En un viaje a Ecuador me topé con la cuarta edición de La
luna nómada (2011) una excelente colección de cuentos de Leonardo Valencia.
Con un estilo concreto, diálogos precisos, personajes
definidos, Valencia va construyendo historias arrancadas de la realidad, que
van tejiendo diversas situaciones de la vida cotidiana.
En “El ojo del cíclope” Víctoriano Masdéu conserva por 25
años una habitación oculta, que inicia para guardar tesoros personales en La
Habana, de personas que desean salir de la isla sin desprenderse de algo
querido para siempre. Él lo conservará. Una y otra vez. Uno y otro año.
Prácticamente,
esta vida y la siguiente. Todo trascurre dentro de una curiosa normalidad de favores resguardos, hasta que un reloj cambiará el
pasar de las horas, o de las decisiones. En el cuento, lo absurdo se apodera de
las paredes de esta habituación, a medida que parece no tener fin.
En el cuento “Insuperable capítulo seis”, el narrador nos
presenta una historia a la Borges: el protagonista es un asiduo lector que va
detectando elementos comunes en el capítulo seis de grandes textos universales,
que invitan a no superar esa historia. Reales o inventados, realmente el
protagonista cree que no puede sobrellevar dicho capítulo. El cuento hace gala
de una erudición literatura, y otra visión irónica de la vida.
“Peligro para caminantes” construye un cuento plagado de
vasos comunicantes, donde dos personajes en dos momentos históricos diferentes
van tejiendo sus situaciones familiares con las históricas, para llegar a un
punto en común donde existe un peligro para quien camina por Roma.
“Visiones para escapar de una reunión familiar” retrata el importante
momento de una vida, dos familias unidas por la amistad, y ahora por el amor. En
apariencia. Otro juego de ironía y situaciones tan comunes que cualquier
familia se enfrentaría a la lluvia y a la fotografía perfecta de la boda. O de
lo previo a la boda.
En “Triángulo de dos esquinas” dos viejos amigos reviden el
mito de la amistas y la promesa juvenil. Tres amigos hacen una promesa para el
amor y la fortuna, y el que lo logre ayudará a los otros dos.
Con un excelente
diálogo, poco a poco los protagonistas se tendrán que enfrentar al pasado. Y a
su propia vida.
En estos cuentos, Valencia sale del contexto meramente
local, para adentrarse en la Europa, en las tierras diferente a la propia, para
buscar en cada una, aquella luna que permita encontrar un motivo, una razón de
ser para sus personajes.
Esta edición incluye una reflexión del autor y un excelente
decálogo progresivo, donde qué es el cuento se convierte en un personaje
propio: “Un cuento es una bola de nieve que cae por la ladera de una montaña
arrastrando lo que encuentra a su paso” (264).
Y el número diez de este decálogo, digno para una discusión
con Vargas Llosa: “Cuando declaren que el cuento es superior a la novela, no
digas nada. Cuando declaren que la novela es superior al cuento, tampoco digas
nada. Nunca digas nada. Escribe.” (265)
Qué palabras tan ciertas, mejor no discutir si el cuento o
la novela, solo escribir. Y para nosotros, leer. Y disfrutar. Con o sin luna.