Tenemos dos cosas importantes. Uno, una historia por todos
bien conocida, el Golpe de Estado en el Chile de Salvador Allende. Dos, una
mirada diferente, personal, casi desconocida de una figura moderna.
Si bien Roberto Ampuero, escritor chileno, alcanzó la fama
con el detective privado Cayetano Brulé, y una novela con tintes
autobiográficos: Nuestros años verde olivo, este texto lo lleva a una dimensión
diferente: retomar un referente en la historia latinoamericana para darle esa
visión profundamente humana de todo ser casi mítico.
La novela, El último tango de Salvador Allende (2012, Plaza
Janés) arranca en el presente, un exagente de la CIA recibe una carta de su
hija, distanciada años atrás. La carta le obliga a iniciar un viaje lleno
recuerdos y al toparse con un diario, a recobrar la historia de un país que él
mismo ayudó a cambiar.
La historia entonces comparte dos personajes centrales, Salvador
Allende y Rufino. El primero ya como presidente de Chile, el segundo, un
humilde panadero que se ha quedado con materia prima para abrir su negocio. En medio
del momento histórico que vive el país, estos personajes recuenta dónde se han
conocido: ambos en una pequeña ciudad chilena, escuchando a un viejo
socialista. Ambos se inspiran, pero uno se convierte en político y el otro
mantiene el negocio familiar.
Con diversos saltos temporales, la línea de una
investigación abierta por el exagente David Kurtz, lo lleva a revisar su propia
historia familiar y a desempolvar personajes e historias que para muchos deben
seguir enterrados.
Mientras tanto, con abundantes diálogos y unos epígrafes que
nos hacen escuchar viejos tangos y fragmentos literarios populares, Ampuero nos
va reconstruyendo los retos de un Chile que buscó un profundo cambio social y
se enfrentó a poderes imbatibles. A la vez, retoma los viejos tangos que, no
por ser más argentinos, dejan de ser chilenos o universales. Esa música nos
adentra en los gustos musicales del presidente lleno de dudas y traiciones,
mientras el profundo conocimiento de Rufino nos retrata a ese grupo social que
no tiene qué llevarse a la boca, y que termina vendido a uno u otro sistema, a
colaborar o a enfrentar el poder.
Contada con maestría, la ficción se nutre de la verdad
histórica y contemporánea: hay mucho que ya se sabe y mucho otro que se queda
en un diario, olvidado tal vez en un viejo almacén o en la memoria de personas
que lo perdieron todo, pero no la vida ni los recuerdos.
De esta manera, Allende deja de ser una figura inalcanzable,
y se convierte en alguien que tiene gustos por la comida, por alguna bebida,
por la música. Dispuesto a salir clandestinamente de la casa de gobierno para
ir a una cita, para descubrir lo que la gente dice de su gobierno en los
rincones, para encontrar un viejo tango que diga exactamente lo que siente. Una
dimensión tan humana como cualquier de nosotros. Como un padre buscando quién
es su hija, o un panadero en busca de un poco de harina.
¿Qué motiva a una persona a tomar una decisión? ¿Qué lleva a
un grupo a enfrentar causas que aparentemente están perdidas? ¿Qué implica la
traición, el amor, el cumplimiento del deber, el asesinato, la tortura, la
desolación? Todas son preguntas que estos tres personajes se terminarán
haciendo al ritmo de un tango, a las notas de un tiempo histórico que debemos
enfrentar, a personajes que deben perdonar o aceptar.
Una excelente novela para conocer más de este país, de este
personaje histórico, de las decisiones que nos llevan a poner un viajo álbum o
encontrar que en realidad no conocemos a nuestros hijos, a nuestros amigos, a
nuestros vecinos.
El último tango… resulta una oportunidad de reflexión, de
vivencia, de enfrentar el pasado.
Del autor, en este espacio hemos comentado Boleros en La
Habana (http://literaturaexperienciaviva.blogspot.com/2016/06/una-mira-una-ciudad-universal-boleros.html)