domingo, 8 de mayo de 2011

La felicidad y la inocencia infantil

En 1997, Christopher Domínguez Michael publica su primera novela: William Pescador. Ensayista e historiador, el autor propone una forma diferente de presentar una historia: Un niño cuya imaginación es superior, una forma de expresar su visión del mundo que le rodea.


Narrada a veces en primera persona del singular y otras del plural, en el texto conocemos a William, hijo de una pareja "peculiar", que a veces no tiene papá, otras no tiene mamá, y algunas está a cargo de la criada y de un "protector" (que después entenderá es un amante de su madre).

Y es que Felicidad se convierte en escucha, receptora, testigo muda de la imaginación del niño, y a la vez de una aparente locura de la madre, ciego cómplice del doctor Fangloire, y educadora del hermano menor que, frente a la televisión es ajeno a todo a su alrededor.

Pescador, además de su imaginación sin límites, es capaz de construir hermosos mapas, que le permitirán sobrevivie en los "inocentes" juegos de sus vecinos, y a la vez, le permitirán trazar cómo sobrevevir a las ausencias y a la aparente manipulación de su tutor, quien en un momento dado pretenderá "robar su herencia", ofrecida por unos abuelos maternos a los cuales él mismo desconoce.

Y a medida que William se enfrenta a un mundo "de adultos", va creciendo su imaginación y las ganas de crecer, y cual Ulises, emprenderá el viaje a un territorio desconocido para conocer a sus abuelos y reclamar una viaje colección de arte africano.

Pero así como el niño es imaginativo, también lo será su familia. ¿Qué es la realidad? ¿qué ha sucedido con su madre y sus abuelos? ¿Qué papel jugaron el doctor y la criada? Todo es incierto, tal como los mapas que se han trazado a lo largo de la novela.

Con un aparente tono infantil y un ritmo ágil, esta especie de fábula moderna nos obliga a pensar y a reflexionar sobre los límites de la realidad y la ficción.

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