La experiencia fue magnífica. Fue adentrarse a un mundo
completo, lleno de música, caló, sentimientos, emociones, y un viaje casi
indescriptible.
¡Que viva la música! es una novela de Andrés Caicedo. Su única
novela, después de consagrarse como cuentista. No entraré en los detalles de su
persona, para eso hay biografías e incluso retazos de su vida en 4 magníficos
ensayos cortos que incluye la versión electrónica editada por Alfaguara.
La novela se ubica entre la década de 1960 y 1970, los
musicólogos podrán encontrar sendas referencias para ubicarla en un tiempo
determinado. Se ubica en Colombia, específicamente en Cali, ciudad que 10 años
sería noticia por la violencia desatada en la nación suramericana. Y a su vez,
nos adentramos en los barrios acomodados de la ciudad, y también en sus
alrededores inhóspitos.
Su lenguaje, una revisión del caló local, salpicado de
modismos, de musicalidad, de citas, de referencias sociales y culturales, en
fin. Esta característica da trabajo para un lector no acostumbrado al habla muy
coloquial, pero a la vez es uno de sus grandes logros.
La línea narrativa parece lineal: una chica comienza una
noche intensa –al ritmo de la música, claro y va explorando una fiesta, una
reunión, una tocada, una juntada, un viaje, en fin.
Diálogos abundantes, corrientes de consciencia, música y
poesía, todo se mezcla con las drogas, la música rock-pop-cumbia, la costumbres
de la alta y baja sociedad, las pasiones, los límites de la tolerancia… y esa
fascinación por escuchar música en inglés, aunque no se le entienda algo.
Pensamientos propios, referencias sociales y musicales, fragmentos
literarios, en fin, un fondo que impregna la aventura de sensaciones diversas –como
una buena rapsodia- nos enfrenta a un persona, tal vez dueña de sí misma, pero
que busca vivir al límite.
Aquí lo único que se prohíbe es aburrirse, estar en las
mismas convicciones sociales, escuchar lo que escuchan todos, hacer lo que
hacen todos.
Un aparente descenso al averno ya tocando el fondo de esta
vida ficticia, hasta que en un viaje todo queda clarificado. Las emociones van
tomando forma y los límites desvaneciéndose como las notas de un final
silencioso.
Personajes poco trazados (como una melodía apenar definida), una protagonista fuera de cualquier partitura, la revisión de una década que al parecer alejada, sencillamente está muy presente. Las emociones y las percepciones ahí planteadas son las de cualquier joven, de 1970 o de 2010... una rebeldía casi sin sentido, casi sin tapaduras.
Una excelente novela. Difícil de leer sí, pero que nos
demuestra la calidad literaria de un autor que es completamente vigente en
tiempo y en emociones. Una novela que parece arrancada de esta década, de esta
necesidad de expresarse y vencer los límites de nuestro alrededor.
Muy recomendada, para disfrutar al ritmo que se quiera, a un
ritmo siempre vivo.