martes, 16 de noviembre de 2010

Las voces de “Los años falsos”

Como se menciona en el prólogo de la edición de Fondo de Cultura Económica (México, 2008) Josefina Vicens es una gran voz mexicana que ha pasado del silencio al olvido. Fuera de los grandes contextos y temáticas literarias de su generación, la autora sólo publicó dos novelas, El libro vacío (1958) donde retrata la vida monótona de un aspirante a escritor; y un poco más de 20 años después Los años falsos (1982) texto que será analizado a continuación. Breve texto cargado de reflexiones que rayan en lo edípico –aunque sería más certero hablar de Elektra, por la obsesión paterna– el texto presenta la vida de Luis Alfonso Fernández, negado a ser “Poncho”, un adolescente que vive la muerte temprana de su progenitor, quedando a cargo de su madre y hermanas gemelas; y es tal el conflicto de Luis Alfonso que no sólo hereda el título de “hombre de la casa” sino que prácticamente toma el empleo del padre, a su amante, sus actitudes cotidianas y, en una especie de fantasía íntima, está con su padre en la tumba, viendo cómo pasa la vida a su alrededor.
La historia, con una estructura circular marcada por la limpieza de la tumba y el rezo ante ella, define un protagonista que extraña en demasía al padre y que es capaz incluso de eliminar su vida con tal de tomar su lugar. Todo a través de una voz propia, externada en diversas voces: el yo, el tú, el nosotros, el ellas. Domina el yo y el nosotros –como se explicará más adelante– pero la trama va más allá de ser un diálogo interior. Ese juego de voces se da en una compleja estructura en viñetas, pequeños capítulos donde el personaje recrea quién es él construyen en sí quién es su padre. Y a medida que avanza va deseando ser más el padre, y a la vez, descubriendo el vacío que eso ha provocado.
El tema es la recuperación del padre, donde un personaje lleno de dolor recuerda anécdotas de su progenitor. Pero va más allá: una suplantación de personalidad hace de Luis Alfonso un ser complejo, que sin querer hace una de crítica al hombre que se sobrepone a la mujer, a la política del compadrazgo y la corrupción existentes en el sistema político mexicano, y de paso, el enfrentamiento de un joven que se siente vacío sin su progenitor, y por ello lo suplantará en la vida diaria: en la casa, en el trabajo, en la vida alterna y oscura.

Narrador y polifoníaVicens presenta un narrador-protagonista, Luis Alfonso Fernández, quien en primera persona va presentando la historia. Éste es un narrador equisciente “relato en primera persona, se habla de sí mismo.” (Domínguez, 2005: 2) Esto permite a “Poncho” –apodo por cierto repudiado– apoderarse de la historia y convertirla en una reflexión personal: “Cuando dijiste que debían levantarles una estatura, yo decidí mi destino: sería bombero y un día tú podrías contemplar orgulloso la estatura de tu hijo”. (Vicens, 2008: 254) El fragmento anterior enuncia en primera persona el profundo respeto y admiración que tenía a su padre, y establece así la búsqueda de complacerlo, de hacer lo que al padre le hubiese gustado. El mismo fragmento representa el juego de voces destacado en la novela: hay yo (yo decidí) y hay tú (de tu hijo) Este juego nos hace ver un narrador dinámico: busca contar su historia, pero no sólo para sí mismo, sino para su padre muerto. Esta evocación directa le vandando forma al protagonista: insatisfecho por la ausencia, busca la presencia en los recuerdos, y lo materializa al tomar su lugar en los diferentes escenarios donde el padre se desplazaba.
Aprovechando los ejemplos siguientes, se puede destacar que la polifonía se complementa con el uso de diversos estilos narrativos. Esa combinación yo-tú destaca en otro fragmento: “A lo mejor a él le gusta que se luzca su cruz y que no se tape su nombre”. (Vicens, 2008: 228) Este ejemplo, de acuerdo a la clasificación de Domínguez (2005: 3) es un estilo indirecto libre “en tercera persona que deja saber lo dicho por el personaje sin acotar las explicaciones”. El fragmento no habla de un diálogo, sino que permite conocer no el pensamiento de Luis Alfonso Hijo, sino del padre. Esto caracteriza el texto de Vicens: es el hijo quien da voz al padre, a veces en un diálogo del pasado, pero la mayor de las veces a través de su propia voz. Así, el protagonista quiere que el padre continúe viviendo, aunque eso implique que use su voz y la propia quede relegada. También se recurre al estilo indirecto, especialmente cuando Luis Alfonso retoma diálogos de su madre o su padre. “Yo no entendía que pudieras dormir con ella, en la misma cama. Cuando te preguntaba por qué lo hacías, me contestabas que las mujeres eran muy miedosas y que las asustaba la oscuridad.” (Vicens, 2008: 236) El autor recrea un diálogo del padre, de tal forma que a través de él cobra existencia. Uno de los primeros fragmentos sirve para ejemplificar el estilo directo y el juego de voces: “Como siempre, yo no hago absolutamente nada. Me cruzo de brazos. Estoy de visita con mi corbata negra. Vengo a verme, me recibo en silencio y agradezco las flores que traje.” (Vicens, 2008: 227) Si bien el yo habla de un estilo directo donde el protagonista presenta su propio pensamiento, el juego vengo a verme representa la traslación hijo-padre que pretende hacer: es él mismo quien yace con su padre y eso le da una fortaleza frente a las mujeres que lo rodean. Con la diversidad de estilo para representar el discurso, Vicens va construyendo un personaje único: es un joven que de pronto crece, pero junto con ello la imagen idealizada del padre; y para complacerlo en todo, no sólo adopta su nombre, sino su vida profesional y personal. “Había cavado un hoyo bastante grande en el centro mismo de la tumba y lo suficientemente amplio como para que tú pudieras salir y yo entrar. Y los dos lo hicimos.” (Vicens, 2008: 271) Su deseo se cumple: físicamente pretende que el padre deje la tumba para intercambiar papeles.
Las voces ayudan a construir al personaje y se enuncia un fragmento para representar dichas posibilidades. “Quedé así como dividido en tres: el heredero de ti; el huérfano de ti, y el encargado de acompañarme y consolarme. El primero vivía tu vida resignado, con tu peso a cuestas; el segundo sufría tu muerte y su propia muerte, y el tercero, recién nacido, torpe, no sabía si hacerte reproches, para darme alivio, o sufrir conmigo tu ausencia. Era un ser dependiente, sin la menor iniciativa, cándido, cálido y fiel. Yo lo abandonaba o rescataba, algunas veces a mi antojo: las más, al tuyo.” (Vicens, 2008: 300) Los “tres Luis Alfonsos” son las voces narrativas que nos indican la vida del adolescente quien de pronto se ve como cabeza de un hogar, trabajar en un ambiente político hostil, buscando refugio en los brazos de la amante de su mismo padre. Nótese los diversos recursos del narrador y la polifonía existentes para crear al personaje y en sí, la trama de Los años falsos.

Enunciación e individualización del personaje
Las primeras líneas del texto plantean una individualización compleja: “Todos hemos venido a verme… Como siempre, yo no hago absolutamente nada… Vengo a verme, me recibo en silencio y me agradezco las flores que traje… Ellas –mi madre y mis dos hermanas, gemelas, de trece años y desesperantemente iguales– son las que hacen lo habitual en estos casos…” (Vicens, 2008: 227) Nótese el manejo del “yo” para señalar que se está ante un narrador personaje, quien en primera persona da su relato. Más adelante, frente al padre muerto; el protagonista se habla a sí mismo, aunque con tono de “tú”, para revirir a su padre: establece que su relato va dirigido al padre, esa figura que lo envuelve y lo sustituye. Se desplaza así el pronombre “él”, que debe ser referido al padre, para sustituirlo con el “tú” o con el “yo”.
Como se ha mencionado, el narrador funde el “yo” y el “tú para referir situaciones. Sin embargo, cuando va presentando la historia sí habla de su padre en tercera persona. “A lo mejor a él le gusta que se luzca su cruz y que no se tape su nombre. No lo dudo.” (Vicens, 2008: 228) A partir de la segunda viñeta o capítulo esa mención desaparece: “Hace unos días vine a vernos, solo.” (Vicens, 2008: 231) Con esto, el narrador personaje, Luis Alfonso, establece que existe a través del padre, su vida parece una extensión de su progenitor.
Para complementar esta idea, “con el yo del prefijo, una situación compleja de interlocución es la que parece contribuir al sentido completo del enunciado. Ahora bien, a esta situación de interlocución pertenece el hecho de que a un locutor en primera persona corresponda un interlocutor en segunda persona al que se dirige el primero.” (Ricoeur 22) En el texto, el conflicto del protagonista se extiende durante toda la narración, manifestando esa impotencia de deshacerse de su recuerdo cuando, ante la tumba, recuerda por qué sigue ahí. “hoy que es tu cuarto aniversario, aquí, de pie ante la tumba, suceda lo que he deseado intensamente, todos, todos los días: morirme, tener mi caja, mi lápida, mi reja de alambrón, mi cruz, mi bugambilia, mi lagartija, y mis propios gusanos, mis propios gusanos, míos, míos.” (Vicens, 2008: 330) Con ello, el personaje pretende existir por medios propios pero no lo logra: tiene el lugar del jefe de familia, tiene el trabajo de su padre, sus actitudes y forma de vestir, incluso, a la antigua amante de “Poncho Fernández”, entonces, el hijo, sólo existe a través del otro, limitado, buscando su propia muerte para existir libremente.
Como parte de la enunciación, Ricoeur menciona dos categorías concretas: “la de los performativos y la de los constatativos. Los primeros se distinguen porque el simple hecho de enunciarlos equivale a realizar lo mismo que se enuncia … no tienen la virtud de hacer diciendo más que expresados por verbos en primera persona de singular del presente de indicativo.” (21) Un ejemplo de enunciado performativo es: “Ahora comprendo que obedecía un instinto oscuro, turbio, femenino, para provocar tus celos. Y lo lograba.” (Vicens, 2008: 238) “Comprendo” nos indica el tiempo señalado, indicando que el personaje en ese momento comprende una parte de su misma historia, de su actitud frente al padre. Más adelante se narra: “También esto quiero explicártelo. No era ponerme tu ropa, era vestirme de ti.” (Vicens, 2008: 242) Aquí el deseo de explicar representa una promesa, el deseo de hacer algo, un ejemplo de constatativo. No puede ser realizado, el padre está ausente, pero el deseo por hacerlo prevalece. Esto puede ser una especie de motivación para el personaje: explicar qué le sucede para que su vida tenga más sentido.
Hay que recordar que la reflexión de la enunciación va, comúnmente, hacia lo cotidiano. “… la reflexión del hecho de la enunciación, en el sentido del enunciado, forma parte integrante de la referencia de la mayoría de los enunciados de la vida cotidiana en la situación ordinaria de la interlocución.” (Ricoeur 20) El ejemplo seleccionado de Vicens es: “A medada que crecían nos íbamos desinteresando más y más de ellas. Hasta que las pobres admitieron inconscientemente que la familia estaba dividida: de un lado, el prepotente y ruidoso mundo de los hombres; del otro; el sumiso y mínimo de las mujeres. En el nuestro, ni mi madre ni ellas tenían nada que hacer.” (Vicens, 2008: 240) Lo cotidiano es la situación familiar: hombres y mujeres por separado, el deseo de ser superior al otro. El narrador simplemente marca la diferencia, pero le hace ver a su interlocutor, el padre, que él comparte su ideal de superioridad machista, o al menos lo adopta para parecerse a él.
También se menciona que “el acto ilocutivo… en lo que el hablante hace al hablar; este hacer se expresa en la fuerza en virtud de la cual, según los casos, la enunciación equivale a constatación, mandato, consejo, promesa, etc.” (Ricoeur 22) Pocas veces Luis Alfonso toma una postura impositiva ante el padre: “No protestes por tu “cruz de señorita” no por tu lápida concisa. Hoy es nuestro aniversario, no me obligues a hablar. Cállate y deja que esas mujeres que me heredaste aliñen nuestra tumba, eficientemente.” (Vicens, 2008: 241) Aquí puede interpretarse que empieza a cansarse de su papel de hijo fiel, empieza a comprender que el padre está muerto y con él debe estar todo su pensamiento.

Individualización del protagonistaLa constancia polifónica genera una sensación de complejidad y dicotomía: el protagonista es él y es su padre. La constante mención que ambos están muertos, o que Luis Alfonso ha adoptado tal postura del padre, van construyendo un personaje llevo de reflexiones, a la vez de vacío: está en sí porque su padre dispuso algo, por sí mismo no tiene fuerza para vivir.
En cuanto al espacio que comparten padre e hijo, se manifiesta lo siguiente. “Allá abajo el cuerpo espera quieto y a su tiempo empieza a vivir su transformación. Acá se queda quieto también, sorprendido, atemorizado, invadido, pero no se transforma ni se aniquila: permanece igual y ya no es igual.” (Vicens, 2008: 241) El narrador señala que en el allá yace el cuerpo inerte del padre, mientras que el espacio donde está él, su cuerpo está invadido por el progenitor, de esta forma, su individualización es mínima, mental y físicamente –hay que recordar el parecido del padre en cuanto al vestir, caminar, incluso la forma de mover las llaves o las manías– es su padre. Comparten el nombre, pero eso ya no lo quiere compartir, de ahí la imposición a los amigos de su padre de no ser “Poncho” sino “Luis Alfonso”. Diversos ejemplos van proyectando que el personaje no vive por sí mismo, lo hace a través de su padre: su herencia y su maldición de vivir a la sombra de su nombre, trabajo y amante.

La falsedad descubierta
Ricoeur señala que “la reflexividad de la que hasta ahora hemos venido hablando, ha sido atribuida constantemente, no al sujeto de la enunciación, sino al propio hecho de la enunciación.” (27) Esto se puede ver en la novela en la situación de interlocución: un yo (hijo) a un tú (padre) Independientemente de que hable el hijo, el único destinatario del relato es el padre, a él le dedica las reflexiones, las recreaciones, la búsqueda de su esencia en cada rincón donde solía estar: su cama, su casa, su esposa e hijas, su trabajo, incluso su amante. La enunciación con el juego yo / tú/ nosotros van dando forma al vacío del protagonista: existe para satisfacer los antiguos deseos o disposiciones de tu progenitor y eso es lo realmente presentado aquí.
¿Dónde reside la falsedad indicada en el título? En la vida vacía de Luis Alfonso: vive lo que padre dispuso u ordena. No puede librarse de eso. Físicamente está atado a él y el vacío que siente por su padre lo lleva a también tomar sus actitudes. Los cuatro años que hace referencia el texto han sido vacíos: vividos únicamente para su padre, no para él. Luis Alfonso parece no existir, está en cuerpo, pero dicho cuerpo invadido por el ser de su padre.


Referencias
Beltrán, L. (1992) Palabras transparentes. La configuración del discurso del personaje en la novela. Madrid: Cátedra.
Domínguez, R. (2005). “Introducción, algunas consideraciones previas al tema de la voz narrativa”. Material del curso La novela y sus discursos. ITESM: Sin publicar. México.
Ricoeur, P. “La enunciación y el sujeto hablante en una novela”. El sí mismo como otro. Taurus. PP 18-36.
Vicens, Josefina. “Los años falsos”. El libro vacío / Los años falsos. Prólogo de Aline Pettersson. Colección Letras Mexicanas, no. 140. México: Fondo de Cultura Económica, 2008.

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