El hecho histórico es
real: Juan Pablo II evidentemente enfermo y agotado viaja a México a la canonización
de Juan Diego, aquél nativo mexicano que fue testigo de la aparición de la
Virgen, la madre de Jesús, y con su testimonio la evangelización adquiere una
dimensión insospechada.
David A. Brading es un
historiador que se ha dedicado a documentar este hecho y su trascendencia histórica
en México y América Latina, y en este texto resume no tanto el hecho en sí sino
todo lo que rodea a La canonización de Juan Diego (2009).
Este ensayo se divide
en tres partes y una introducción del propio autor, así como un prefacio de
Clara García.
El ensayo es un
resumen de diversos trabajos del investigador inglés: aquí presenta diversas
jornadas que documentan y dan sustento al milagro que permite la elevación de
beato a santo del nativo mexicano. En este hecho, más que fe, se desarrolla un entretejido
político-religioso de la época actual, lo valioso de esta canonización, el
poder del claro mexicano, el respaldo político en turno, y, por supuesto, la fe
que respalda el proceso.
De pronto de hace una
interesante revisión del proceso histórico: la documentación del milagro
guadalupano perse, que invita a la reflexión al no ser anotada en la propia
época de Juan Diego, ni a la veracidad histórica del personaje… todo parece ser
resuelto por testimonios indirectos, por cuestiones personales, por la
conveniencia.
Sin embargo, Brading
no se enfoca en criticar de una u otra forma el milagro definitivo, sino
cuestionar el proceso y sus lagunas legales/históricas, y por supuesto, la
controversia que de una u otra forma se da entorno a estos milagros. Ya no es
una cuestión de fe, sino de veracidad científica.
El texto es denso en
fragmentos, con abundantes citas y referencias, con una precisión que permite
reflexionar no en la creencia, sino en el rigor científico. Un libro crítico,
sí, pero pareciera que necesario para mirar nuestra propia fe.
Un buen texto para reflexionar y, por supuesto, para debatir.
Un buen texto para reflexionar y, por supuesto, para debatir.
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