El autor nicaragüense Sergio Ramírez es uno de los grandes autores que manejan con maestría la polifonía. Y en sus propias palabras, domina también el juego de la historia (con minúscula) y la Historia (así, con mayúscula) Una se refiere a las pequeñas cosas que nos ocurren a las personas comunes; mientras la otra son aquellos acontecimientos que quedan grabados en las memorias y los libros. ¿Cómo se mezclan? Ahí la magia de la literatura y los vasos comunicantes.
Con el leitmotiv de Rubén Darío, Ramírez nos presenta la anécdota de un fotógrafo que será testigo de la historia en Mil y una muertes (2004, Alfaguara)
La novela se
estructura en dos partes, que arrancada cada una con un testimonio de uno de sus
personajes centrales: El príncipe nómada por Rubén Darío; y El fauno ebrio por
José María Vargas Vila. Se incluyen los datos de impresión de cada uno, para
dar veracidad a la autoría y a las palabras que ahí se incluyen.
De cada uno
arranca un juego político de intricadas dimensiones, el sueño de un canal en
Nicaragua que permita el viaje interoceánico, los sueños imperiales-europeos de
conservadores centroamericanos, el amor y el alcohol.
El fotógrafo Castellón
se obsesiona con retratar la realidad, aunque los crímenes queden plasmados con
su contenido horrendo, y escenas idílicas montadas por las letras del
modernismo.
A ritmo lento,
con un dominio total del lenguaje, con diálogos precisos, y la recreación de un
estilo completo y adornado, Ramírez nos presenta una gama de personajes entre
Nicaragua y Europa, dispuestos a todo para alcanzar sus objetivos, y a la vez,
con la idea obsesiva de una realidad que solo es suya.
Una novela para
adentrarse en las historias que conforman la Historia, mientras conocemos las
caras ocultas de personajes y descubrimos que no solo existe una muerte, sino
muchas más.
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