Cuando leí a Gonzalo Celorio en su ensayo México, Ciudad de
papel, me gustó la metáfora de que esta megalópolis ha cobrado vida propia y se
ha convertido en una persona, a veces, de ficción.
María de Alva, en cierta manera, retoma esta metáfora, ahora
en Monterrey, donde la ciudad cobra una dimensión propia y se convierte en una
persona de Lo que guarda el río (2016)
3 líneas narrativas simultáneas y una voz narrativa que
camina las iglesias tradicionales de Monterrey van hilando los vasos
comunicantes, las clases sociales y las historias de los personajes.
Monterrey geográficamente está dividida por un río, y a la
vez por clases sociales. El norte, el centro, el sur, cada uno tiene su propia
vida, también su propia visión de la ciudad. Y a un lado, los municipios
aledaños también le dan una vida diferente.
El chico de preparatoria privada se enfrenta las cuestiones
de adolescentes, de escuela, de la aceptación social, de la vida familiar, de
su propio pensar diarios...
El albañil que migra de una zona rural para un mejor futuro,
casado, con niños, que busca un mejor trabajo y hacer lo correcto para su
familia...
La reporte que busca la mejor nota posible, con el balance
familiar que una mujer trabajadora debe tener, y a la vez respetar la ética
profesional...
Y una serie de voces que frente al altar buscan la redención,
la tranquilidad, la fuerza, la visión espiritual y, por supuesto, a los perdidos.
En ese río que divide la ciudad convergerán los tiempos de
las 3 historias, envueltos en la casualidad de un momento, de una mirada, de
una breve plática, tan ínfimos como los segundos que toman nuestras decisiones.
Monterrey va cobrando vida: hay algo oculto en el carro, en
la calle, en la casa, en el río...
Comiendo tacos, disfrutando las postales que nos regala el
Cerro de la Silla, las actividades diarias de la escuela o del trabajo, todo es
un elemento en esta ciudad de papel, que va tejiendo las casualidades de la
vida y un contexto social que marcó época: la tradicional laboral y la
modernidad violenta, insegura, llena de sorpresas...
Esta tercera novela de María de Alva nos regala unos
personajes claros, multidimensionales, comunes que se enfrentan a situaciones extremas,
diálogos precisos, y en especial, conviviendo en una ciudad que pasa del
asfalto al papel.
Una amplia recomendación para conocer una forma de mirar
nuestra realidad y esta ciudad que oculta más de un secreto...
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