Wendy Guerra es una autora cubana que atrapa. Sus personajes francos, director, acompañan su visión de una Cuba que parece detenida en el tiempo y, a la vez, que reta el futuro en cada página.
Siempre provocadora, sus personajes femeninos son producto
de una época, rompen paradigmas y convenciones sociales, para expresar en una
forma tan naturales como necesaria.
En Nunca fui primera dama (2017, Alfaguara) explora la vida
de Nadia Guerra, una locura en La Habana que en busca de la historia de su mamá
dará fe de la historia de la isla, de los personajes clave que llevaron la transición
de una dictadura férrea a la esperanza, que derivó, paradójicamente, en otra.
Dividida en 4 secciones, la novela va de Cuba a la entonces Unión
Soviética, de vuelta a Cuba; y ahí entre el presente y el pasado, hija y madre
vivirán en carne propia la revolución en la isla.
Y es que en la tradición del hombre, éste como género es
quien lidera la guerra, pero no debe ser el único. “En eso se parece a mi madre
que conserva lo ajeno y hoy sólo puede ser reconstruida desde los demás.” (204)
La historia aquí aparece en juicio. No solo el gobierno socialista
cubano, sino la Unión Soviética y todo lo que ella representa, centrados en la
famosa guerra fría que infundió medio durante décadas. Pero ¿qué sucede cuando
esa política se desmorona? “El muro lo derrumban los fuertes; los débiles se
desplomaron con él.” (74) Esa parece el resultado de la historia.
Me pierdo en ese mar de lágrimas, dejo de ser yo y empiezo a
ser mi madre dilatada en lágrimas regadas por el sueño, lágrimas que me hunden
en la nostalgia. Es una decisión: no voy a sitios donde la muerte me destroza.
(206)
Los personajes femeninos que se buscan así mismas son
capaces de elegir, por sí mismas, dónde quieren estar, dónde vivir y ser
felices. Siempre por elección propia. “¿Somos felices desde donde elegimos
estar?” (285) Y más adelante: “Estoy en paz, ya nada más pueden quitarme, me lo
repito para poder avanzar sin temor. No tengo nada, no espero nada, me digo respirando
profundo.” (298)
Autora con frases poderosas, Wendy Guerra nos puede llevar
de las reflexiones a las profundas verdades. “Me ha develado la diferencia entre
nostalgia y melancolía (...) La melancolía tira al fondo pero la nostalgia es
un trampolín al siguiente peldaño de nuestra vida.” (267)
Como se ha mencionado en otras revisiones, un recurso es la
visión de la historia pequeña frente a la Historia que se moldea en los libros.
Y en medio, los personas que buscan sobrevivir y representarnos. “Nuestras vidas
son parte del libro de silencio que nos han obligado a escribir sin palabras.”
(286)
La historia de Cuba termina moldeando a las personas. Y cuando
todo parece cambiar, ya nadie quiere el cambio. “El secuestrador ha muerto, la
jaula queda abierta y no siento el impulso de salir sino el pánico a que
alguien desconocido entre por esa puerta.” (301) Esa parece ser una triste
realidad que apremia en el texto, pero simbólicamente en la misma vida real.
Como en América Latina, las dictaduras oprimen y hacen
perder la individualidad. Alguno buscan recobrar el pasado para aprender y
seguir adelante, pero otros prefieren seguir adelante sin mirar atrás. “Creo que
a estas horas en esta ciudad soy la única persona preocupada por la memoria,
este es y será un país que prefiere olvidar.” (301)
Con los intertextos de diarios, intervenciones radiofónicas,
poemas, cartas, Wendy Guerra utiliza diversos recursos a su alcance para
presentar una complejidad histórica y personal.
Una excelente novela para reconocer personajes femeninos
completos, y a la vez, conocer aquellos detalles de la historia.
Aquí hemos explorado dos de sus novelas: ¿Qué nos queda?:
Domingo de Revolución (http://literaturaexperienciaviva.blogspot.com/2020/04/que-nos-queda-domingo-de-revolucion.html)
y Negra, una aproximación a la mujer, a Cuba… (http://literaturaexperienciaviva.blogspot.com/2016/06/negra-una-aproximacion-la-mujer-cuba.html)