Escucha la canción del viento (1979) y Pinball 1973 (1980)
estaban únicamente en su natural japonés y en inglés. La edición de TusQuetes –
Colección Andanzas (2015) incluye un prólogo del autor: su viaje a la semilla
de dos novelas que tienen elementos en común de sus grandes historias, pero a
la vez una voz narrativa fresca/inocente en la primera, oculta/pesimista en la
segunda.
Como bien señala la contraportada de este libro, pocas veces
puedes “regresar al inicio” de un autor y maravillarte con lo que ahí
encuentras. Con Haruki Muraki ocurre esto. Consagrado autor japonés de texto
como Tokio Blues y Sputnik, mi amor, ahora nos presenta las primeras dos
novelas de su carrera que no habían sido traducidas al español.
En este espacio ya comenté Al sur de la frontera, al oeste
del Sol (http://literaturaexperienciaviva.blogspot.mx/2013/04/hacia-la-frontera-de-nosotros-mismos.html)
y la colección de cuentos Después del terremoto (http://literaturaexperienciaviva.blogspot.mx/2013/05/5-grandes-historias-despues-del.html)
Escucha la canción del viento (1979) presenta a dos
singulares personajes: el narrador –cuyo nombre pareciera quedar oculto en el
texto-, su mejor amigo de apodo “Rata”. A veces los acompaña Jay, el enigmático
barman de un lugar que frecuentan. El narrador disfruta del verano en una
ciudad tranquila, conociendo el contraste de Tokio, viviendo sin prisas ni
pretensiones.
El alcohol, la música, el amor, el conocimiento, el dinero,
el enfrentamiento, todo se va conjuntando en una historia fresca y simple, que
se conjuga con los abundantes diálogos y las cortas descripciones.
Pinball 1973 (1980) presenta a los mismos personajes… pero
ahora cada quien en su propio mundo. El narrador ha regresado a Tokio y añora
una “pinball”, aquellas mesas de juegos con botones laterales para mover una o
varias pelotas mientras se acumulan puntos. Sin embargo, ahora el narrador vive
con unas gemelas desentendidas, Rata ya no es el joven inmaduro y juguetón,
sino que se enfrenta a sí mismo sin saber qué camino tomar; y Jay, quien sigue
en el bar.
Ahora los diálogos se acortan y se profundizan, aparecen
sencillas corrientes de consciencia y se deja más al pensamiento del lector.
En lo personal, disfruté la primera por el estilo fresco,
casi juvenil. La segunda, mucho más seria y reflexiva. Junto con Sputnik mi
amor, una excelente introducción al mundo de Murakami.
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