lunes, 25 de noviembre de 2019

Otra de poesía, Una antología personal de Piedad Bonnett



Y al toparme Feria del Libro Monterrey en el Fondo de Cultura Económica la versión de sus poemas en “Los privilegios del olvido: antología personal" (Tierra Firme, 2008), descubrí su vasta obra poética. El lenguaje lírico de su narrativa adquiere aquí una nueva dimensión en la poesía: los momentos cotidianos son ahora postales poéticas.

La antología recopila poemas destacados de 6 publicaciones anteriores: Tretas del débil (2004), Todos los amantes son guerreros (1998), Ese animal Triste (1996), El hilo de los días (1995), Nadie en casa (1994) y De círculo y cenizas (1989), así como el prólogo La poesía de Piedad Bonnett: Un lugar para lo genuino de José Watanabe.

Entre los más de 100 poemas aquí compilados, un número de ellos carece de título, pero no sentimientos. Pareciera que todo es un pretexto para la poesía: los cometas, los árboles, la naturaleza, los gatos, las palabras, el paisaje, la luna, la noche, el poema, las reliquias.

Desde las primeras hojas destaca el poema 3 (23)
“Comprobaste
con asombro dolido
que no era bella tu muñeca reciente.
La vida incompasiva no había puesto en mis ojos
el verde musgo que alumbraba los tuyos.
y sí una fea mancha carmesí
sobre el labio infantil. Pero, puesto que la belleza era tu credo,
ibas a batallar contra la injusta
naturaleza. (…)”

El duro arte de crecer y el asombro de quienes nos toca atestiguarlo.

El enfrentamiento, casi miedo al primer amor y, de nuevo, el crecimiento, domina en el poema 5 (25)
“Tenía miedo de tu miedo
y miedo de mi miedo. (…)
Yo pensaba que el mundo era cosa de hombres,
mientras mis senos
crecían en abierta rebeldía.”

La muerte es otro tema en su obra. En el poema 12, asombra la muerte de un niño, y precisamente una menor de edad pregunta “¿No era la muerte sólo de los viejos?” (28) Mas que dolor, produce asombro.

En el poema 18 (33), que aquí pongo íntegro, la muerte, las ausencias y lo cotidiano se hacen presentes:
“Desde la ventanilla del viejo bus
veo el mundo correr,

los árboles correr,
correr el viento,

el niño que dice adiós correr,
el postigo, la alambrada, el camino.

¿Son ellos
los que se van
son ellos los que huyen?

Mi hermana y yo llevábamos abrigos:
ella rojo y yo azul,

mi hermano duerme.

No lloren,
madre,
padre,

el llanto de un adulto es una piedra
en la espalda de un niño silencioso.”

Y el crecer, siempre despierta temor, recuperar o dejar ir la niñez:

21 (36)

“Allá abajo
la ciudad nueva, la inventada por ti,

Que ahora te retocas los labios,
te embelleces para ella.

Qué bonita
familia,

Como para un retrato.

Abran, niños, los ojos
y sonrían.”

Las personas dejan de ser entes para ser los viajeros, el hijo pródigo, los estudiantes, los forasteros, el vigilante, un hombre con miedo.

Destaca El hijo pródigo, que reinventa la fábula evangélica para decir:

“Ya no teníamos pasos, ni pies, sólo la furia
de tener que vivir y en la memoria
el rescoldo aún tibio de nuestros pobres miedos (…)

Decidí regresar
porque la muerte allí es más mía que esta muerte.” (44-45)

Quienes estudiantes – Los estudiantes (47)- también brotan de lo cotidiano para convertirse en poesía:

“Los saludables, los briosos estudiantes de espléndidas sonrisas
y mejillas felposas, los que encienden un sueño en otro sueño
y respiran su aire como recién nacidos,
los que buscan rincones para mejor amarse
y dulcemente eternos juegan ruleta rusa,
los estudiantes ávidos y locos y fervientes,
los de los tiernos cuellos listos frente a la espada,
las muchachas que exhiben sus muslos soleados
sus pechos, sus ombligos
perfectos e inocentes como oscuras corolas,
qué se hacen
mañana qué se hicieron
qué agujero
ayer se los tragó
bajo qué piel
callosa, triste, mustia
sobreviven.”

La muerte se presenta de nuevo en Regreso, To be or not to be y Oración (55)
“Para mis días pido,
Señor de los naufragios,
no agua para la sed, sino la sed,
no sueños
sino ganas de soñar.
Para las noches,
toda la oscuridad que sea necesaria
para ahogar mi propia oscuridad.”

Certeza nos regala un poderoso final, paradójicamente, sobre lo que es ésta:
“No tenerte
es esperar
confiada
que no llegues.” (61)

Nos pone a pensar en el deseo y el sexo con Los hombres tristes no bailan en pareja, Voyerismo, y Porque es sola la noche.

Y las cuestiones comunes también: las siestas, la certeza, el caleidoscopio, las señales, los espejos, las tareas domésticas, las noticias, las caricias. Eso queda plasmado en Rito, La venadita, [Por la ventana contemplo], Revelación (112):
“De niña me fue dado mirar por un instante
los ojos implacables de la bestia.
El resto de la vida se me ha ido
tratando inútilmente de olvidarlos.”

Las cosas que pasan desapercibidas como el baile, la sonrisa, el adiós, el llamado, el proceso digestivo, los sueños, la fiesta, el nombre.

Ahí destacan Cuestión de estadísticas, Biografía de un hombre con miedo, Sólo tu nombre (139):
“Pienso en la dulzura de poseer sólo tu nombre
e ignorar todo e inventarlo todo, salvo tus ojos, su infinita
oscura soledad y la furiosa
presencia de la sangre en tus arterias, el palpitante
arrullo de tu pecho que no he oído, yo que debo callar
mientras te alejas, mientras te acercas pálido, invencible
a mi noche en que el tiempo no te toca, sin ayer, sin mañana,
desnudo como un ángel que no puede
remontar las fronteras de mi sueño.”

Más adelante destaca Soledad de dos, Ocurre, Mapa, Soledades.

La escritura, se ha dicho muchas veces, es la invocación o la recuperación de la memoria, pero también de lo cotidiano que se convierte en extraordinario. Lo anterior queda plasmado en Precisamente (88-89):
“Mientras escribo este verso
millones y millones de seres respiran todavía en mi viejo planeta.
Prueba aquél una amenaza y descubre un gusano entre su pulpa.
Una mujer escribe una carta y solloza.
Abre la tierra este otro con sus manos, y transpira y no piensa.
Y en una esquina una muchacha espera a un hombre que no llega.
Miles de hombres y mujeres abren sus ojos y recuerdan su cuerpo y sus tareas.
Cientos de esófagos, de glándulas, de hígados, hacen su inocente trabajo
y el amor resucita caricias a un millón por segundo
y alguien se juzga feliz
y un hombre compra una cuerda y la cuelga
del árbol que en su patio florece.
Tosen, cantan, defecan, multiplican, parten su pan, aceitan su paciencia,
bufan, escupen, besan, timan a su vecino,
mienten, mienten y ríen, mienten sinceramente y apuñalan
o leen un poema,
y éste se hace un bistec y aquél cae de bruces y ya no se levanta,
y Rosa estrena su vestido verde,
y Allan le ha pegado a su joven mujer y se emborracha
y Gore cría peces en su bidet y apesta
y Lina se masturba
y Pedro se masturba
y Amarilis se pinta las uñas y camina desnuda por su cuarto en penumbra.
Millones de hombres y mujeres respiran mientras que yo te busco en la memoria
y te maldigo a ti
imposible y único
precisamente a ti
precisamente.”

Una extraordinaria antología para capturar lo efímero, lo cotidiano, el amor, el deseo, y mucho, mucho que el olvido nos permite privilegiar y, en contra parte, recordar a cada momento.

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