lunes, 12 de septiembre de 2016

Otra de cuentos: La luna nómada.



En un viaje a Ecuador me topé con la cuarta edición de La luna nómada (2011) una excelente colección de cuentos de Leonardo Valencia.

Con un estilo concreto, diálogos precisos, personajes definidos, Valencia va construyendo historias arrancadas de la realidad, que van tejiendo diversas situaciones de la vida cotidiana.

En “El ojo del cíclope” Víctoriano Masdéu conserva por 25 años una habitación oculta, que inicia para guardar tesoros personales en La Habana, de personas que desean salir de la isla sin desprenderse de algo querido para siempre. Él lo conservará. Una y otra vez. Uno y otro año. 

Prácticamente, esta vida y la siguiente. Todo trascurre dentro de una curiosa normalidad de favores  resguardos, hasta que un reloj cambiará el pasar de las horas, o de las decisiones. En el cuento, lo absurdo se apodera de las paredes de esta habituación, a medida que parece no tener fin.

En el cuento “Insuperable capítulo seis”, el narrador nos presenta una historia a la Borges: el protagonista es un asiduo lector que va detectando elementos comunes en el capítulo seis de grandes textos universales, que invitan a no superar esa historia. Reales o inventados, realmente el protagonista cree que no puede sobrellevar dicho capítulo. El cuento hace gala de una erudición literatura, y otra visión irónica de la vida.

“Peligro para caminantes” construye un cuento plagado de vasos comunicantes, donde dos personajes en dos momentos históricos diferentes van tejiendo sus situaciones familiares con las históricas, para llegar a un punto en común donde existe un peligro para quien camina por Roma.

“Visiones para escapar de una reunión familiar” retrata el importante momento de una vida, dos familias unidas por la amistad, y ahora por el amor. En apariencia. Otro juego de ironía y situaciones tan comunes que cualquier familia se enfrentaría a la lluvia y a la fotografía perfecta de la boda. O de lo previo a la boda.

En “Triángulo de dos esquinas” dos viejos amigos reviden el mito de la amistas y la promesa juvenil. Tres amigos hacen una promesa para el amor y la fortuna, y el que lo logre ayudará a los otros dos. 
Con un excelente diálogo, poco a poco los protagonistas se tendrán que enfrentar al pasado. Y a su propia vida.

En estos cuentos, Valencia sale del contexto meramente local, para adentrarse en la Europa, en las tierras diferente a la propia, para buscar en cada una, aquella luna que permita encontrar un motivo, una razón de ser para sus personajes.

Esta edición incluye una reflexión del autor y un excelente decálogo progresivo, donde qué es el cuento se convierte en un personaje propio: “Un cuento es una bola de nieve que cae por la ladera de una montaña arrastrando lo que encuentra a su paso” (264).

Y el número diez de este decálogo, digno para una discusión con Vargas Llosa: “Cuando declaren que el cuento es superior a la novela, no digas nada. Cuando declaren que la novela es superior al cuento, tampoco digas nada. Nunca digas nada. Escribe.” (265)

Qué palabras tan ciertas, mejor no discutir si el cuento o la novela, solo escribir. Y para nosotros, leer. Y disfrutar. Con o sin luna.

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