De estos textos que uno sabe que debe leerlos. Y de pronto se
topa uno con la edición en inglés y sin querer con la versión en español. Ambos
de mi esposa, se habían traspapelado entre novelas y ensayos, pero finalmente
los encontró y pude leer propuesta significativa de Virginia Woolf sobre el
papel de la mujer en la literatura, y en sí, sobre una visión literaria y
social de la mujer.
En casa tenemos la versión A room of one’s own (con prólogo
de Mary Goldon, Harvest book, 1989) y Un cuarto propio (Colofón, 2002) versión
traducida por Jorge Luis Borges.
Simplemente un texto erudito, de profundo conocimiento de
autores y situaciones sociales, con un manejo irónico de los temas, mientras
hace gala de comparaciones y situaciones que se enfrenta una mujer que quiere escribir
en uno de los países más ilustrados del planeta.
Se narra que a la autora se le solicitó algunas conferencias
sobre el tema de la mujer y la literatura; el resultado son 6 conferencias o
sesiones que indagan la vida editorial del país y la revisión de las
principales autoras de la época y, entre líneas, una fuerte crítica a la
situación de la mujer.
Y es que, en uno de los países más cultos y revolucionarios
de su época, la mujer está plagada de limitaciones: si quiere escribir debe ser
en poesía, pues un género nuevo como la novela pareciera no ser propio; si
quiere escribir, pareciera que debe imitar la voz de un hombre; debe estar
casada y dedicarse al hogar; debe ser fiel a la tradición que indica incluso,
el manejo nulo de sus bienes o derechos… aunque la ley ya lo permitiese en
forma limitada.
Tener un cuarto propio y 500 libras anuales (en su momento,
claro) parecieran ser la base para detonar la creatividad de toda mujer. Cómo se
educa, cómo se enfrenta al mundo editorial, e incluso cómo es leída en la
sociedad, son cuestiones que encienden los comentarios de la autora.
Su revisión lleva a planear que Shakespeare tuvo una
hermana, que falleció joven. Y, de haber tenido la educación o la sensibilidad
de su hermano ¿habría podido alcanzar el grado de genialidad de su hermano?
Habla también de una mujer de la época, en unas cartas
encontradas por azar, donde señala que siempre quiso escribir poesía, pero la
falta de educación o de un canal adecuado para sobresalir la hacen únicamente
quejarse de su entorno y de la condena al silencio y al olvido de las mujeres.
Más adelante, hace mención de “estudios científicos” de la
época, done un afamado autor indica que la capacidad intelectual de la mujer es
biológicamente inferior a la del varón.
Estos tres puntos en general se van retomando a lo largo del
texto: las mismas oportunidades educativas, culturales, económicas y políticas
no son una realidad para el país de Woolf, ni así la oportunidad que los
editores dan a una novela o una obra escrita por una mujer; ni las
oportunidades que socialmente los compatriotas no están dispuestos a abrir.
También la fuerte crítica a visiones pseudocientíficas
empeñadas a menospreciar a la mujer, sin considerar puntos de vista
equilibrados o con fundamento realmente objetivo.
Revisar a las autoras famosas de su país, se convierte en
otro de sus objetivos, indicando que la firmeza de texto como Brontë o Austen,
representan pequeños ejemplos positivos en una situación francamente negativa.
Con esa demostración de conocimiento de primera mano,
Virginia Woolf construyó un clásico sobre la posición femenina, demostrando que
se requiere algo más que asignar un cuarto propio, es un cambio cultural total
que se requiere para modificar esa posición de la mujer. En su época claro.
Y, lamentablemente, una situación que ha evolucionado, pero
tal vez no lo suficiente. ¿Se debe evolucionar? Por supuesto, el acceso a las
mismas oportunidad educativas y económicas es solo el comienzo. Un cuarto
propio sería también básico, aunque un hogar fortalecido a su diálogo, respeto
de opinión y respaldo total a sus ideas y sueños, podría ser otro complemento
ideal.
Un texto que puede ser leído con una actualidad aplicable. A
casi 100 años de su publicación, una visión sin duda vigente.