lunes, 18 de febrero de 2019

Desde el desierto: la Scherezade de Piñon


Nélida Piñon, nos obsequia una visión diferente, erótica, misteriosa, llena de vida y de temor sobre Scherezade en Voces del desierto (2006)

Editada por Alfaguara, traducción de Mario Merlino, esta novela consagra la riqueza del lenguaje de la autora brasileña, quien narra rayando en lo lírico. Pocos pero significativos personajes se conjugan en la narración: Scherezade (su protagonista), Dinazarda (hermana de Scherezade y en ciera manera su antagosnita), el Visir (padre de ambas, al servicio del califa), el Califa (enigmática figura que aquí tiene poca voz y mucha acción), Jasmine (una de las mujeres del harem que será clave en la historia) y Fátima (quien cría a la protagonista)


Desde la primera frase, nos enfrentamos a un personaje que rompe con los paradigmas: “Scherezade no teme a la muerte. No cree que el poder del mundo, presentado por el Califa, a quien su padre sirve, consiga decretar mediante la muerte el exterminio de su imaginación.” (9) Y es que la hija de Visir nace en uno de los poblados del desierto, que harán en ella profunda huella a través de las historias de Fátima, la criada que le orienta en vida. Posteriormente, gracias al trabajo de su padre, se mucha con Dinazarda al palacio real, donde aprenderá aquello destinado a los varones o a los ricos, situación que aprovechará en su momento.

La anécdota se asemeja a Las mil y una noches, y si bien leemos de Aladdín o se Simbad, lo importante en esta novela no son esas historias que la protagonista sabe narrar e hilar cada noche para salvar su vida, aquí lo valioso con las reflexiones que el narrador deja entrever.

Dominando las descripciones y las introspecciones de los personajes, ese poderoso narrador omnisciente compite en calidad narrativa con la protagonista, dejando ricas visiones del presente.
En esta ocasión, en voz y pensamiento del propio Califa, recobramos la historia de sus héroes y parientes, quieren expandieron las fronteras del reino, y de su propio padre quien lo hizo poderoso. Ahora a él le toca hacerlo aún superior en lo político y, por qué no, en todos los aspectos que Alá le permitan.

Sin embargo, ese crecer de amigos y enemigos, su propia esposa le falta al respeto al estar con uno de los hombres de confianza. Eso hace al Califa –de acuerdo con su propia narración- en desconfiar de toda mujer y ejecutar la sentencia que marcaría al reino por muchos años: matar a toda doncella que deje de serlo en sus aposentos, entregada al verdugo, porque no merecen vivir.

Hasta que conoce a Scherezade. Le llama la atención su seguridad, la forma en que mueve su cuerpo para satisfacer los actos netamente carnales, pero más aún su habilidad de contar historias. Consciente de ese poder, cada noche le perdona la vida para escuchar un poco más.

Salvando su vida, las hermanas comienzan a entreteje una red de cuerpos, historias y trampas donde las voces se combinan con los olores, los juegos, los retos al monarca –que eventualmente descubre todos- pero que decide jugar con ellas para dar una oportunidad.

De esta manera, aunque salvando la vida, la protagonista quiere retomar el desierto y aquel amor que le tiene Fátima, sabe que no puede solicitarlo y posiblemente nunca tendría el permiso, porque vale la pena modificar esa costumbre salvaje de eliminar a las mujeres. Sabe que hay más. ¿O no? “¿Qué será de ella entonces, sin rumbo y sin historias, en caso de que el soberano le perdone la vida? ¿Acaso la imagen de una mujer convertida en cisne, tortuga, anémona? Bien sabe que no hay piedad en aquel corazón.” (241)

Llena de temores, las hermanas involucran en el juego a Jasmine, quien ofrece un cuerpo similar a Scherezade, aunque no su destreza verbal. Si bien es una obligación del propio cuerpo que el Califa se empeña en desempeñar, poco a poco los juegos eróticos van ganando terreno entre las historias hilvanadas, hasta construir un universo propio donde todos juegan, disfrutan, erotizan.

En esos tintes la novela destaca: capaz de combinar las reflexiones, los juegos líricos, las situaciones narrativas, haciendo que aquello que aparentemente no tiene vida, logren prolongar –precisamente- la vida cada vez más.

Un tirano en su expresión más completa y, a la vez, profundamente humano que rompe con el estereotipo clásico. Así el Califa podría dejar el papel de machista-todopoderoso para construir en su momento una sentencia, en su propio pensamiento, nos permiten identificar otro futuro: “Gracias a su tiranía, responsable de un hecho inicialmente deshonroso, la historia de su pueblo se consagraría para siempre. Una edificación verbal más poderosa que cualquier mezquita o palacio erigidos con piedra, cal y sudor.” (312)

Más que una novela feminista, el texto se convierte en un profundo ejercicio sobre el valor de la mujer, el profundo de dolor de una persona con poder, y en la habilidad de cambiar, que requiere muchas veces aún más poder y conocimiento que las simples decisiones tiránicas.

Una excelente novela para profundizar en una historia clásica, un ejemplo de la riqueza narrativa e Piñon, que consagran ese poder narrativo que tiene y que la hacen una de las mejores voces de la literatura brasileña y, claro, latinoamericanas.

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