lunes, 25 de marzo de 2019

La otra cara de la historia: El turno del escriba


Graciela Montes y Ema Wolf ganan el Premio Alfaguara de Novela 2005 con una visión diferente de la historia: El turno del escriba (Alfaguara, 2005)


Con un ritmo lento, abundantes descripciones, visión histórica a detalle en lo urbano y en los detalles sociales, la novela se ubica en los albores del siglo XIII, cuando las ciudades eran verdaderos estados autónomos, y más aquellas ubicadas a las orillas del mar.

En este contexto histórico quien habla varios idiomas, preso o no, tiene oportunidad de sobrevivir, de regresar a su ciudad, de vivir nuevas aventuras así Rustichello ha logrado pasear entre celdas, conocimiento de viejos ricos, fortunas derrochadas, promesas comerciales en el mar.

Un día, uno de esos prisioneros, casi vendido al mejor postor, murmura una extraña historia de un país lejano, del lejano oriente, oriente de la Europa que pelea por las rutas comerciales, y se niega a aprender de otras culturas.

Entre esos balbuceos el escriba –el oficio que realmente le ha permitido sobrevivir- comienza a traducir sus palabras, a escribir una historia que de tan real parece fantástica. Exagera número, situaciones, personajes, todo aquello que nutra esa rica realidad-ficción que le ofrece el prisionero.

Detrás de actas, de sentencias, de trozos de papel o de cartón, cualquier cosa es importante para contar la historia que puede darle la oportunidad de llegar con un mecenas, retomar su nombre y así, posiblemente cambiar el curso de la historia.

A un ritmo lento, con pocos diálogos, muchas introspecciones y a la visión totalizadora de un narrador omnisciente, los pocos personajes de la novela conforman una recreación histórica a detalle, mientras la sencilla anécdota recrea la voz de Marco Polo que se ha perdido en la historia. Aunque al escriba ahora le toca su turno.

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