Invitado
por la Cátedra Alfonso Reyes del Tecnológico de Monterrey, el activista,
profesor y literato Mauricio Correa, ofreció la conferencia ‘Bolsas de Lectura’
en el Campus Santa Fe, donde abordó el movimiento del mismo nombre, un proyecto
que creó junto con la UNICEF y la Universidad de Brasilia para educar lectores.
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Muy contento de poder compartir con
los alumnos del Tecnológico de Monterrey un poco de todo lo que hace con los
libros, Mauricio Corrêa Leite inició una charla muy amena en la que aclaró que
él no sabe hacer nada sobre literatura ni sobre nada.
Gustoso de dormir, comer, leer y
pasar tiempo en la computadora, Mauricio es un lector y promotor del arte en
donde quiera que se encuentre. Estudió teatro y educación y desde que empezó su
carrera como maestro en 1980 se ha dedicado a ser cuentacuentos, iniciando en
aldeas de la India en Tocantins.
Es uno de los creadores de “Bolsas
de lecturas”, con apoyo de la UNICEF y la Universidad de Solidaridad de
Brasilia, quienes establecieron un eficiente método para educar lectores. Es
miembro de Ashoka y su trabajo ha sido reconocido a nivel internacional por
numerosos organismos como UNICEF e instituciones educativas en Brasil, su país
natal, y otros países del mundo.
En la charla organizada por la Cátedra
Alfonso Reyes del
Tecnológico de Monterrey y celebrada el pasado 10 de septiembre Mauricio Corrêa
califica su trabajo como “un juego muy divertido”, y efectivamente lo es porque
lo que busca es hacer sonreír a la gente mediante sus más grandes tesoros: los
libros. Reliquias que él ha ido adquiriendo a lo largo de los años en ferias,
librerías, etcétera y que lleva consigo en una maleta muy particular en donde
también carga fotos, recuerdos, y regalos que ha ido acumulando en esta
aventura que ha emprendido desde hace más de 30 años.
Muchos de los libros que atesora son
verdaderas obras creativas que manejan un cúmulo de sensaciones y emociones que
evocan en él muchas palabras o descripciones para que a su vez lo transmita a
todos los que están a su alrededor, como fue el caso de los alumnos de Prepa
Tec en Santa Fe.
El
valor de una historia
Un ejemplo fue un cuento llamado “El
Tintodonte (un domingo sin desayuno)” de Juan Geduvius. En este cuento las
ilustraciones hacen una parte de la historia y el público la otra, porque
Mauricio, conforme va pasando las páginas sin texto y va mostrando las
ilustraciones, invita a que el público haga los gestos y expresiones
correspondientes a lo que está sucediendo en los dibujos, cada una provocando
un ambiente de diversión y relajamiento en los asistentes.
Otros libros que mostró no
necesariamente tenían las características comunes que conocemos. Podían ser
cajitas ensambladas unas con otras que se desdoblaban como un acordeón e iban
mostrando ilustraciones y a la par iban contando historias. “Mi compromiso con
la lectura tiene que ver con el uso de la misma y que sea divertida” afirmó.
Mostró libros con texto y también
con escenarios que al abrir el ejemplar de par en par, se levantaban en relieve
mostrando casas, árboles, figuras y personajes. Muchas veces le tocó trabajar
con niños y su mayor objetivo siempre ha sido desarrollar en ellos la capacidad
de admirar lo que ven, de imaginar.
Mauricio logró despertar las emociones
de todos los que estábamos presentes. “Una historia es una historia, sin
importar si trae palabras, dibujos, si es grande o pequeña. Lo que importa es
lo que nos hace sentir, lo que nos transmite”.
Cerró su presentación con una
“serenata literaria” que consistió en una caja musical que en su interior
guardaba pequeños libros de diferentes historias y que conforme los iba sacando
iban disminuyendo en tamaño hasta llegar a la miniatura casi inapreciable a
simple vista.
Referencia
VIDA ESTUDIANTIL. CULTURA.
AGENCIA INFORMATIVA DEL TECNOLÓGICO DE MONTERREY. TANYA PELÁEZ. 29.09.2014
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