capacidad de autopublicar libros digitales o simplemente de “piratear” alguna versión electrónica. No son crisis gratuitas. También hay libros físicos, que no se les olvide.

Lo cierto es que ni comprados ni regalados ni pirateados nuestro país está produciendo más lectores.

Mi esperanza son los niños. Mi esposa y yo decidimos ser los tíos-que-regalan-libros, y ni se diga en la casa: primero un libro, después un juguete. Cada diciembre vamos unos días a la ciudad donde viven mis papás, y mis hijas dicen al cabo de un par de días: Papá ¿cuándo vamos a la librería de dos pisos que nos gusta? Llevamos un punto ganado.

También se ha dado que tal amigo o comadre (con hijos ya mayores) nos dicen: de parte del sobrino/a que si conocen tal libro porque le gustaría leerlo. Por supuesto, acto seguido el libro es adquirido y regalado. Eso sí, siempre comprados.

Total que las ofertas navideñas, los regalos y la búsqueda de ofertas nos llevan a buscar nuevas opciones. Las tertulias en casas de amigos o las simples recomendaciones del periódico nos van dando nuevas opciones para leer.

Y aunque con más limitaciones, pero también hay más opciones de lugares dónde comprar un libro. Claro, con algunas limitaciones de ser best-sellers o aquellos que venden morbo en lugar de lectura. Pero bueno, con que se lea creo que estamos del otro lado.

Me asombra ver dos cosas: a) niños/as que realmente piden libros por autores o por una serie que les ha gustado, y b) las adaptaciones cinematográficas de buenos/regulares/populares libros que llevan a la gente a comprar un libro y salir con otros títulos más. No es promover el comercio, pero ya es una ganancia que le permite a esta industria sobre en las cuestas de enero.

Y a la vez, nos permite que nuestras comunidades y ciudades vayan generando más lectores. Personas que van ampliando su vocabulario, que se preguntan que pasa/pasaba en su comunidad hace 50 años o qué pasará dentro de otros 50, y que van sintiendo curiosidad por lo que pasa en otro continente, en otra cultura.

Definitivamente estamos ante el reto de no leer resúmenes para leer cuento, novela, teatro, poesía, narraciones o relatos periodísticos, lo importante es leer algo de principio a fin... y su vez "pay-it-forward"e invitar a leer.

Se va terminando enero, pero espero que uno de sus propósitos sea el de leer, leer cada vez más y compartir con el vecino, el amigo, el hijo o el hermano, con la esposa o la novia, un libro, un buen libro, un excelente libro.

La invitación es simple. A leer.