El escritor chileno Carlos Franz nos ofrece una singular antología
de cuentos: La prisionera (Alfaguara, 2013)
A mis manos llega por un proyecto de clase de mi esposa, y
después de leer la contraportada me animé a leerlo; eso y mi necesidad de
explorar nuevos autores.
El resultado, fantástico. Cada uno de los 10 cuentos aquí
incluidos va explorando la vida en el Chile de la frontera, de la ciudad, de la
modernidad aplastante. Lejos han quedado la dictadura y la persecución, la
conquista y la colonia, ahora está el narcotráfico, el compromiso ante el otro,
el amor, el extranjero, y lo cotidiano que nos envuelve y oprime.
Abre el cuento “El ojo de Dios”, una inquietante historia de
un adulto que es “secuestrado” por un chaval. Andando de vueltas en el desierto
en la noche, vamos descubriendo su relación. Una historia magistral donde el
respeto por el otro sobrepasa la maldad y la violencia. Final como un buen
cuento manda.
El periodismo y la literatura son temáticas que se funden en
un diálogo intenso; prisionera y su liberaron llevan a reflexionar sobre el
valor y las implicaciones de la libertad, el amor, el matrimonio; el desierto
real y el imaginario; el jardín y su sentido; la justicia y la corrupción; la
religión, el perdón, los rituales del adiós... son temas que nos encontramos entre líneas.
En “Españoles perdidos en América”, la anécdota de un autobús
que lleva un ataúd en el techo, para de lo irónico a la reflexión sobre lo que
valora una comunidad, la pertenencia, la solidaridad.
“Jesusito en New York City” es otro cuento magistral: el
sueño de una persona de poner en el mapa su pueblo natal, el golpe de fortuna y
cómo el destino puede tener jugadas inesperadas.
Con un lenguaje elegante, diálogos precisos, descripciones
adecuadas, ritmo interesante, todo esto se va combinando en los cuentos de esta
antología. La visión se enriquece porque algunos personajes vuelven a salir en
otras historias, lo que invita a retomar anécdotas y darle otra dimensión a los
personajes.
Una excelente colección de un autor al que hay que seguirle
la huella, o las marcas que deja sobre el desierto con sus palabras…