lunes, 13 de abril de 2020

Antígona González: una visión de nuestro presente


Antígona ha sido una obra clásica reinterpretada una y otra vez. Ya sea en la tradicional Grecia, en el Alemania Nazi o en el corazón de la dictadura militar en Argentina, la búsqueda de honor a un hermano ha sido motivo de reinterpretación.

En esta ocasión, Sara Uribe rompe las barreras de los géneros literarios para traer una obra magnífica, Antígona González (2019), que precisamente presenta una nueva visión de la obra de Sófocles.

En la tragedia original se cuenta la historia de dos hermanos que al estar en bandos opuestos de matan. Uno es partidario del rey (tío de éstos) y el otro lo acusa de tiranía, el primero es enterrado con todos los honores y el otro, dejado a su suerte por mandato real. Las hermanas de los héroes caídos viven en Tebas, mientras Ismene decide aceptar el trágico destino, la otra hermana, Antígona quiere complacer a los dioses y enterar debidamente a su hermano, aunque esto lo enfrente al rey. Así comienza una lucha de poder y convicciones, de enfrentamiento entre la ley divina y la humana, de humildad y osadía, todo reunido en torno a la familia y a la figura del rey.

Uribe retoma el conflicto de Sófocles para situarlo en algún lugar del país: una hermana busca el cuerpo de su hermano, que ha desparecido –al parecer- por vínculos con el crimen organizado, o por un secuestro, o por una venganza, o simplemente por el gusto de alguien… lo cierto es que su hermano desparecido ha traído en su hermana Antígona González la necesidad de salir a pesar de los peligros y emprender su búsqueda. “Donde antes tú ahora el vacío. Nadie llamó para pedir rescate o amedrentarnos. Nadie dijo una sola palabra: como si quisieran deshacerte aún más en el silencio.” (19)

Encuentra en el camino falta de ayuda oficial, nada de cooperación de posibles testigos, silencio en todos los rincones. “No querían decirme nada. Tadeo no aparece. No querían decirme nada. Un vaso resbalando de una mano húmeda. El nudo y la náusea. El nudo, pequeñas gotas de sangre fresca sobre los mosaicos.” (16)

Solo escucha voces igual a la suya: otras personas buscando a su padre, su pareja, su hijo, su esposa, su hermano… En este mundo solo hay temor, desesperanza, desolación, ausencia. “Pero ¿cómo no voy a buscar a mi hermano? Díganmelo ustedes. ¿Cómo no voy a exigir su cuerpo siquiera para enterrarlo? ¿Cómo voy a dormir tranquila pensando en que puede estar en un barranco, en un solar baldío, en una brecha?” (23)

Para mucho, incluyendo Antígona, pareciera que lo único es la resignación y el olvido. Las autoridades lo hacen, por qué ella, ellos, no. “Rezo para que tu cuerpo ausente no quede impune. Para que no quede anónimo.” (28)

Escrita a manera de viñetas, la obra está hecha para un montaje, una lectura en atril, combinando diálogos o voces narrativas, mientras la lírica de sus frases asemeja a la poesía, combinada con testimonios arrancados de la realidad de una noticia o de un reportaje, mientras continúa la anécdota inicial a manera de novela.

Lo cotidiano, así como lo trascendental, se fusionan en cada página de esta obra. “Sé que nunca te gustó que no desayunara, pero desde que ya no estás no hay nadie que me regañe por no hacerlo.” (51)

La intertextualidad también se hace presente. Como mencionamos, en una noticia, en un reportaje, en un testimonio recopilado por la autora. “Vine a San Fernando a buscar a mi hermano. / Vine a San Fernando a buscar a mi padre. / Vine a San Fernando a buscar a mi marido. / Vine a San Fernando s buscar a mi hijo. / Vine con los demás por los cuerpos de los nuestros.” (64) La realidad y la ficción se combinan, se fusionan.

Uribe nos orilla a retomar la tragedia original, a identificar su vigencia. “Yo supe que vería una ciudad situada. / Supe que Tamaulipas era Tebas / y Creonte este silencio amordazándolo todo.” (65) Efectivamente, en la obra no hay un rey presente que amenaza a Antígona si viola su ley. Pero al menos está presente. En esta realidad no hay rey, no hay ley, no hay autoridad.

Con un lenguaje llano, que nace de las personas comunes. Con frases o párrafos cortos, con escasos diálogos, pero con una polifonía que ensordece. Y en todo, la ausencia, el dolor. “¿Qué cosa es el cuerpo cuando alguien lo desprovee de nombre, de historia, de apellido?” (68)

Destaca el letimotiv de los vasos, algunas veces llenos, algunas veces vacíos, otras rotos o hechos añicos. ¿La vida, el cuerpo? Su representación puede ser múltiple, y todas certeras.

El texto también combina preguntas y respuestas, retóricas, sobre los desparecidos, sobre lo que ya no está. Lamentablemente, no todas las preguntas tienen respuesta.

Sin duda una obra para reflexionar, una visión arrancada de la realidad que ha generado el crimen y la violencia en nuestro país.

La edición de Cooperativa Editorial y sur+  se acompaña de una serie de notas y referencias que permiten ver esta texto no como una ficción, sino como una realidad llena de voces y de una apremiante invitación final al lector: “¿Me ayudarías a levantar el cadáver?” (101) En la tragedia original Ismene se niega hasta prácticamente alcanzar la locura ¿nosotros haríamos lo mismo?

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