sábado, 26 de marzo de 2011

Entre la rabia y la cordura

Salinger, quien recientemente falleció, escribió casi sin quererlo, una obra que se reconstruye así misma con la mirada de un nuevo lector, en especial, los adolescentes.


Con un ritmo pausado y a partir de una anécdota aparentemente insignificante (un día en la vida de Holden, joven norteamericano promedio), se despliega con sencillos recursos literarios (una narración prácticamente lineal, aunque con la duda ¿cuándo comenzó la historia?) una historia de rabia, de sencillez, de posturas ante cosas tan simples como una gorra.

Arranca la novela en una primera voz cargada de fuerza, de rebeldía y aparente inconformidad: Él mismo declara que si quieren leer una historia tradicional se abstengan de seguir leyendo. Así, arranca la introspección hacia la preparatoria privada, donde Caufield ha sido transferido recientemente después de ser expulsado una y otra vez de diferentes escuelas. Su molestia ante todo, desde la pasta de dientes, hasta las actitudes de otros compañeros, el protagonista va indicando que se enfada por la escuela, por la actitud de sus padres, por sus maestros, por todo.

Ante una desmotivación total, reprueba una y otra vez, provoca que su equipo pierda en un juego importante, y lo único que parece importarle es una gorra y su hermana menor; única persona que aparentemente le quiere y le aprecia.

Con una vida bastante cómoda, oportunidades con chicas, un físico bueno, y una aparente familia perfecta, Holden emprende un viaje de la escuela a la que decide huir ante su expulsión, y realiza una especie de Odisea que lo lleva a hablar con su hermana (quien aparentemente es más madura que él mismo), a viejos conocidos (que reflexiona odia) e incluso a enfrentarse a un profesor en el que confiaba, pero quien lo lleva a enfrentarse a otro tema que lo irrita: la sexualidad.

Así, vemos situaciones sobre sexo, alcohol, parrandas, y cosas que lo llevan a maravillarse -a pesar de todo- en cada punto que toda en su viaje.

Considerada un libro clásico para el siglo pasado, la honestidad que plantea su narrador-personaje es lo que ha permitido su permanencia. Se dice que diversas personales violentas o asesinos han tenido este libro entre sus cosa, pero también miles de jóvenes lectores que se identifican y renacen con el texto.

El guardián entre el centeno (1951) toma su nombre de un poema que ha leido Caulfield, junto con otras lecturas que el narrador aprecia y lleva a decir: También se lee y se recapacita a cualquier edad; más bien, no importa la edad, la madurez se aprende.

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