La novela Shanghai Baby de Wei Hui (2003, Booket) se promovió
como “el libro prohibido en China”… y con rotundo éxito.
El texto plantea una de las ciudades que mayor
transformación hacia lo occidental ha tenido en el territorio chino a partir de
la apertura comercial en la década de 1990: Shanghai. Privilegiada por su
ubicación geográfica, con una amplia salida al mar, su catalogación como zona
económica especial relevó a sus habitantes las ventajas de una economía libre
(pero controlada)
Esto trajo no solo una enorme cantidad de extranjeros hacia la
ciudad, la comercialización desquiciante y el crecimiento de la propia ciudad,
sino los vicios y las “malas costumbres”: la droga, el alcohol, el sexo, la
socialización desmedida… el contrasta generacional se volvió enorme y la
sensación de búsqueda y de perdida de una cierta generación, apareció aquí.
La protagonista Cocó, como la famosa diseñadora francesa, tiene
publicada una novela y algunos cuentos, goza de cierta fama y tiene lo que
puede desear cualquier mujer moderna: un apartamento, libertad para andar por
la ciudad, un ingreso más o menos estable, vive con su novio… pero aquí
comienza “lo prohibido”: el novio es impotente y ella, se puede decir, es
amante del sexo.
Las descripciones de sus deseos y sus satisfacciones rompen
con tabús en China (y claro, con mucho de la literatura escrita por mujeres), y
no solo eso, sino la vivencia de sus amantes y encuentros también se nutren.
El novio, Tiantián, es un sensible y talentoso ilustrador, abandonado
por su madre que viaja España –no regresa y solo le dice que su padre ha
muerto, enviándole las cenizas- sabe de su dolencia y no limita a Cocó… su
refugio son sus herramientas de dibujo y las drogas.
La pareja se mueve en el ambiente cultural de la ciudad, lo
que permite conocer a un abanico de personajes cuyos excesos y vivencias sin
límite, también forman parte de este universo “pervertido”, propio de la
contaminación de occidente.
La novela va a ritmo lento pero preciso, con un amplio
conocimiento de la cultura popular mundial, y con epígrafes en cada inicio de
capítulo, diálogos abundantes y un toque de lo místico y espiritual propio del
lejano oriente.
En el argumento, Cocó intenta escribir una nueva novela (y
toda la descripción del mundo literario en ese país es muy interesante) y con
ello es capaz de estar días completos en bata, satisfaciéndose y avanzando todo
lo más posible en la historia por contar. Mark, un alemán que queda prendido de
ella en una fiesta, será el triángulo amoroso que detone la adicción de
Tiantián y el regreso imprevisto de la mamá de éste.
Narrada en primera persona, la novela se convierte en una
muestra de los excesos y los límites que puede vivir la nueva generación de
chinos ante ciertas libertades –o libertinajes- de occidente, y en cierta medida
la nostalgia por una forma de ser que no regresará, y que posiblemente no
quieren muchos que así sea.
Se vuelve un texto divertido, honesto, franco, sin filtros a
veces, con una sinceridad que, seguramente, es lo que hace un texto atractivo. Posiblemente
en la tradición de El amante de Lady Chatterley o Trópico de Cáncer, la novela
busca simplemente narrar las vivencias y las sensaciones, con un marco cultural
e histórico que la hacen una pieza valiosa por conocer.
Para vivir de otra manera las consecuencias de esta apertura
comercial en el país asiático y cómo los jóvenes, no importa dónde vivan,
buscarán siempre expresarse sin limitaciones.