La novela me recordó que todavía tenemos capacidad de
asombro. Con un estilo duro en su lenguaje, hacia lo grotesco en su
planteamiento, Macías Huerta nos ofrece un personaje tan irracional como
contemporáneo: misógino, engreído, inmaduro, estúpido, vulgar, abusivo,
alcohólico, imaginativo, sarcástico, y un largo etc.
Desde las primeras líneas se vuelve singular: “Energumenesco
e insolente, entre los efluvios del alcohol y una modorra de filósofo
dominical, Delfín salió del baño de su madre y abrió la puerta del dormitorio”.
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Desde aquí nos enfrentamos a un tipo universitario, que vive
con su madre –una prestigiada abogada que lucha por los derechos humanos-, que
es bueno para nada y capaz de razonar en las formas más pervertidas y groseras
su realidad.
Nos vamos adentrando en su mundo: tiene blog donde plasma
sus pensamientos, sin ninguna prudencia o respeto, destruyendo a quien tenga
que hacerlo, dividiendo oportunidades entre sus seguidores.
Lo cierto es que este personaje es incapaz de amar –ni a su
madre ni a esa mujer que daría todo, absolutamente todo, por ser la musa de
este mordaz poeta- y se respetar reglas en la universidad o en casa. Entra sin
miramientos al cuarto de su madre, revela secretos y traumas sexuales de sus
parejas, enfrenta a un profesor homosexual, se burla de cuanto escritor se tope
en su camino, en fin, una persona vacía que camina cada día sin un sentido
claro.
Dividida en cuatro partes, plagada de diálogos, intertextos,
poemas y canciones, la novela presenta una especie de descenso al infierno del
protagonista, hasta que sus propias acciones harán que la venganza sea dulce,
imprevista, disfrutada por quien la ejecuta.
Exploramos también el mundo de esta juventud vacía, el deseo
de triunfar con hacer un esfuerzo, de vivir “arropado” sin mover un ápice.
En medio de las tribulaciones de la esta generación perdida,
hay un toque de novela negra por uno de los casos que atiende la madre, y es lo
que prueba la inteligencia del protagonista: allá donde la autoridad corrupta
se niega a preguntar, una persona letrada ejerce su observación y su
aparentemente razón inverosímil se convierte en una auténtica crítica social.
Una novela densa, con un lenguaje soez, cargada de simbolismos,
nos obliga a mirar en lo grotesco, a mirar una realidad que nos negamos a creer
que exista, a reflexionar sobre el vació que nuestra moderna sociedad ha
creado.
Recomendada, aunque nos lleve al precipicio de nuestra tolerancia…