viernes, 3 de diciembre de 2010

Una reflexión sobre "el canon occidental"

Introducción: El canon occidentalHablar de grandes autores y grandes libros siempre nos ayuda a formar un criterio analítico. Inclusive, saber cuáles son aquellos autores que siguen leyéndose y –por qué no, imprimiéndose- nos permite inclusive entablar una plática con personas desconocidas. ¿Has leído el Quijote, sabías que Joyce es considerando un innovador? Entre otras ideas. Claro, siempre queremos leer aquello que los eruditos han leído, tal vez si leemos lo mismo ¿tendremos sus mismas ideas? En fin, entre autores importantes, lecturas básicas y juicio innovadores, debemos centrarnos en consultar a los autores clásicos –que a fin de cuentas forman el canon, especialmente el occidental- y tomar estos conocimientos para juzgar nuevas aportaciones, nuevas formas de expresar y proyectar sentimientos, pieza esencial de cualquier narración.

Parte 1. Cuatro miradas complementariasEn este sentido Foucault se lanza a reflexionar en 1970, sobre los discursos y la esencia del poder en cada uno de ellos. ¿Qué es lo evidente en un texto cualquier? La carga ideológica que un grupo determinado pretende proyectar. De esta forma, la realidad a su alrededor se plasma y llega a las masas –cuando éstas leen, claro-; aunque otras veces no permiten su permanencia en el tiempo. En sí, dice el autor “supongo que en toda sociedad la producción del discurso está a la vez controlada, seleccionada y redistribuida por un cierto número de procedimientos que tienen por fundamento conjurar los poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y temible materialidad.” (Foucault 11) De vemos podemos justificar ideologías como la socialista: en Rusia sólo se publicaban historias que exaltaban el sentimiento nacional de pertenencia, pues ellos mismos censuraban toda crítica presentada. Vemos se puede ir más allá del poder político; también aquellos temas “tabúes”, de los cuales se puede hablar o no con libertad; por ejemplo, México en 1968, si bien no existe un canal oficial de censura, durante años la prudencia fue la forma más certera de callarse. Ligo lo anterior con otra idea de Foucault: “Los discursos que se dicen en el curso de los días y las conversaciones que desaparecen con el acto mismo que los ha pronunciado; y los discursos que están en el origen de cierto número de actos nuevos de palabras que los reanudan, los transforman o hablan de ellos, en resumen, discursos que, indefinidamente, más allá de su formulación, son dichos, permanecen dichos, y están todavía por decir.” (21) Aquí interpreto que hay ideas que buscan permanecer en la literatura o cualquier expresión hablada o escrita de la sociedad, y quién más que aquellos en el poder que controlan dichos temas o palabras.

Reisz (1989) hace una interesante reflexión sobre qué es literatura. ¿Un texto policiaco-jurídico, una carta de vecinas, una especia de sudoko? Todo puede ser y no literatura. Para saberlo hay que ver el contexto y responder ¿logra recrear un universo por sí mismo? Cuando lenguaje y sentimiento se combinan para hacerlo, es cuando lo logra, entonces estamos ante algo literario. Recuerdo aquí un término de Vargas Llosa: la novela total; aquel universo escrito que permite recrear un universo en sí mismo, de tal forma que independientemente de la época escrita o leída, podemos reconocernos o plantear una idea ficticia. “Nuestro conocimiento de las convenciones novelísticas de nuestra época y, eventualmente, de los mundos reales evocados en la obra, nos ayudará a percibir que el autor se distancia de las marcas letales que impone a ambos pasajes y con ellas parodia …” (Reisz 19) La reflexión va hacia conocer el contexto histórico y permitir reconocer que sí es literatura y que no. A lo largo de la lectura, la autora retoma el viejo concepto aristotélico de “imitación” o “mímesis”, indicando que si logramos precisamente reproducir el mundo, entonces estamos ante algo literario; pero no debe ser una realidad-real para que estemos seguros de ella; por el contrario, es una “ficción” tan real que la consideramos probable y viable. Más adelante coincide con Foucault: lenguaje y construcción es una especia de poder, donde el nivel poético del lenguaje es aquel que permite la recreación de universos alternos o ficticios; lo incluyente o excluyente, en este sentido, está dado por las bases mismas del poder, tanto de las personas como del lenguaje mismo.

Bloom por su parte, en la introducción a su texto “El canon occidental” (1994) va más allá del poder y del lenguaje, para darnos una visión muy concreta: Occidente tiene una producción literaria especial y hay que valorarla; casi en tono religioso, pareciera que seleccionamos” “ungidos” que son ejemplos de grandeza, de sentimientos y formas, de formas de pensar autónomas. En este sentido, realiza una profunda reflexión sobre qué es la literatura para este lado del mundo y quiénes logran darle una personalidad única: Shakespeare con su invención o reinvención de lo humano va al centro, y de ahí hay autores anteriores y posteriores –una especie de antes y después de Cristo-. Y sobre todo reflexiona sobre la finalidad de éste: “Leer a los mejores escritores –pongamos a Homero, Dante, Shakespeare, Tolstoi- no nos convertirá en mejores ciudadanos. El arte es absolutamente inútil, según el sublime Oscar Wilde, que tenía razón en todo.” (Bloom 25-26) Inútil en los términos prácticos occidentales, pero sumamente profundo para lo oriental. Después el autor narra el origen de este listado de grandes autores, quienes han destacado por compilar en sus páginas estética y sentimiento; curiosamente, quienes van entrando en el canon son aquellos reaccionaron que combaten las normas establecidas; pero precisamente su valor para romper normas es aquello que permite una evolución en la forma de escritura. “La originalidad se convierte en un equivalente literario de términos como empresa individual, confianza en uno mismo y competencia, que no alegran los corazones de feministas, afrocentristas, marxistas, neohistoricistas inspirados en Foucault o deconstructivistas; de todos aquellos, en suma, que he descrito como miembros de la Escuela del Resentimiento.” (30) Si bien una visión reduccionista, no hay que negar que considera la originalidad como la clave del destacamiento. ¿Quiénes lo logran? Aquellos que realmente tienen la fortaleza para decir las cosas en una forma diferente.

Finalmente, Mignolo comienza a diferencias entre los términos canon y corpus, dos entidades que coexisten y no pueden negarse mutuamente. “ … el canon (concebido en términos de estructuras simbólicas de poder y de hegemonía) se convierte en una parte del corpus (concebido en términos de estructuras simbólicas tanto de poder y hegemonía como de oposición o resistencia a través del espacio social) …” (Mignolo 25) Curiosa distinción, pero aceptable para los términos de Bloom; canon es aquello que permanece por un poder –de nuevo el término trabajado por Foucult-; mientras cuerpo es aquello cercano a la gente, que involucra alternativas o impactos más reducidos. En otras palabras “… mientras el canon implica además de la particularidad de las obras que lo representa, la canonicidad de los géneros que se actualizan en tales obras, el corpus queda abierto a las alternativas de oposición y de resistencia que coexisten con la representatividad genérica del canon.” (26) ¿Entonces el corpus debe conocerse? Para esta perspectiva de los estudios culturas, interpreto, es un sí. De esta forma, podemos conocer aspectos culturales complementarios a los grandes grupos del poder –a fin de cuentas en el canon, hablando de literatura- que van conformando la sociedad complejas donde cohabitamos diariamente –por un decir, esa literatura de las minorías sexuales o de género, incluso de acceso a la educación-. El texto va retomando conceptos de cultura, trascendencia, inclusive de ficción y no ficción, folklore y todo aquello que permiten un análisis más integral de las cuestiones a nuestro alrededor.

Con los cuatro artículos revisados llegamos a un complemento: reflexionamos sobre el lenguaje y su expresión, sobre el poder y, en especial, sobre la cuestión de textos valorizados y aquellos que debemos considerar en un futuro próximo: renovarse o quedarse ahí.

Parte 2. Análisis comparativo Bloom y MignoloUno define lo canónico, el otro lo cuestiona. Bloom indica la trascendencia de ciertos autores y Mignolo retoma aquellos ignorados –como si la Escuela de los Resentidos en uno apresta y en otro se revalora-. En este sentido último, Bloom plantea qué autores y por qué consideramos sus obras como clave para nuestra cultura occidental; mientras Mignolo nos invita a reflexionar sobre esos textos y autores, cuyas temáticas nos permiten un estudio multicultural más acertado: las sociedad no se conforman sólo por las élites, sino también por las minorías.

Por una parte, “Las defensas ideológicas del canon occidental son tan preniciosas en relación con los valores estéticos como las virulentas críticas de quienes, atacándolo, pretenden destruir el canon o abrirlo como proclaman ellos.” (Bloom 32) Por otra, “Mientras que el canon pareciera implicar una relación de tipo substancial entre prácticas discursivas y paradigmas culturales, el corpus necesitaría sólo de una manejable delimitación espacial y temporal, Mientras el canon implica cuestiones de identidad… el corpus necesita de parámetros locativos …” (Mignolo 28-29). Dos ideas interesantes, pues para uno lo clásico es lo valioso e innegable, mientras para otro eso menor es aquello que finalmente dimensiona una literatura. Es creer que sólo lo occidental o lo dominante es lo “bueno” mientras que lo oriental y lo menor no merece ser leído.

Otra idea comparativa. “… aquellos que son capaces de escribir una obra canónica ven sus textos como algo mucho más importante que cualquier programa social, por muy ejemplar que éste sea. La cuestión clave es la contención, y la gran literatura insiste en su autosuficiencia ante causas más nobles: el feminismo, la cultura afroamericana y todas las demás empresas políticamente correctas de nuestro tiempo.” (Bloom 38) Mientras que Mignolo retoma un estudio de Harrison: “Prácticas marginadas por el canon literario latinoamericano y por la definición implícita de la literatura, que habían sido relegadas al “folklore” o a la apropiación oximorónica de “literatura oral”, ocupan en el libro de Harrison una dimensión equivalente a la de las “grandes obras” literarias” (29). Un contraste valioso: para uno lo menor e intrascendente por su forma no totalizadora, es para otro la materia prima de su estudio.

Estas visiones diferentes tienen sus puntos a favor: un canon bien delimitado y establecido permite un estudio más preciso de las obras y su aproximación a ellas mismas; y una vez que estas reglas se establecen, podemos entonces “abrir” el canon y decir: qué es lo revolucionario, el tema mínimo, la minoría… todas aquellas voces que realmente presentan una parte de la sociedad. No niego la exista de un canon básico, pero éste debe permitir también ese cuerpo textual que nos haga ver otras realidades, esa es la única forma de construir una sociedad más igual. Si bien para Bloom esto es “inútil”, para la perspectiva de Mignolo es valorizada, sobre todo por la aproximación cultural que se puede construir de una sociedad en particular.

Conclusión: canon o corpusSi deseamos la construcción de una sociedad más incluyente, donde todas las voces son más valiosas, hay que buscar consolidar un cuerpo que, precisamente, nos permitan combinar experiencias, sentimientos, estructuras, representaciones que nos definan cómo somos y cómo seremos.

Definitivamente una universidad o colegio que habla de humanismo, un canon es contraproducente, pues limita esa libertad de pensamiento que se busca; un cuerpo es más amplio, pues puede contener a los clásicos y a los alternativos. El acceso a la información, puntos de venta o distribución, y en especial, preparación para la lectura, son los factores que pueden facilitar esa apertura a “escuchar voces nuevas”.

En este sentido, reafirmo que la construcción de un cuerpo con clásicos y nuevos valores es vital para una mejor sociedad: la disponibilidad de una literatura que incluya más allá de simples textos, sino verdaderas representaciones estéticas una vida que evoluciona diariamente.
Para la investigación realizada recientemente sobre la producción local, es una forma de abrir el canon, de fijarnos en el corpus. El canon puede ser un Vargas Llosa, Neruda, García Márquez, Cortázar, Borges, por mencionar algunos; pero el corpus incluye todos esos autores locales que nos quieren hacer ver que no todo es realismo mágico o intelectualismo; es también cabrito y desierto, cuestiones de soledad o permanencia de los momentos ínfimos. En sí, nos permite reconocer que en la pequeña producción literaria también pueden existir grandes voces o gritos que denuncian una situación particular, presentan una realidad alternativa o, simplemente, nos dejan entrever que somos una sociedad diferente, en busca de su propia definición.


Referencias bibliográficasBloom, Harold. (1994) "An Elegy for the Canon". En H. Bloom, The Western Canon. The Books and School of the Ages New York: Harcourt Brace. PP. 1-39.
Foucault, Michel. (1980) El orden del discurso. Barcelona: Tusquets. PP. 38-64.
Mignolo, Walter. (1994-95) "Entre el canon y el corpus. Alternativas para los estudios literarios y culturales en y sobre América Latina". Nuevo texto crítico. PP 23-36.
Reisz, Susana. (1989) "¿De qué hablamos cuando hablamos de literatura?". En S. Reisz, Teoría y análisis del texto literario. Buenos Aires: Hachette. PP.13-32.

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