Esta semana
empezó con la noticia triste de la muerte de José Emilio Pacheco. Un mexicano,
un gran mexicano, un gran mexicano poeta.
Conocido por
su narrativa breve y en especial por su poesía, este autor conjunta la grandeza
de las letras con la sencillez de su persona.
Tuve oportunidad
de estar en una charla con él cuando la Librería Tec estaba en el semisótano
del Centro Estudiantil, y además de su erudición compartió su gran humor.
Además de
ese momento, el Tec de Monterrey le rindió su propio homenaje al editar su
propia versión de las Batallas en el desierto (ver más aquí: http://www.youtube.com/watch?v=Kua3VhvIaEk
y http://www.itesm.mx/wps/wcm/connect/snc/portal+informativo/por+tema/cultura/coleccionpasionporlalectura12oct12)
y años atrás en la colección de ensayos José Emilio Pacheco. Perspectivas
críticas)
Desde ahí
le tomé mayor respeto y empecé a conocer más su obra.
Las
batallas en el desierto es su gran obra narrativa (que menciono en Las novelas
históricas más leídas en México http://literaturaexperienciaviva.blogspot.mx/2011/04/las-novelas-historicas-mas-leidas-en.html)
La historia de un niño que se enfrenta a su primera amor y la Ciudad de México
como personaje imprescindible de nuestra época. Su trascendencia ha llegado
incluso a la canción de Café Tacuba, y a las relecturas constantes que en clase
o en los cafés se hacen del texto.
Ediciones Era, incluso, sacó recientemente
una edición con fotografías de los espacios comunes de la Ciudad de México en
la época retratada.
La otra
gran novela breve es El principio del placer. Aquí un joven vive los primeros
temores y satisfacciones del amor, en una forma tan cotidiana que parece
arrancada de la realidad, aplicable a contextos sociales variados y a diversas
épocas históricas. En su edición –también de Era- se incluyen otras narraciones
breves que podrían pasar desapercibidas, pero también de gran valor narrativo.
Estoy
obligado a mencionar Morirás lejos. Esta soberbia novela de suspenso, juego
narrativo, múltiples posibilidades y el secreto al estilo de los espías, la
conocí en copias gracias al curso de Ramón Martínez (+) ¡Casi 20 años después
nunca he visto un ejemplar impreso! Según le preguntamos al propio autor en
aquella ocasión en el Tec, Era estaba reeditando su obra, y preguntamos por la
fecha de esta novela lúdica. Nos compartió que era probable no hacerlo, pues
tenía diversos intertextos de otros autores y por derechos de autor era
probable no concretar la edición. Así que si alguno de ustedes tiene una
versión impresa, valdrá la pena conservarla.
Ahora sí,
el poeta. Tiene más de 15 textos poéticos, todos ellos cargados de retratos de
la realidad, lenguaje sencillo, expresión lírica y la grandeza de las pocas
páginas con grandes poemas.
“En el
último día del mundo dirás su nombre” (18)
Sus temas:
la noche, el amor, el pasado, la muerte.
“Todo lo
que has perdido, concluyeron es tuyo.
Y una luz
fugitiva anegará el silencio.” (19)
E incluso
México. Ese México que busca recobrar en los personajes infantiles y juveniles.
En particular, esa Ciudad de México que se convierte en una persona infiltrado
en novelas y en poemas.
“¿Hasta
cuándo, en qué islote sin presagios,
hallaremos
la paz para las aguas,
han sangrientas,
tan sucias, tan remotas,
tan subterráneas
ya extinguidas,
de nuestro
pobre lago, cenagoso
ojo de
los volcanes, dios del valle
que nadie
vio de frente y cuyo nombre
los antiguos
callaron?” (27)
Tlatelolco,
la luz, el fuego, el todo, se convierten en leitmotiv de su poesía. Y también
el humor, por qué no decirlo, se filtra en sus visiones humanas.
“Sobre tu
rostro
crecerá otra cara
de casa
surco en que la edad
madura
y luego
se consume
y te enmarcara
y hace
que brote
tu
caricatura.! (41)
Y aunque
no coincidamos “Todo poema es un ser vivo: / envejece.” (58) Así Pacheco
envejeció en edad, pero cada uno de nosotros lo hace renacer al leer sus
frases, sufrir de mal de amor, buscar el juego perfecto, leer las remembranzas
del pasado.
Alabado por
la crítica y por los lectores, como el poeta Jaime Sabines supo retratar lo
cotidiano, usar un lenguaje sencillo y buscar en cada frase los sentimientos
básicos de nuestra humanidad.
Y la crítica social se deja ver en el materialismo y malinchismo que
enfrentamos desde los 50; la situación de México y el 68; pasando incluso por
las cosas que más amamos y que pueden ser tan simples como el reconocimiento a
una forma diferente de escribir.
“Aunque a veces parezca por la sonoridad del castellano
que
todavía los versos andan de acuerdo con la métrica;
aunque
parta de ella y la atesore y la saquee,
lo mejor
que se ha escrito en el medio siglo último
poco tiene
en común con La Poesía, llamada así
por
académicos y preceptistas de otro tiempo.
Entonces
debe plantearse a la asamblea una redefinición
que amplíe
los límites (si aún existen límites),
algún vocablo
menos frecuentado por el invencible desafío de los clásicos.
Un
nombre, cualquier término (se aceptan sugerencias)
que evite
las sorpresas y cóleras de quienes
-tan
razonablemente- leen un poema y dicen:
“Esto ya
no es poesía””. (43-44)
Solo me
queda agradecerle a José Emilio sus palabras, sus personajes, su obra. México
tendrá siempre un gran literato, y nosotros, la invaluable oportunidad de
leerlo una y otra vez, hasta que el tiempo nos alcance en el desierto.
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