Lucía Monserrat Carrión González presenta una antología poética que se construye desde el alma para buscar la expresión de lo más profundo del ser. La luna invisible me desviste (2022, Editorial Font)
Divida en dos partes (Introspección y La luna invisible me desviste) presenta un lenguaje claro,
desprovisto de grandes figuras literarias o palabras rebuscadas, lo sencillo se convierte simplemente en la expresión de un sentir, un vivir transparente.
Un leitmotiv en
esta antología es el proceso de escritura. Creación o liberación, es una
expresión que busca sentido… “Si cada día escribiera un poema / que recorriera
tu cabeza para caer en tu pecho… / ¿cuántas hojas entregarías a tu alma?” (Carrión,
17)
La palabra -como
sustantivo o como sus partes, fonema, gramema- se convierten en otra presencia
constante en los poemas: “Si tuviera que leerte, / este mundo interior donde
paso horas, (…) que entra como un viento que resopla fonemas / y brotan estas
palabras que navegan / entre agua y nubes a plena luz del día.” (Carrión, 20) Más
adelante dice “No busco en las palabras un sueño, / uso la palabra para sanarme
las heridas” (Carrión, 55)
La combinación de
la palabra y las imágenes que crea se configuran entre las líneas: “(…) el rostro
se tiñe de carmesí, / los ojos brillas, / los labios se humectan, / la piel
rejuvenece, / para ti la luz / y la palabra encendida.” (Carrión, 72)
El fuego, el aire,
la respiración, elementos que se van repitiendo para construir imágenes vivas
de un sentir cotidiano: “como una mano extendida que no tiene rostro, / como
una palabra anónima / que me abraza hasta quedarme dormida.” (Carrión, 25) De
nuevo dice “(…) Paso mis dedos / entre imágenes ficticias, / voz sin eco, /
poses y fisonomías. / Catálogo de utopías / que comparto hoy, para expresar mi
vida.” (Carrión 36)
“Hay un momento
en la noche, / donde te espero. / Te espero como si fuese una tarea titánica
verte (…) El mundo se detiene, / en pocas palabras, / necesito sentirme.” (Carrión,
31) Otra cuestión interesante en la poesía de Carrión es esa delgada línea
entre el otro y el propio, el renacimiento de una necesidad de amar o de
abrazar, pero a la vez, de recuperarse a sí mismo, de saber el valor propio.
La mujer es otra
imagen que aparece constante entre los versos. Como objeto, como deseo, como
admiración, una visión única y admirable. “Mujer meditabunda, / terca de arrojo
y sosiego, / abriguémonos en el silencio, / conscientes de la brevedad y lo
eterno.” (Carrión 56) Más adelante “Algunas veces me encantaría enamorarme / y
no darme cuenta, / será como una gran amiga / a la que cuentas tu historia”
(Carrión, 77)
El espacio, el
vacío, el arte, la presencia, la ausencia, otros temas que a un ritmo único se
van hilando entre los versos. “Te amo hasta el infinito, / con un amor tan
vasto / que deja un vacío / parecido al universo.” (Carrión, 80)
El juego de
palabras se convierte en un juego de sentimientos: “Aparece con una coma, / luego
con un punto y coma, / después con la indiferencia / y al final con la
separación.” (Carrión, 75)
Y la escritura,
como proceso liberador, se desvanece en las palabras: “Mi cuerpo se agita / al
escribir algo que aún no veo / está grabado en la memoria (…)” (Carrión, 95)
El cuerpo, otro
leitmotiv de la antología, se materializa en una parte, casi imperceptible del
deseo. “Desee sentirte / y conocer la forma / en que tocan tus manos.”
(Carrión, 83)
Una antología
honesta que permite conocer la expresión del alma, la vivencia del amor, el
deseo y el infinito. Conocer una autora contemporánea y ver cómo “La luna
invisible me desviste, / me besa lento, / intenso, / como si quisiera abrazar
mi alma, / un beso curativo… / pero el cuerpo no alcanza, / vibro, / me
estremezco.” (Carrión, 82)