Antes de su consagración con el Premio Pulitzer en 1999 por The hours (Las horas: El tiempo y su paso implacable, comentado en este espacio en http://literaturaexperienciaviva.blogspot.com/2010/02/el-tiempo-y-su-paso-implacable.html) el autor norteamericano Michael Cunningham nos ofrece una novela sincera, profunda reflexión de lo humano, llevada a la pantalla con un gran reparto. A home at the end of the world (2004, Picador, Farrar, Strauss and Giroux)
En esta historia convergen tres personajes multidimensionales:
Bobby y Jonathan, viejos amigos que se encuentran muchos años después y Clara,
mujer dueña de si vida. Nacidos en una pequeña población de Estados Unidos, Bobby
y Jonathan son dos opuestos: introvertido y extrovertido, padres involucrados,
padres “despistados”, un seguidor y un auténtico joven. Entre ellos nace una
amistad profunda: viven la juventud al máximo, el despertar sexual, los tiempos
de cambios. Eventualmente Bobby pierde a su familia y “se adopta” en la familia
de Jonathan, como un hijo más, estará con ellos en las buenas y en las malas,
en la salud y en enfermedad.
Al paso de los años, Jonathan va a Nueva York y se acomoda
naturalmente a una de las ciudades más pujantes en Estados Unidos. Bobby
permanece en su ciudad natal, hasta que cierra el tradicional cine de su padre;
y éstos deciden mudarse al sur del país
en busca de un clima que asiente mejor su salud.
Bobby entonces decide ir a Nueva York, donde Jonathan lo
recibirá en el departamento que comparte con Clara, mujer independiente,
consciente de la sexualidad de su compañero de piso, recibe al viejo amigo y se
convierten en un peculiar trío que poco a poco vivirá al máximo su vida.
La estructura de la novela por capítulos, centra su narrativa en los tres protagonistas y Alice, la mamá de Jonathan, confidente de ambos –ahora- adultos jóvenes.
Las vivencias en esta gran ciudad pondrán a prueba la amistad,
la fidelidad, el amor en tiempos contemporáneos, la homosexualidad, el trabajo,
el ritmo de vida urbano… todo para retratar a un personaje más de la novela: la
gran manzana.
A un ritmo lento, el autor va desarrollando profundamente a
estos personajes, capaces de reír, de llorar, de extrañar, de amar
apasionadamente. Pero a medida que se vive la década de 1980, una extraña
enfermedad se adueña de Jonathan. Mientras el peculiar tercio decide dar un
paso singular: tener un hijo.
El hijo y la enfermedad provoca en la pareja dar un paso
decisivo: aprovechar una herencia de Bobby y mudarse a su pueblo natal. El contraste
en esta vida provoca un shock en los personajes. Una dinámica familiar
diferente, el trío pone un restaurante que se convertirá en referente en la población.
Así, los personajes se desarrollan en todos los sentidos, para arrancar de la
realidad esa vivencia que nos hace, finalmente, profundamente humanos.
Ubicados –para estos jóvenes citadinos- en casi el final del
mundo, la casa se convertirá en un hogar para la familia, en la oportunidad de
vivir plenamente y disfrutar todo aquello que los mantiene unidos.
Un claro ejemplo del amor en nuestros días, de los ritmos de
nuestra vida y los desafíos que los tiempos modernos ofrecen para vivir. Un autor
que demuestra su maestría en la construcción de personajes y presentar
historias, arrancadas de la realidad y aleccionadoras.
En este espacio también comentamos Specimen days: tres
muestras de la realidad (http://literaturaexperienciaviva.blogspot.com/2019/01/specimen-days-tres-muestras-de-la.html)
con una estructura similar a Las horas, donde conviven el pasado, un presente y
un futuro deshumanizado.
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