Leer
a Cristina Rivera-Garza siempre es un reto. En este espacio hemos comentado una
parte de su diversidad creativa: la novela La cresta de Ilión (En Lo incierto y el secreto:
La cresta de Ilión http://literaturaexperienciaviva.blogspot.mx/2015/02/lo-incierto-y-el-secreto-la-cresta-de.html),
la antología de cuentos La frontera más distante (El cuento, la frontera más
cercana http://literaturaexperienciaviva.blogspot.mx/2013/05/el-cuento-la-frontera-mas-cercana.html)
y su trabajo como editora en el excelente ejercicio Rigo es amor, Una rocola a
dieciséis voces (Una de música: Rigo es
amor http://literaturaexperienciaviva.blogspot.mx/2016/04/una-de-musica-rigo-es-amor.html)
Modificando los
límites de los géneros literarios, Cristina Rivera-Garza se lanza a una
revisión de lo humano, reflexionar sobre
nuestras fobias y gozar nuestras alegrías, combinando narrativa, periodismo,
lírica, sus textos se convierten en un ejercicio para el lector: hay que estar
pendiente de sus pistas, sus recursos, sus mensajes secretos.
En El Disco de
Newton, Diez ensayos sobre el color (UNAM-bonobos, 2011) la autora se inspira
en una teoría del físico Newton para indagar sobre el color y las relaciones
humanas. De hecho, la introducción al texto hace una revisión entre lo físico y
lo filosófico del color.
En sus diez fragmentos
o viñetas, la autora combina un verbo y un color, para provocar al lector este
ejercicio de estar “activo”, como el disco de Newton que al girar se combina y
produce una nueva sensación: Despejar, Conjugar, Mercuriar, Adorar, Avizorar,
Vapulear, Desparpajar, Fosforecer, Reencarnar, Unir. Así, a cada infinitivo
comienza una serie de frases que rayan en lo lírico.
Entre lo histórico
y lo personal, las viñetas van indagando lo humano. “Había algo de humano en
todo aquello.” (13)
Las temáticas, como
los infinitivos, son variados. “La culpa es, a veces, una emoción.” (15); “Siempre
hay algo mórbido en el acto de soñar.” (15); “Las casas grandes se acomodan a
la soledad de sus habitantes.” (46); “Las letras de la palabra Adán son las
mismas que componen la palabra Nada.” (53)
Muestra de
erudición, en cada color se enfatizan los matices, “El cielo no había estado
nunca tan azul.” (46), y a la vez se habla de personajes, emociones, autores,
citas, referencias literarias y artísticas, en fin, se hace una acumulación de
obsesiones y conocimientos diversos.
El acto de narrar,
casi leitmotiv en la obra de Rivera-Garza, aquí se identifica: “La primera
tentación es, ciertamente, narrativa” (31)
No solo los colores
se viven, también los sonidos. “Pero el eco del grito que escapa de la garganta.”
(35) Así, todos los sentidos se activan al hacer girar el disco.
Y como una
dominante del lenguaje, otra gran característica de su obra, la autora nos
invita a la reflexión: “El queísmo es una enfermedad pasajera aunque no ineludible, del lenguaje.” (39)
En sus poco más de
50 páginas, se hace una revisión completa de colores, emociones y sentimiento. Un
texto no sencillo, sino denso en su estructura y desarrollo. Que lleva, como
dijimos antes, a este ejercicio activo del lector. Además, la forma del texto permite, precisamente, múltiples interpretaciones y sensaciones.
Entre lo lírico y lo
narrativo, un buen ejercicio para adentrarse en Cristina Rivera-Garza, su forma
de escribir y su temática.