lunes, 30 de septiembre de 2013

Las venas de América Latina ¿siguen abiertas?

Hace un par de años escuché por primera de Eduardo Galeano (Uruguay). Primero encontré sus libros en una librería de Washington (luego entendería la paradoja) en inglés; y este año encontré las rediciones de buen aparte de su obra. Ahora sí, en español. 

Después de un par de libros que tenía pendiente decidí tomar el ensayo Las venas abiertas de América Latina. Por vicio, revisé el primer año de edición: 1971. En mis manos, la séptima reimpresión de la tercera edición ¿Un best-seller? Podemos decir en los parámetros hispanoamericanos, que sí. Incluso a nivel mundial. 

Y es que esta portentosa obra de Galeano nos lleva a una sencilla pregunta ¿por qué América Latina ha sido buscada por todas las grandes civilizaciones y por qué “estamos como estamos”? 

A más de 40 años, el ensayo es simplemente: vigente. En un tono histórico y lleno de fuentes de apoyo, el libro plantea la explotación del oro y la plata, de la caña y el azúcar, del café, del petróleo y los minerales, en fin, de los extensos recursos naturales que han alimentados millares de industrias en Europa y Estados Unidos, que han llevado a la esclavitud y a la muerte a millones de personas; que han llevado a la pobreza extrema a nuestro continente (bueno, del Río Bravo hacia Tierra del Fuego, claro).

Con una visión ampliamente crítica, Galeano nos lleva a los vericuetos de la Corona Española, la sobreexpansión industrial de Inglaterra y a la poderosa influencia de Estados Unidos.
Unidos a África en diversas penalidades, nuestra región ha vivido revoluciones, golpes de estado y prácticamente genocidios silenciosos a nombre del progreso, y de la falta de recursos para explotar nuestros propias fuentes de riqueza. ¿El resultado? Marginación, hambre y estallidos sociales, mientras las ricas industrias estadounidenses y europeas multiplican en varios dígitos sus escasas inversiones. 

“Es América Latina, la región de las venas abiertas. Desde el descubrimiento hasta nuestros días, todo se ha trasmutado siempre en capital europeo o, más tarde, norteamericano, y como tal se ha acumulado y se acumula en los lejanos centros de poder. Todo: la tierra, sus frutos y sus profundidades ricas en minerales, los hombres y su capacidad de trabajo y de consumo, los recursos naturales y los recursos humanos.” (16). 

Y pareciera que nuestros recursos son inagotables. Pero lo son. Tanto como la paciencia de las personas que pueden vivir con menos de 10 dólares al mes. Los apoyos internaciones se multiplican: los préstamos a tasas insostenibles, las maquinarias de más de 30 años, los derechos ilógicos sobre los pedazos de tierra (incluido el subsuelo y lo que pasa por arriba de ellas). Lo que no se acaba es la necesidad, ni la gente. “El sistema no ha previsto esta pequeña molestia: lo que sobra es gente. Y la gente se reproduce. Se hace el amor con entusiasmo y sin precauciones. Cada vez queda más gente en a la vera del camino, sin trabajo en el campo, donde el latifundio reina con sus gigantescos eriales, y sin trabajo en la ciudad, donde reinan las máquinas: el sistema vomita hombres. Las misiones norteamericanas esterilizan masivamente mujeres y siembran píldoras, diafragmas, espirales, preservativos y almanaques marcados, pero cosechan niños; porfiadamente, los niños latinoamericanos continúan naciendo, reivindicando su derecho natural a obtener un sitio bajo el sol en estas tierras espléndidas que podrían brindar a todos lo que a casi todos niegan.” (19) 

En este texto, se plantea que la tierra está explotada en un 20% o 25%, que la riqueza no llega a quienes se les arrebata la tierra, y nuestras universidades producen excelentes profesionistas que no encuentran trabajo y van hacia el norte en busca de becas y de mejores oportunidades. 

Con ello, los gobiernos continúan firmando tratados y convenios en busca del progreso, en busca del desarrollo. 

¿Es o no un texto vigente? Me atrevo a decir que demasiado. Por supuesto, hay que consultar otras fuentes que complementen esta información, e incluso que nos diga qué ha pasado 40 años después de la primera edición. Pero, de nuevo me atrevo a decir, no creo que haya cambiado mucho.
Una lectura densa, pero con un rigor de investigación de fuentes diversas, que más de uno nos asombrará su revelación, sus citas, sus reflexiones en itálicas. También destaca el estilo periodístico, y las profundas reflexiones del autor.

Tal vez Galeano no se ha equivocado: América Latina es como un cuerpo y continua con las venas abiertas.

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