lunes, 29 de abril de 2019

La sociedad de las normas morales: The handmaid’s tale


El futuro de nuestra sociedad ha sido un tema recurrente en la literatura contemporánea. La crisis humanitaria, la crisis política, lo visión tecnológica y el devenir del propio ser humano han llenado páginas, poemas, ensayos.

Desde “Un mundo feliz” y “Las crónicas marcianas”, los futuros literarios han planeado una sociedad que busca funcionar en sí misma, con nuevas leyes, aprendiendo del pasado y con la mirada hacia algo mejor.

En este contexto, Margaret Atwood escribe en el no tan lejano 1986, The handmaid’s tale (2017) una visión “distópica” en lo que hoy es Estados Unidos. En la novela, que parece más vigente que nunca, se plantea una sociedad donde existen serios problemas de fertilidad humana, de tal forma que las mujeres que se pueden embarazar son seleccionadas y “resguardadas” en una zona aislada, donde se siguen estrictas normas. Todo por el bien de la humanidad.


La guerra envuelve a estas tierras, donde los pocos niños se crían de acuerdo con las normas de esta sociedad: cada quien tiene un papel importante en la sociedad, unos siembran, unos gobiernan. 
Existen lugares distantes donde se compran otros objetos e se intercambian mercancías. Pero no todos pueden salir a estos lugares, menos las mujeres.

En la muralla que resguarda a esta nueva sociedad se cuelga a los traidores: quienes no siguen las leyes morales, quienes en el pasado fomentaron el aborto o las malas costumbres, quienes no siguen las órdenes del duro régimen. El gobernador o comandante es quien tiene acceso a libros o a bebidas alcohólicas, los demás no pueden, porque es negativo. Los guardias, los guardianes de las buenas costumbres, los médicos autorizados.

Y entre las mujeres (dedicadas a tareas propias del hogar como la cocina, la costura, y claro, el cuidado de sus embarazos y la crianza de los niños) también hay niveles: quienes resguardan la moral, quienes llevan a las criadas ante el comandante para su apareo, quienes coordinan las tareas domésticas.

La protagonista Offred tiene sus sesiones periódicas con el comandante, estrictamente para fines de procreación, ante los ojos de las vigilantes. Pero no siempre estuvo ahí, no siempre aceptó este destino, no soñó con este sometimiento.

Con diversos saltos temporales en la narración, la escritora canadiense nos va presentando “el pasado” de la República de Gilead, cómo un nuevo y poderoso puñado refunda la patria actual, mientras los personajes pasan del amor a la traición: una vez amante, otra esposa, Offred (cuyo nombre real no logramos conocer) se casó y tuvo una niña, pero al transformarse la sociedad es detenida y enviada al Centro Rojo para su reeducación. Ahí en donde empieza la pesadilla.
Una excelente alegoría de los límites de un gobierno que busca controlar la moral, muchas veces con destacada contradicción, mientras las personas luchan por sobrevivir, por no hacer algo prohibido, por respetar las normas… aunque las mismas autoridades las violen.

A pasos firmes entre la noche y los espacios clave de la ciudad (el lugar de educación, el despacho del comandante, el consultorio, entre otros) los personajes van dialogando sobre situaciones clave, con diversas descripciones que complementan el texto, y las intervenciones del narrador que nos permiten reconstruir el punto de partida de la novela.

Un buen estilo que con un lenguaje exacto construyen una sociedad tan distante como posible… más que una amenaza, un interesante ejercicio de visualización de nuestros propios límites como humanos y las consecuencias de nuestras propias limitaciones.

La edición de Anchor Books se acompaña por una valiosa introducción de la autora a raíz del éxito de la novela -tan popular como un filme o una serie de televisión, y ahora, una segunda novela que busca resolver las situaciones planteadas en este rico texto.- y una serie de notas históricas que se dio en una convención internacional de historiadores; ambos muy ricos para contextualizar y entender la novela, su origen y su porvenir.

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