lunes, 1 de diciembre de 2025

Perras de reserva: una narrativa intensa y contemporánea sobre la mujer

La antología de cuentos -algunos relacionados entre sí por su trama o sus protagonistas- Perras de reserva (Narrativa Sexto Piso, 2024) de Dahlia de la Cerda es, simplemente, magnífica. Entre los 13 cuentos que contiene esta antología, destacan temas como la pobreza, la misoginia, el narcotráfico, los feminicidios, el aborto clandestino, la marginalidad, la violencia estructural, la marginalización social, la religión popular, solo por mencionar algunos.

Todas las historias están narradas en primera persona por mujeres -diferentes edades, clases sociales y contextos- con un tono deliberadamente crudo, sin filtros, callejero, con humor negro o violencia directa, un lenguaje directo y honesto. Un ritmo vertiginoso, propio del cuento, y un lenguaje tan honesto como altanero.

En otras palabras, busca mostrar lo real desde la mirada de quienes lo viven. Ya sea en el lenguaje o en la trama, lo importante es narrar fragmentos de una vida que, para bien o para mal, es tan cotidiana como ir a trabajar o tomar un café en la mañana.

Desde el título sugerente, los personajes son artífices de un grupo anónimo, desechables, listas para atacar o para recibir un castigo. Una metáfora contemporánea del trato a la mujer que se da, no solo en nuestra sociedad sino en muchas de ellas alrededor del mundo.

A mi gusto destacan:

Perejil y Coca-Cola: una joven se queda embarazada y decide abortar sola, en su casa, con métodos clandestinos. La narración retrata miedo, improvisación, culpa, urgencia y lo precario que puede ser tomar esa decisión cuando no hay recursos; una reflexión cruda sobre aborto, pobreza y desigualdad.

Yuliana, protagonista que da título al cuento, es la heredera de un capo del narcotráfico. Su historia ya trae consigo violencia, poder, privilegios y lealtades peligrosas. A través de su voz se proyecta la brutalidad del mundo criminal y las decisiones extremas que algunas mujeres toman bajo ese contexto.

Que Dios nos perdone -se entrelaza con “Dios no hizo el paro”- relata un asalto, la violencia ejercida contra mujeres, y la respuesta desesperada de tentativa de defensa, en plena violencia estructural.

Constanza, ligado con los cuentos Yuliana, La China y Regina, aporta otra perspectiva de esa red de violencia, narcotráfico y desigualdad: cómo las decisiones, los vínculos y la violencia marcan vidas de mujeres que a veces parecen no tener escapatoria.

Regina -que cierra el arco narrativo de Yuliana y Constanza- cuenta su versión de hechos presentados anteriormente: añade matices sobre relaciones, poder, traición, deseo de ascenso social o pertenencia en el mundo del narcotráfico.

Mariposa de barrio: una vendedora de zapatería recibe el “cortón” de su Yandel vía whatsapp. A través de un lenguaje crudo, viajamos a un barrio, al Facebook, y a los hijos que de pronto se convierten en una bendición y una carga. La migración, la responsabilidad, ir más allá de enviar unos dólares a ser parte de la crianza, el papel de las abuelas casi abnegadas… y la ilusión de ir a un concierto, no importa que sea en camión ni el horario incómodo, todo para ver a una artista consagrada.

También forman parte de la antología:

Dios no hizo el paro, mencionado previamente, muestra otra cara de la marginalidad: una mujer que busca sobrevivir ante la pobreza, a veces recurriendo al robo o al crimen para salir adelante. Denuncia las pocas opciones, la desigualdad y la violencia estructural que empuja a caminos extremos a las mujeres.

La China: relata la transformación de una mujer maltratada o en contexto adverso en sicaria: violencia, desesperación, desarraigo. Una crítica dura a los ciclos de violencia, que se tornan cada vez más complejos.

Rosa de Sarón: presenta a una viuda creyente que escucha “voces demoníacas en su cabeza”. La religión, la culpa, la manipulación espiritual y la violencia psicológica se entremezclan: una exploración de cómo la fe, en contextos de vulnerabilidad, puede volverse amenaza.

La sonrisa: un relato que mezcla lo real con tintes de fantasía/terror, donde una joven marginal enfrenta violencia y muerte, con un giro fantástico -alguien o algo sobrenatural interviene para darle venganza-.

Lentejuela: plantea a una mujer “encerrada en el cuerpo de un hombre”. Combina violencia estructural, marginalidad, identidad, violencia simbólica y corporal

Culo de paja. Este cuento mezcla lo criminal con lo sobrenatural: hay brujería, santería, religiosidad popular, violencia de género, marginalidad, dicho de otra manera, incorpora las creencias populares como parte del tejido social de sus personajes.

La Huesera. Presentado en ocho fragmentos, la narradora parece venir “desde el mundo de los muertos”. Asemeja al grito de quienes ya no tienen voz, de las víctimas que el sistema silenció.

Toda esta amalgama de personajes nos hace apartar la vista o hacer una mueca, como si estar ante estos seres nos repugne su presencia. Un enfrentamiento con la realidad “chocante” que, como hace la buena literatura, nos invita a reflexionar, a enfrentarnos a nuestros demonios, a forzar ver detrás de las cortinas que la sociedad quiere presentar.

No solo las historias sino los mismos personajes, invitan a buscar a esos seres que entre las sombras -o las reservas- están dispuestos a continuar en nuestra vida, a atacar si es necesario para sobrevivir.

Una intensa antología para conocer una valiosa voz narrativa y, claro, ejercer un verdadero esfuerzo lector.

sábado, 15 de noviembre de 2025

Todos los fines del mundo: vasos comunicantes de personas y realidades

Toda novela nos engaña. Nos manipula para dar por sentada una historia. Nosotros participamos en ese juego y aceptamos todos los futuros, las posibilidades, los escenarios.

Andrea Chapela construye una ficción en Todos los fines del mundo (Random House, 2025) que nos manipula, nos hace creer en este mundo postapocalíptico y, de pronto, da un giro de 180 grados. Hemos caído en ese juego de lo incierto, de los vasos comunicantes que entrelazan los personajes y las realidades. 

Dividida en tres partes, las dos primeras son una novela contenida en sí misma, una especie de intertexto que cae en nuestras manos y nos adentra en ese mundo que no está lejos de la realidad. El juego de real y lo ficticio, muy a la usanza de Don Quijote, nos indica que lo cierto es en realidad incierto, para abrir paso a la tercera y reveladora parte.

El amor se convierte en uno de los leitmotivs del texto: “Así como en el inglés, donde el verbo to love tiene que contener todos los matices entre te quiero y te amo, así podía haber existido en algún tiempo, en algún lugar del mundo, un idioma en el que el amor y la amistad fueran el mismo concepto. Donde no hubiera que buscarle límites al cariño.” (41)

Los límites, precisamente, se convierten en el juego de un triángulo amoroso, en realidad el ejercicio de una amistad que trasciende fronteras, pero que a la vez parece desvanecer las líneas entre lo real y lo deseado (por no decir fantástico) De esta forma jugará a la ficción dentro de la ficción.

La misma narradora participa de una u otra forma en el juego, cuando su reflexión dice “El triángulo se había deformado siguiendo la trayectoria de ese viaje a la playa: las aristas se alejaron y ellos dejaron de ser esquinar para verse, en la lejanía, como el mismo punto.” (47)

Y es el que amor está ahí presente, y es donde la novela se consume así misma. Los personajes parecen evolucionar entre las partes, aunque es la narradora-protagonista quien realmente lograr trasladarse de un sentir a otro, llena de dudas, de incógnitas, de indecisiones. “Eres alguien y después del amor eres alguien más.” (222)

Todos los fines del mundo se centra en Angélica, una joven que vive en un mundo afectado por catástrofes climáticas extremas: estaciones severas, días de encierro, impactos del cambio climático que se sienten ya imposibles de ignorar. Ella nos quiere contar la historia, pero en su juego reconoce “A veces quiero contártelo todo, me dijo, pero nunca sé dónde empezar.” (175) y más adelante declara “Nunca hay que confiar en la narradora.” (216)

Originaria de México, con un intercambio en puerta y una oportunidad para estudiar teatro en Madrid, Angélica, la protagonista conoce y convive con Manu y Susana, vecinos/amigos/amores posibles, con quienes experimenta momentos de calma y normalidad: ver películas, estar juntos en el parque, compartir el bar de Susana.

Esa convivencia plantea para ella una pregunta cada vez más urgente: ¿con quién pasaría el fin del mundo? Y de pronto, debe regresar a su país y enfrentar a su familia y al mundo que sobreviene. Se enfrenta entonces a sus relaciones, así en plural, donde no tiene cabida una sola imagen o un solo amor, sin embargo “hay relaciones que no tienen nombre, algunas no lo necesitan y otras solo sobreviven si son nombradas.” (263)

De las mencionadas tres partes, la primera transcurre en Madrid, donde Angélica explora esos vínculos ambiguos entre amistad y amor, en medio de la creciente crisis; la segunda parte la lleva de regreso a México, donde enfrenta su pasado, sus deudas emocionales, los lazos que dejó atrás, y las transformaciones que su país y su entorno también han sufrido. Mas “… no es el pasado el que nos va a enloquecer, es la falta de futuro, es este aislamiento.” (184)

Esta dura reflexión nos lleva a los años de la pandemia, y en otras circunstancias a la soledad que nos rodea ante otros.

La parte final es una reflexión sobre la reconstrucción de relaciones, la pertenencia, y la reafirmación de la esperanza: a pesar del colapso, la novela sugiere que aún es posible encontrar sentido, afecto y comunidad.

Y reconoce que, en ello, el amor es pieza clave. “El amor juega un papel fundamental en la sociedad. Se ha vuelto la piedra angular de los sentimientos, la emoción determinante para formar una pareja, el más importante de los vínculos a que podemos aspirar, pero me gusta pensar que la peculiaridad del amor reside en la creación de una experiencia común.” (84)

La narrativa se desarrolla entre lo ambigüedad y lo humano, pone en cuestión las fronteras entre amor y amistad, entre lo que hemos dejado atrás y lo que esperamos, entre lo que se termina y lo que puede renacer.

Esta novela impacta en sus dos primeras partes, para adoptar un ritmo lento pero lleno de reflexiones. Personajes que se trazan y permite una evolución frente al juego de lo incierto. Interesante para conocer una visión narrativa contemporánea y enfrentarnos a esas preguntas que en el pasado o en el futuro seguirán invitando a ver los fines del mundo.

sábado, 1 de noviembre de 2025

La boda del poeta: la ficción, la migración, la venganza…

 

Antonio Skármeta saltó a la fama con una novela corta pero significativa: Ardiente paciencia, luego renombrada El cartero de Neruda. En ella, con un lenguaje ágil, personajes redondos y una temática “conocida”, retoma los últimos días de Pablo Neruda y el joven Mario Jiménez, quien funge como el cartero del autor en Isla Negra. Ahí nos regaló una historia fresca, un Chile rodeado de lo idílico y el trasfondo político asfixiante marcado desde sus inicios por la dictadura.

Después de la recepción de esta novela -lleva al cine con gran éxito- Skármeta ofrece La boda del poeta (Plaza Janés, 1999) que se sitúa en una pequeña isla ficticia del Adriático llamada Costas de Malicia, en los años previos a la Primera Guerra Mundial. Se repiten los elementos de nostalgia y de tensión política, y en un giro de hecho, vamos a un Chile que enfrenta lo paradisíaco con lo desértico.



En la novela, en esta isla situada entre Italia y los Balcanes, en posesión y abandono del Imperio Austrohúngaro. Allí vive una comunidad de emigrantes y locales, con tensiones políticas marcadas por la dominación austríaca y los deseos de insurrección. Lleno de pescadores y de tradicionales casi marginales, lo destacado se convierte en una campana físicamente imposible en la capilla, y un almacén donde se encuentra cualquier contrabando que el mar puede hacer llegar.

El argumento gira en torno a un triángulo amoroso que involucra a Jerónimo Frank, un banquero austríaco bohemio que ha dejado su vida anterior para instalarse en la isla y reabrir un gran almacén llamado El Europeo; Alia Emar, una joven virginal y bella con quien Jerónimo va a contraer matrimonio por conveniencia; y Esteban Coppeta, descendiente de un héroe mítico de la isla, quien está enamorado de Alia. Este héroe fue a las oficinas del Imperio Austrohúngaro para confirmar una nación independiente -siendo él su presidente temporal-, pero termina asesinado a traición, sin papeles que avalen la independencia.

Estos personajes aprovechan los estereotipos de la época, para hablar sobre el deber, la nación, el deseo, la familia, la nobleza y las clases sociales que todo imperio “busca” tener para diferenciar a los afortunados de los demás.

Como idea secundaria, la creación de las imágenes en movimiento, el cine, que arrancaría sustos y emociones, tanto por lo asombroso como la posibilidad de entretenerse sin límites y olvidar la realidad que les agobia: “Llenar la cabeza de la gente con imágenes que les sirvieran olvidar sus rudimentarias vidas. Todos sin excepción quieren olvidar algo, por eso contar historias en la pantalla resultaba tan lucrativo”. (138)

Con un estilo narrativo interesante, un lenguaje rico, diálogos precisos y los cambios narrativos de cada personaje, se centra la futura boda, que se espera ostentosa y provoca un punto de encuentro: leyendas antiguas, intrigas políticas, resentimientos locales y el pasado de emigrantes se mezclan, haciendo que el evento desencadene un acontecimiento que sobrepasa lo romántico para caer en lo político y lo trágico. La historia se acompaña de algunos poemas y la reflexión sobre el arte lírico: “… lo único que tengo es dolor y este cuaderno donde acumulo poesía hecha de nada, para la nada, palabras.” (296)

Entre la memoria y el deber, la pasión y la entrega, los personajes enfrentarán sus miedos y sus deberes, con una resolución que cambiará la historia, tanto para esta isla como para ellos mismos. “Una historia que no se escribe, no existe. Es una suma de recuerdos privados, ¿me entiende?” (160)

Con una migración obligatoria -claro, a esa enigmática región del mundo que es Chile en esa época- la novela nos permite conocer una época donde lo romántico convivía con lo patriótico -recordar incluso una de las vetas del romanticismo es el morir por la patria- y lo inhóspito se convertía en la vivencia de todo aquel que busca nuevos horizontes. “Es la hora de escapar de este horizonte y esta historia. Nada nos ata ahora. Respeten nuestra libertad.” (227)

Un texto contado en capítulos cortos, ritmo ágil y la habilidad narrativa del autor chileno.

viernes, 31 de octubre de 2025

Entre mascotas y el asombro: El gato que veía del cielo

El gato que venía del cielo (Alfaguara,2025) del autor japonés Takasi Hiraide es una novela poética y contemplativa que narra la historia de una pareja de escritores que vive en una pequeña casa de alquiler en un barrio tranquilo de Tokio. Su rutina cambia cuando aparece Chibi, la gata de unos vecinos, que comienza a visitarlos todos los días.

La novela tiene un tono lento, descriptivo, visualmente rico, emocionalmente completo. Un texto, diríamos, netamente japonés. Especial para los amantes de los gatos, quienes los ven no solo como una mascota, sino como un compañero caprichoso que puede lograr ser parte integral de la vida diaria, y en especial, la vida común de cualquier hogar.

Aunque Chibi no es su mascota -tiene dueños afectuosos y estrictos como el niño que le consciente y la mamá que le atiende-, la pareja desarrolla con ella una relación profunda y silenciosa. Sus visitas breves pero constantes llenan la vida de los protagonistas de ternura, descubrimiento y momentos de contemplación.

Si bien reconocen que nos personas de mascotas, Chibi comienza a posesionarse de ciertos rincones, a lanzar una mirada furtiva, a ser parte de esa rutina necesaria. A través de este gato redescubren la belleza de lo cotidiano, la naturaleza cambiante del jardín y la sutil conexión entre los seres vivos.

La novela avanza con una sensibilidad minimalista y delicada, centrándose más en las emociones y en la atmósfera que en la trama, como hemos mencionado, destacado en textos japoneses.

Chibi desaparece en paralelo a la necesidad de dejar la casa debido a circunstancias externas, adquiriendo entonces un tono nostálgico que reflexiona sobre el paso del tiempo, la pérdida, la memoria y la efímera presencia de los seres que marcan nuestra vida.

Los vecinos-dueños comparten qué ha sucedido con Chibi, pero la pareja (narrador y su esposa) no aceptan este destino. Curiosamente, los nombres de los personajes se desvanecen entre las descripciones del patio, de los rincones donde la gata solía esconderse, de las decisiones que de una u otra forma se tienen que enfrentar.

Un texto nostálgico, un narrador que vale la pena seguir y, en especial, una mirada a esos seres que con un toque místico rodean nuestra vida.

sábado, 18 de octubre de 2025

2 mujeres, el pasado, la búsqueda, el futuro: La hija del curandero

A la escritora norteamericana de padres asiáticos Amy Tan la conocí con la extraordinaria novela El club de la buena estrella. En La hija del curandero (Plaza Janés, 2001) retoma el leitmotiv de la relación madre-hija, la migración y la recuperación del pasado.



Con una escritura lenta, capítulos largos, multiplicidad de personajes y dos historias en paralelo, la novela va explorando los años previos a la segunda guerra mundial en una región china, la invasión japonesa, las creencias y las costumbres de la región, a medida que conocemos a una hija desesperada por conocer la otra parte de su madre, aquella que la demencia senil quiere desvanecer.

La recuperación de unas hojas caligrafiadas en caracteres chinos permitirá esa exploración del pasado, y con la detonante de una vieja fotografía, la recuperación de la historia familiar y cómo todo se ha acomodado para ser lo que hoy son.

El contraste entre el mundo enigmático y casi fantástico donde todo se cura con hueso de dragón -que eventualmente da nombre al texto- frente a la modernidad contemporánea de relaciones familiares, enfrenta a dos creencias diferentes, dos perspectivas de la vida que parecen no estar reconciliadas.

Si bien maneja un ritmo lento, la novela desarrolla los personajes, demostrando la habilidad de crear personajes que tienen una versión actual, pero derivados de una historia singular.

En La hija del curandero, Ruth Young es una escritora de encargo -recordemos el término ghost-writer- que vive en San Francisco en la época contemporánea; hija de LuLing, una inmigrante china mayor que comienza a mostrar signos de demencia senil y pérdida de memoria. Ruth sospecha que su madre está muy enferma y decide ocuparse de ella más de cerca, haciendo a su familia y a tu trabajo a un lado.

En un punto determinado encuentra entre las cosas de LuLing unos documentos escritos en chino: memorias de su infancia y juventud en China. Tratando de entender por qué su madre es como ha ido, y una posible razón de su demencia, a través de esas páginas Ruth va descubriendo secretos del pasado de su madre, incluyendo leyendas, maldiciones, fantasmas, amores, traumas y verdades que nunca había compartido abiertamente. Incluyendo su nombre, su madre.

En este momento la novela nos revela su estructura: el presenta caótico, la recuperación del pasado, y el regreso a la época contemporánea. Capítulos amplios, descripciones abundantes, diálogos que buscan retratar las épocas, la autora nos construye ese mundo que confronta lo mágico de un dragón, con la realidad de la miseria y la guerra.

En estas revelaciones, conocemos que LuLing en un pueblo rural chino llamado Corazón Inmortal, su relación profunda con su nodriza muda, la existencia de creencias tradicionales sobre espíritus, huesos de dragón, el “Hombre de Pekín”; y heridas familiares que se guardan en el silencio. Ruth, al conocer esos fragmentos del pasado, logra acercarse a su madre, comprender los motivos de su conducta, las heridas que la han marcado, y así ambas generaciones encuentran un punto de reconciliación emocional, pues lo que estaba oculto u olvidado cobra voz antes de que la memoria de LuLing se desvanezca completamente.

Una novela que pareciera de recuperación de la memoria y el contraste de lo tradicional/moderno, termina siendo una reflexión sobre la familia, la relación madre-hija, lo que valoramos de otras personas y, claro, la fidelidad que el concepto “familia” tiene en diversas culturas.

Amy Tan confirma un estilo narrativo que combina lo íntimo con lo cultural: usa memorias y voces alternadas —la de la madre (LuLing) en primera persona al relatar su pasado, y la de la hija (Ruth) en tercera persona o en presente vivido— para mostrar la distancia generacional, los malentendidos, pero también los lazos afectivos profundos.

Retoma también esos elementos mágicos que en países como China existieron hasta “la invasión de occidente” y cómo la guerra mundial reconfiguró fronteras y naciones, sin olvidar los cambios que entre las personas y las familias surgieron por las migraciones y la necesidad de vivir en otras tierras.

Una novela para disfrutar personajes interesantes, y esa apropiación cultural que pareciera perderse pero que reside en cada migrante, en cada familia, en cada relación.

lunes, 6 de octubre de 2025

El acto de correr y la búsqueda de uno mismo: Murakami

Me declaré hace algunos años fan de Haruki Murakami. Lo conocí con el afamado Tokio Blues y he seguido con algunos de sus libros, cuentos y el ejercicio documental sobre los ataques con gas en el metro de Tokio en Underground. Claro, me falta mucho por leer, pero hice espacio para leer el ensayo… o libro de recuerdos (memorias como clasifican los norteamericanos)… What I talk when I talk about running (Vintage Books, 2009)

Aquí correr no es solo ejercicio, es un acto de búsqueda a uno mismo, a darle sentido al tiempo y, claro, a la escritura. A fin de cuentas, estamos ante un escritor consciente que debe ir más allá de su escritorio (aquí vale la redundancia)

Dividido en fechas a manera de diario, Murakami nos traza un entrenamiento para un afamado maratón, mientras cuenta por qué comenzó a correr, cuánto tiempo le llevó ir de correr 30 minutos a correr al menos 1 maratón al año, e incluso la prueba casi sobrehumana del ultramaratón en Japón. Posteriormente, nos cuenta su aproximación al triatlón a una forma diferente de hacer ejercicio, donde incluso tiene que aprender nuevamente a respirar para tener un control personal y, claro, de rendimiento deportivo.  

El texto presenta ese estilo lento, reflexivo, evocativo en algunas partes, que caracteriza al escritor japonés. Ahonda poco en sus otras obras, limitándose a indicarlas en algunos momentos de su crecimiento como deportista y las circunstancias que llevan a su publicación, esto especialmente con sus primeros textos, cuando descubre con asombro que tiene algo que decir y, en especial, hay personas a la expectativa de su siguiente libro.

Específicamente, el diario arranca contando cómo el narrador -para no decir el propio Murakami- decidió dejar atrás su vida bulliciosa (cuando era dueño de un bar de jazz, que inspirará sus novelas iniciales y otro importante libro de recuerdos) para dedicarse por completo a la escritura, y cómo el hecho de entrenar para correr surgió como una práctica para mantenerse físicamente activo y mentalmente claro.

Los paralelismos entre hacer ejercicio y escribir se hacen evidentes: ambos requieren entrenamiento, disciplina, incluso dolores físicos como mentales. Todo se convierte en una prueba por superar, en una forma de exigirse a sí mismo.

De esta forma, Murakami no solo habla del running como ejercicio físico, sino como metáfora de la escritura y de la vida: sostiene que correr día tras día le ha enseñado perseverancia, asumir el sufrimiento, mantener un ritmo propio, adaptarse al envejecimiento, y entender que muchas batallas importantes —con uno mismo— se ganan paso a paso, no por saltos espectaculares.

A fin de cuentas, estos tipos de ejercicios son solitarios, como el propio proceso de escritura. Implicando enfrentar fracasos y éxitos, altibajos y retos diarios. Pero a la vez, alimentando la creatividad, la contemplación y la búsqueda de sí mismo a cada kilómetro, a cada página.

Un texto breve (esta versión tiene 180 hojas, incluyendo prólogo y una singular fotografía del autor en un espacio olímpico) que encierra una profunda reflexión, muy propia del escritor japonés y que vale le pena aproximarse. Tanto si nos gusta el acto de correr o hacer deporte, como el acto de escribir. Ambos humanos, ambos necesarios.

martes, 30 de septiembre de 2025

Evolución y madurez en los límites: Los abismos

Ganadora del Premio Alfaguara 2021, la escritora colombiana Pilar Quintana nos presenta la novela Los abismos (Alfaguara-Penguin Random House, 2021), narrada por Claudia, una mujer adulta que recuerda un periodo decisivo de su infancia en Cali, durante la década de 1980.

A través de su mirada infantil -inocente pero profundamente observadora- reconstruye la relación turbulenta entre sus padres, el ambiente emocional cargado que dominaba su hogar, y la necesidad de entender aquello que pasa a su alrededor. Poco a poco, cobrar consciencia de que la infancia queda atrás y la madurez comienza a exigir un poco más.

Claudia vive en un apartamento con su madre, una mujer hermosa, depresiva y frustrada con su vida doméstica, y su padre, un hombre distante, a menudo ausente, y que prefiere atender la tienda familiar que a las mujeres de su vida. La niña percibe el deterioro del matrimonio, aunque no siempre entiende las razones: las comidas entre silencios y ausencias, la preferencia de ir a la tienda para supervisar o simplemente pasar por algo los compromisos familiares y escolares.

La tensión familiar se expresa simbólicamente en los “abismos”: balcones altos, precipicios reales y emocionales, lugares que provocan tanto fascinación como miedo en la protagonista. Su madre, especialmente, se siente atraída por esos abismos, que funcionan como metáfora de su desesperación y de su deseo de escapar de una vida que no eligió. Lo anterior se refleja cuando, después de un amplio proceso de convencimiento, la esposa exige pasar una temporada en una quinta, amplio y hermoso lugar que está ubicada junto a un alcantarillado, y donde se vio la desaparición de una ama de casa muchos años antes.

Claudia, por su parte, intenta comprender el mundo adulto a través de los gestos, los silencios y las conversaciones que escucha. La novela retrata su evolución emocional y el modo en que la figura de su madre —frágil, bella, insatisfecha— marca de manera definitiva su mirada sobre el amor, el peligro y la vulnerabilidad. En cierta forma, retrata la vida doméstica de muchas mujeres de la clase media o alta, quienes están confinadas a las paredes de la casa o los espacios escolares.

El conflicto familiar aparece en aquello común: la mejor amiga tiene un compañero que se convierte en su esposo; el aparente equilibrio se torna frágil y, eventualmente, se romperá. Como sucede en la sociedad, cual toda familia llena de cicatrices y tenues alianzas.

El punto culminante llega con un hecho trágico que confronta a Claudia con la realidad de los riesgos que rodeaban a su familia. A partir de este episodio, su infancia se ve atravesada por un quiebre emocional que define su identidad adulta.

Una narrativa ágil y honesta, casi lírica. Un ritmo adecuado y un lenguaje común, todo confirma una novela que nos enfrente al duro proceso de maduración y de crecimiento, mientras devela situaciones que nos permiten mirar de otra forma a nuestro alrededor.

Excelente novela sobre lo humano, la ruptura de mitos, las miradas entre inocentes e interrogativas, el enfrentamiento ante el abismo que nos envuelve con decisiones y enfrentamientos.

Una narradora que vale la pena conocer, acompañarla en esa construcción de personajes multidimensionales, con ese ritmo intenso que hacen disfrutar la lectura.