lunes, 28 de abril de 2014

De Gabo y otras realidades lectoras…


Se nos fue Gabo. Falleció el patriarca, como han clamado los medios de comunicación. Ya no está Gabriel García Márquez, han clamado los lectores.

Efectivamente, ya no está en presencia el gran escritor de la América Latina, aquel que fue a recibir el Premio Nobel de Literatura vestido en su blanco típico, destacando en los trajes de alta costura de la sociedad sueca.

Pero nos dejó sus mariposas amarillas, sus hamacas, la locura de sus personajes. Novelas, cuentos, obra de teatro, guiones cinematográficos, ensayos, discursos y muchas, muchas, muchas notas periodísticas para la posteridad.

¿Cuándo leí por primera vez a este autor colombiano? Fue tal vez el año 1991 o 1992, cuando leí aquella novela que mi papá había comprado y que dejó en la mesa del comedor –y, debo confesar, continua siendo una de mis favoridas- El general en su laberinto. ¿Qué me gustó de ese texto? La forma en cual retrató a Simón Bolívar, poseedor de siete nombres, libertador de América y desterrado por jugarretas políticas. De ser un hombre alto y lleno de gloria, terminó bajo, delgado y con dos dobleces en su camisa de manga larga.

Después, ya entrado en materia, leí Cien años de soledad que me prestó -en una edición de pasta suave de los cuadros concéntricos en la portada- el profesor Jorge May, leyenda del Centro Universitario Montejo. Apoyado por un árbol genealógico trazado en una media carta y un lápiz con poca punta, casi toqué el hielo, la ceniza en la frente de los hijos del coronel Aureliano Buendía, sentí el olor de la sangre que recorría la arena por muchas cuadras, encontré a las hormigas y señalé con el dedo las cosas a mi alrededor. Todo cambió para siempre. Ahora llevo 3 lecturas, pero me falta leer la versión conmemorativa con todo y ensayos.

A disfrutar el texto, a releer un fragmento, a tener la luz prendida pasada media noche para terminar el capítulo, a seguir la aventura de los alquimistas y los adivinos literarios.

Obsesionado con las primeras novelas (otra confesión, no me gustan mucho). Devorando los cuentos de la mamá grande o de los ojos de perro azul, para enfrentarme después a los peregrinos y aquellos cuentos que aquí y ahí han quedado en la biblioteca universal.
Buscando “lo raro” en la Biblioteca del Campus Monterrey, leí una edición con pasta verde, pequeño, casi edición de bolsillo del guion cinematográfico llamado El secuestro, una narrativa no publicada en México que tendría que pasar más de 25 años para tenerla en mis manos en un cambio de aviones en Dallas, Texas (La aventura de Miguel Littín clandestino en Chile), y una pieza teatral (Diatriba de amor para un hombre sentado) que curiosamente encontraría en el mismo viaje y después ofrecería como preciados tesoros de coleccionista. 

Tal vez solo vino a hablar por teléfono, o a develar otros demonios, pero nos dejó mucho más… El material periodístico, los libros de cómo escribir un guion cinematográfico. Aquí ya hay varias versiones de los cinco tomos de la obra periodística, y varias ediciones de tres narrativas casi mayéuticas para construir guiones, buenos guiones.

Negado a leer El amor en los tiempos del cólera ¡quién puede olvidar esa bandera amarilla que durará toda la vida! (tanto que la leí dos veces) Y la magistral Crónica de una muerte anunciada… que leí finalmente agobiado por ser de las pocas novelas sin leer en mi haber… cada vez que podía la recomendaba para una monografía del BI o alguna lectura exigente.

El otoño del patriarca fascinante, El coronel no tiene que le escriba, demasiado triste.

Claro, entre Memoria de mis y Yo no vine a decir un discurso, prefiero jubilar a la ortografía que a la creatividad...

Un solo tomo de su vivencia alcanzó a contarnos, pero fue suficiente para saber que vale la pena vivir para leer.

¿Y si tuviera que escarbar en mi libreta de frases… qué encontraría? (ojo, el orden es estrictamente cronológico de acuerdo con mi lectura)

De Relato de un náufrago:
  • El cielo se puso rojo, como al atardecer. Y ese fue otro factor de confusión: entonces no supe si era un nuevo día o un nuevo atardecer. (137)
  • Había escogido la muerte, y sin embargo seguía vivo, con el pedazo de remo en la mano, dispuesto a seguir luchando por la vida. A seguir luchando por lo único que ya no me importaba nada (137)

De El amor en los tiempos del cólera:
  • ¿Y hasta cuándo cree usted que podamos seguir en este ir y venir del carajo? La respuesta la tenía preparada desde hace 53 años, 8 meses y 7 días con sus noches. - Toda la vida.
  • El que no tiene memoria se hace una de papel (50)
  • Sólo Dios sabe cuánto te quise … (53)
  •  Lo único que me duele de morir es que no sea de amor (186)
  • Es la vida, más que la muerte, la que no tiene límites (378)

De 12 cuentos peregrinos:
  • ·       “Si alguien nos quiere encontrar  será muy fácil,” dijo con su encanto natural. “Sólo tendrá que seguir el rastro de mi sangre en la nieve.” (229-230)

De Noticia de un secuestro:
  • Mientras hay vida, hay esperanza.
De Diatriba de amor para un hombre sentado:
  • También el silencio es una respuesta (13)
  • Si no fuera por los amaneceres, seríamos jóvenes toda la vida… uno no envejece al amanecer (19)
  • Como si la vida fuese de vidrio (24)
  • Pero era feliz porque no encontraba nada más que desear (41)
  • Cuando una mujer amanece callada no hay que mirarla siquiera (51)  

De La aventura de Miguel Littín clandestino en Chile:
  •        Me sentía tan ligado a ellos, que decidí guardarlas por el resto de mi vida, como una reliquia de tantas experiencias duras que la memoria pondría a hervir a fuego lento en las cocinas de la nostalgia (158) 

De Vivir para contarla:
  • Epígrafe: La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla.
  • Ni mi madre ni yo, por supuesto, hubiéramos podido imaginar siquiera que aquel cándido paseo de sólo 2 días iba a ser determinante para mí, que la más larga y diligente de las vidas no me alcanzaría para acabar de contarlo (11)
  • Aprendí para no olvidarlo nunca que sólo deberían leerse los libros que nos fuerzan a releerlos (168)
  • Porque no hay nada de este mundo ni del otro que no sea útil para un escritor (265)
  • Me dejas el corazón partido por la mitad, pero me queda al menos el orgullo de ayudarte a ser lo que te dé la gana (286)
  • Novela y reportaje son hijos de una misma madre (315)
  • Se preservaba el tiempo para las cosas que seguían teniendo la edad original mientras los siglos envejecían (372)
  • Los libros … también yo los olía, como hago siempre con todo libro nuevo (421)
  • Lo primero que un escritor debe escribir son sus memorias, cuando todavía se acuerda de todo (480)

Continuamente me han preguntado si vale la pena leer las 450 páginas de las novelas o los cuentos raros donde a los personajes les sale sangre verde, son perseguidos por una abuela desalmada o estás en un eterno monólogo desde tu ataúd. La respuesta cada vez es más clara. Sí.

Siempre me ha llamado la atención que en México editan unas obras, en Colombia y en Europa otras; curiosamente Todos los cuentos que también está en ebook (y fue el primero ebook que compré) no tiene los cuentos completos… pero lo importante es saber buscar, disfrutar y devorar esas obras que están en más de 40 idiomas, en versiones de lujo o electrónicas, en un libro propio o prestado; no importa, hay que enfrentarlo y degustarlo, como un buen vino, con el tiempo se hace mejor. 

No quisiera elaborar un amplio ensayo sobre la adjetivación abundante, la fundación de la América Latina, el realismo mágico de sus personajes e historia, de la soledad y la muerte como leitmotiv del obra, de las estructuras circulares, de los universos totales, del narrador omnisciente con complejo de superioridad que no deja hablar a los personajes, de lo repetitivo de algunos textos, simplemente les diré, léanlo, les invito un café, y discutimos cualquiera de estos temas… o más. 

Mientras cada quien decide qué leer, el primero de la especie está amarrado a un árbol, y al último…

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