La guerra en América, Latina por supuesto, se ha definido
por el enfrentamiento que provoca el narcotráfico en la sociedad ante el
ejército, el gobierno, el otro. La novela negra, policiaca e incluso la
denominada “narconovela” se han nutrido de este fenómeno en México,
Centroamérica y, claro, Colombia.
Lejos de la mitificación de las series de televisión o de
las películas, las novelas o los cuentos escritos en el propio continente han
conformado una visión casi idílica, por no decir romántica, de estos héroes
populares o de estas tragedias que parecen enfrentar a vecinos, y que ha
provocado fenómenos sociales como los desplazados e incluso el terrorismo
contra la población en general.
No deja ser interesante, entonces, la visión de este
conflicto “desde afuera”. Es precisamente lo que Nuria Amat busca construir en
Reina de América (2003)
Conocida en España por La intimidad o El país del alma, Amat
busca construir un personaje apenas definido –el hombre- y una mujer definida
por sus decisiones y su propia historia –la mujer-. Entre ambos conocemos la
situación de Colombia a inicios del siglo, que a casi 15 años nos atrevemos a
decir que todavía está vigente.
La aventura de un reporto se combina con la idea de una
mujer de salir de su parámetro, y de vivir una sensación de libertad y a la vez
de responsabilidad. Entre la selva, la ciudad, la guerrilla, el narcotráfico,
los desplazados, el hambre, todo va tejiendo un reino de indiferencias,
corrupción, miedo.
A la vez, va moviendo las piezas de un reino que es rico en
recursos, pero que esta actividad ilícita ha provocado una reconfiguración de la
sociedad y de la propia actividad económica.
A través de unos ojos aparentemente inocentes vamos
conociendo los límites humanos, y la sensación de enfrentarse a la propia
realidad entre el amor, el deber, el compromiso, y por qué no, nuestras propias
actitudes de indiferencia frente al otro.
Un ritmo lento que permite conocer a los personajes, una
visión social desde “afuera” y la sensación de convivir con los personajes,
hacen de este texto una buena narración, para disfrutarse y para reflexionar. Una
visualización de una América que debe sobrepasar los estereotipos, así como se
venció en su momento a la monarquía como la perfección ilusionaría del
bienestar.
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