sábado, 31 de diciembre de 2011

Dos historias paralelas: hormigas, deseo y muerte

El La noche de las hormigas (1997) de Aline Petterson, convergen 2 historias: en la época contemporánea, un hombre es asaltado y herido en un parque; mientras tanto Ifigenia emprender el viaje a conocer a su marido, héreo de la Grecia clásica al que no conoce.

Alfonso es el detonador de la historia al ser herido en el asalto, paradójicamente médico reconocido, el hombre tendrá que enfrentar su propia muerte, a medida que recuerda a su esposa, sus hijos, sus amigos, sus amantes, y a la sosobra de saberse herido mortalmente.

Ifigenia, personaje trágico que originalmente muere virgen, tiene en este relato la oportunidad de conocer a su futuro esposo. Acompañado de su madre y su hermano viaja hacia tierras lejanas para entregarse.

Alfonso recuerda cómo fue obteniendo victorias médicas, a medida que conoce a su esposa y poco a poco, los reconocimientos profesionales aminoran los deseos familiares. La ruptura llega y conoce a Elisa.

Ifigenia, sin saberlo, en sus sueño siente el deseo, el hambre, la necesidad de entregarse sin límites a la persona que será su esposo, su dueño. En ningún momento duda, solamente sabe que debe tener todos sus sentidos abiertos.

Alfonso y Elisa hacen una pareja con dos décadas de diferencia, que la experiencia de uno se equilibra con el deseo de otro. Elisa, por su parte, es una especie de reencarnación de Penélope, pues teje grandes tapetes como adorno.

Ifigenia va deseando el tálamo, y el miedo se combina con el placer desmedido.

Con un lenguaje refinado y ágil, Petterson da voz a las reflexiones de Alfonso, y calor al deseo de Ifigenia. Las historias se van cruzando, vamos conociendo poco a poco a los personajes, obligándonos a conocer su profunda humanidad. Los miedos, los anhelos, las glorias, las esperanzas, todo se combina en este texto breve pero significativo.

Mientras tanto...

Alfonso va acariciando la muerte. Y el deseo de escribir una historia sin límites temporales.

Ifigenia, quiere cumplir su destino. Alfonso, no.

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