Cuando leí “México, Ciudad de papel” de Gonzalo Celorio (http://literaturaexperienciaviva.blogspot.mx/2012/03/una-ciudad-de-papel.html)
me fascinó la visión de una ciudad que, por sus propias características, se
convierte no solo en un conjunto de calles y casas, sino es la protagonista de
su propia historia.
Esa visualización la encontré nuevamente en “También Berlín
se olvida” (2004) del mexicano Fabio Marábito, una narración ágil, personal, a
un ritmo lento pero suficiente para disfrutarse.
Formada por 13 viñetas, la narración va buscando los ríos,
el transporte, los restaurantes, los monumentos, los rincones, y las costumbres
que durante casi 900 años, dos guerras mundiales y una incesante migración le
han llevado a ser una de las grandes ciudades de Europa.
Cosmopolita y a su propia manera, Berlín encierra su propia
vida, incluso una cultura propia: el desquiciante respeto por no “entrometerse”
en el choque de dos automóviles o en la vida del vecino, hacen que un
latinoamericano se pregunte si está viendo un comportamiento correcto.
Los autobuses y sus rutas, la panadería, el frío, todo se
convierte en un pretexto para comparar culturas e invitar a la reflexión. Incluso
una amplia visualización sobre El muro (que a fin de cuentas ya hay varias
generaciones que no tienen este concepto en su pensar cotidiano) y su caída se
dibuja como forma alterna para recuperar la historia. “Puesto que los fantasmas
son más persistentes que los seres vivos el muro es tal vez la primera
edificación humana que obedece a un anhelo de perpetuidad” (P56) Y, como una
Europa que en cada calle conmemora un hecho histórico, este conjunto de
ladrillos y cemento ha desaparecido como ruina, y pareciera que de la historia.
Sin embargo “éste es el verdadero sentido de las ruinas: no devolvernos al
pasado sino salvarnos de él.” (P56)
Como desdoblamiento, la narración conlleva el propio proceso
creativo del autor. Y también la lengua, que totalmente ajena a la propia,
invita a conocerse en la práctica, no en la teoría. “En el aprendizaje de una
lengua extranjera existe siempre un elemento irracional que hace que el
aprendiz cultive la ilusión de que a través de esa lengua penetrará en una
nueva región del ser” (P77) Conocer la ciudad o a sus habitantes, se vuelve
solo un pretexto para desglosar, valga la redundancia, la lengua.
Caminando por sus aceras -con el color gris que la envuelve-, Morábito nos lleva a ese mundo
personal, a una aventura que invita a conocer la ciudad, comprender su lengua,
vivir su literatura. Una excelente recomendación, claro, antes de viajar a la
ciudad.