jueves, 11 de noviembre de 2010

La casa verde: Personajes y espacios

Di muchas vueltas y finalmente me atreví a leer La casa verde (1965) de Mario Vargas Llosa. Y digo me atreví porque es un "portento" de novela, en cuanto a argumento, lenguaje,, narrativa, líneas temporales... un largo etcétera.

Editada varias veces, tuve en mis manos la "ediciòn definitiva", que se supone ha sido revisada exhaustivamente por el autor, por el editori y algún experto, sobre todo para cuidar la presentación del texto en su totalidad y, podría decirse, hasta ver que las tildes y guiones estén en su lugar.

Reconocida internacional como uno de los textos clave de Vargas Llosa e inclusive del Boom Latinoamericano, la novela se desarrolla en el Perú, es una especie de atemporalidad que enriquece la oportunidad de situarla en cualquier década; mientras que sus espacios permiten lo mismo. Entre sus premios, destaca el Premio de la Crítica (1966) y el Premio Internacional de Literatura Rómulo Gallegos (1967)

Domina en el texto un narrador omnisciente que, todopoderoso, va desarrollando a paso lento personajes y situaciones, y no solo eso, sino que decide quién y cuándo hablará, de tal forma que en los diálogos se combinan pares o grupos de personajes diferentes, y además, líneas temporales diferentes. Son los mismos personajes o un pequeño disparador el que permite conectar estos "vasos comunicantes".

Principalmente hay dos historias: La vida en la selva, con las explotaciones que sufren los nativos de estas regiones, las enfermedades, el deterioro humano, la situación ecológica entrevista, e inclusive, la vida de las misioneras y el hecho que invocar una misión para "adoctrinar" en la verdadera religión a las niñas nativas. La otra, la vida de un pueblo perdido en el desierto del Perú, donde sus habitantes viven entre soldados y explotadores de recursos naturales, y donde la corrupción, el compadrazgo y la mediocridad viven cada día.

¿Qué conecta estas dos historias? Un singular grupo de personajes que van dando forma a esta "novela total": soldados, políticos, caciques, aventureros, indios y selváticos, ignorantes y cultos, donde abundan los abusos físicos y psicológicos... y todos ellos se relacionan de una u otra forma en La casa verde, un afamado prostíbulo que encierra placeres y personajes aún más singulares que los anteriores.

En sí, la novela es la historia de las vidas de estos personajes, pues resulta que las dos líneas argumentas también están en tiempos y espacios diferentes... entonces la crudeza de la historia se entremezcla con un verdadero ejercicio lector.

Su lenguaje es denso, al retratar el habla de selváticos, los castellanizados, los cultos, e inclusive, del singular lenguaje que alrededor de La casa verde se da. Y es que más allá de la prostitución voluntaria o por necesidad, nos enfrentamos a una tierra desolada, donde existe un abuso físico a las personas, la explotación comercial sin medidas, la frustación ante la enfermedad o el hambre, la ínfima valoración de la mujer, el poco valor al amor o lo enredado que pueden ser las relaciones humanas.

Y es que también nos enfrentamos al papel de la Iglesia y al de la política, a la valoración de la relación personal frente a la comercial, al compromiso con la tierra propia, inclusive a temas poco agradables como el asesinato, el aborto, la lepra.

Algunas veces plenamente identificados y otras simplemente implícitas, las diveresas temáticas presentadas invitan a una segunda lectura, en especial para dar orden a este caótico universos de hechos, inferencias, diálogos, descripciones y un distintivo color verde que se distingue inclusive a gran distancia.

Lo que bien es cierto, es que Vargas llosa logra construir una serie de personajes inolvidables: Aquilino (un viejo comprometido a ayudar a un antiguo socio de negocios), la Selvática (chica arrancada de la selva -de ahí su sobrenombre- adoptada y expulsada de La misión por dejar libres a sus coterráneas), Fushía (enigmático castallanizado que buscará negocios ilícitos para sobrevivir y representa lo peor del espíritu humano), Julio Reátegui (el poderoso político y explotador), Don Anselmo (llamado "el arpista", quien aparentemente da un servicio a la comunidad con la "original" casa verde y su propio instrumento de este color) y el Padre García (singular sacerdote que conoce cosas más allá del simple secreto de confesión)... por mencionar algunos.

En fin, contento por "palomear" esta novela, invito a leerla una vez "entrenado" en lecturas que obligan un verdadero ejercicio de atención, y cuando se puede estar seguro que entrar a la casa verde no causará asombro.

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