En el 2005, en una de esas visitas a la librería, nos
topamos con un afamado texto llevado al teatro: Monólogos de la vagina (2004)
de la autora norteamericana Eve Ensler.
Un texto corto en extensión, enorme en contenido. El libro,
publicado originalmente en 1998, recopila fragmentos de entrevistas,
interpretaciones de conversaciones y algunas narrativas de ficción, para hacer
reflexionar sobre la evolución de la mujer, o, mejor dicho, del sentimiento de
ser mujer.
En su prólogo, Gloria Steinem habla de la generación “de ahí
abajo”, y la misma Ensler señala, en contraparte, las 128 veces que dice en la
obra “vagina”. Entre ambos textos, identificamos ese tabú de la palabra “vagina”,
y con ello, la carga ideológica que la sociedad netamente regulada por hombres
ha dado.
Los texto, hay que reconocer, manejan un ritmo trepidante: algunas
veces para reírse, otras para burlarse, las más para reflexionar, el libro nos
presenta situaciones tan comunes como el descubrimiento de esta parte del
cuerpo, el vello, las verdades sobre la vagina, y en especial, las visiones que
diferentes generaciones tienen sobre ella.
En otras ocasiones, las respuestas a preguntas hechas a
muchas mujeres nos sorprenden continuamente: si la vagina se vistiera, qué
prenda usaría; si pudiera hablar ¿qué diría?
Y en medio del humor o del sarcasmo, la autora se atreve a
hablar de las vejaciones, las violaciones, las guerras y el sentir de la mujer
como un objeto al servicio de otro.
Habla también de los amores: hacia los hombres, hacia las
mujeres, y en especial, hacia sí misma.
Con ese lenguaje que puede ser soez y que puede ser lírico
(como las respuestas de una niña a las preguntas realizadas), el texto se
convierte en un manifiesto: una palabra no define a la mujer, es un contexto
social e individual el que le ha dado valor o desvalor a una palabra, y por
ello a la mujer misma.
¿Un monólogo que pierde vigencia? No, en ningún momento. Por
el contrario, al escuchar nuevamente las problemáticas y las situaciones
indignantes que vive una mujer en nuestra sociedad, este texto nos invita a ser
empáticos, a conocer lo desconocido, a reírse de nuestros propios tabús, y en
sí, a revalorar y a apoyar a las mujeres.
Se trata entonces de hacer un diálogo, ya no de hombres y
mujeres, sino de iguales.
¿Hay que leerlo? ¡Por supuesto!
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