La novela retoma elementos de la extensa obra de este autor
colombiano, y tal vez, recobra la propuesta del premio español: presentar una
novela fresca, innovadora, que retrate la realidad e invite a leer.
El texto lo logra todo. Situada en las afueras del Medellín
de la década de 1980, Franco nos presenta dos historias paralelas: el secuestro
de un prominente empresario y la vida casi idílica de su hija. Entre ellos,
cual vaso comunicante, un niño que se convierte en secuestrador.
Por un lado, nos retrata la crudeza de la violencia, el
deseo, la delincuencia; por otro, el amor de pareja, el poder económico, la
entrega de un padre a su hija. En medio, la frustración por la falta de plata –en
pleno colombiano- y saberse inaccesible a lo material y al lujo del otro.
Con un estilo ágil, diálogos precisos, personajes
delineados, lenguaje común y una historia verosímil, el autor de Rosario
Tijeras nos hace una atinada aproximación a la realidad del crimen organizado,
y a la vez, a la irrealidad de las fantasías que un padre puede construir a su
hija.
Colombia y Europa, un castillo y un amor mágico dan forma a
los elementos de este texto, que van retratando aquellos sentimientos humanos
que nos enfrentan al dolor, a la grandeza, a la cruda realidad.
Poco a poco, los personajes van explorando sus límites, y de
una u otra forma son obligados a salir de sus límites para enfrentarse a lo que
está allá afuera.
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