Esta cuarentena tuve oportunidad de leer un clásico contemporáneo: The giver (2014, Houghton, Mifflin, Harcourt Publishing Company), de Lois Lowry. Dentro del ámbito de la literatura juvenil, esta novela abre una seria de textos sobre una utopía que busca la sociedad perfecta.
En el futuro, no existen las emociones. Todo se ve “de un solo
color”. La sociedad tiene una división perfecta de trabajos, funciones, edades
y educación. Cada quien tiene una labor, y una finalidad específica.
Los nuevos miembros de la comunidad son concebidos por mamás
escogidas para ello; el bebé asignado a una familia y ahí viven hasta cierta
edad, y la asignación de un propósito según sus habilidades.
El funcionamiento adecuado de la sociedad incluye uniformes
según las edades, corrección del lenguaje y horarios determinados para comer,
descansar/dormir, trabajar/estudiar y atender las responsabilidades asignadas. El
trabajo voluntario, por supuesto, es bienvenido.
Así como existe una asignación familiar para los bebés, en lo opuesto, existe un lugar para los mayores; a quienes se les agradece antes de un retiro permanente, que todos asumen como parte del equipo social.
En medio de este equilibro, la amistad está permitida,
mientras no modifique las obligaciones ni transgreda los límites. Las faltas,
las disculpas, las llamadas de atención, todo forma parte de un profundo
respeto por leyes, normas, autoridades. Así se ha mantenido y así debe seguir.
De pronto, Jonás –el protagonista de este volumen- comienza
a detectar algo diferente, una sensación que no puede describir. Él y sus dos
inseparables amigos –Fiona y Asher- pueden reír, cumplir sus obligaciones, andar
en bicicleta y emocionarse por la próxima asignación de deberes.
Jonás tiene una unidad familiar (propiamente un padre, una
madre, una hermana, pero no biológicos) donde convive y a la cual dejará una vez
asignada su tarea y que comience a ser parte de ella.
La asignación llega, a todos les toca ser piloto,
mantenimiento, cuidado de bebés… pero a Jonás le espera una tarea hasta
entonces desconocida… cuidador de los recuerdos. Esto implica aprender de “The
giver”, quien le dará algo que al momento no sabía de su existencia: recuerdos.
Este misterioso personaje se recupera del “fracaso” de la asignación
anterior y deposita en Jonás su agrio carácter, a la vez de la oportunidad de manejar,
con otras palabras, una memoria colectiva de la sociedad anterior.
Esto hará que Jonás conozca “emociones” que no había sentido:
dolor, angustia, miedo, terror, pánico, amor, deseo, incertidumbre… todo
aquello que su sociedad se ha empeñado en borrar para lograr la perfección.
Entonces, llegará el momento de tomar decisiones…
Presentada por un tradicional narrador-omnisciente, con
personajes bien definidos y una narración ágil, The giver nos habla de esas utopías
que en busca de la perfección, eliminan aquello que –precisamente- nos hace
humanos.
Una excelente novela juvenil, llena de lecciones y aprendizajes
y, sobre todo, la oportunidad de reflexionar entre lo que se debe valorar, lo
que se debe conservar y las decisiones que en un momento dado debemos tomar por
el bien personal y el bien común.
Un recuerdo que, más allá de la memoria del pasado, está
vigente en nuestro presente.