domingo, 25 de marzo de 2012

Una mirada familiar en circuito cerrado

Silvia Molina, narradora mexicana, ha destacado por sus novelas o cuentos. Pero también ha escrito teatro.

Circuito cerrado (1995) es una pieza en un acto, con un lenguaje sencillo y cotidiano, propio de la clase media en el Distrito Federal, aunque en realidad puede estar ubicada en cualquier casa tradicional de México.

La casa, según se narra, es antigua, con patio interno, un garage cerrado y un viejo cuarto para los tiliches. Una cocina, y, en especial, un cuarto de televisión. Éste se convierte en el centro de la narración, como si se construyera un circuito cerrado entre la casa, la fimilia y el drama que ahí se vive.

Entre los personajes está Toña, la criada que lleva muchos años de servicio y conoce muy bien a la familia - tal vez mejor que ellos mismos - y se vuelve testigo de la desintegración familiar a raíz de la muerte de la madre.

Los hermanos, peleados y enfrentados a boca abierta: Rafael, Rocío, Raquel y un cuarto hermano, entre separado y perseguido, pero ausente de la obra.

Y también está el Padre, quien a pesar de ser una figura central, carece de nombre, así como carece de fuerza entre los hijos.

Poco a poco, las preferencias de cada uno, los traumas y los hechos que los enfrentan se van revelando, como en una de las telenovelas que el Padre mira fijamente; y así, diálogo a diálogo, conocemos la razón del enfrentamiento, tratando de entender qué le sucede a esta familia que parece vivir encerrada en sí misma.

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