Haruki Muramaki es un escritor japonés que atrapa desde las
primeras líneas. Personas bien definidos con pocas pinceladas, pero a la vez
llenos de secretos o de silencios, en situaciones aparentemente normales que
después salen de la lógica o de lo cotidiano, sociedades donde el amor y el
vacío conviven todos los días…
Textos que en apariencia son melancólicos, se convierten de
pronto en la búsqueda del propio ser, ya sea en una canción, en un libro, en
una simple visita a la playa o hacia el infinito del cielo.
Una excelente obra en todo ello es Al sur de la frontera, al
oeste del Sol (2008) Todo arrancia con una voz narrativa en primera persona, que
a la manera realista de Oliver Twist nos dice dónde nació y qué ha hecho en su
vida… aparentemente nada.
De ahí comienza un viaje hacia recuperar el primer amor, tal
vez el único. Hajime es un chico no guapo pero talentoso, que se enamora de
Shimamoto, prácticamente sin saberlo ni pretenderlo. Así arranca una amistad
adolescente que, con el paso de los años pareciera una obsesión.
Y es que Hajime la encuentra en la novia en turno, en la
chica con quien tiene un sexo casual, incluso en algunos momentos con su esposa…
pero el protagonista estudia, viaja, tiene dos bares, amante del jazz
(provocado por los viejos discos del padre de Shimamoto) y cuando todo parece
estable (con una esposa, un suegro incluyente, y la holgura económica de un
buen trabajador y empresario), Shimamoto vuelve a su vida.
Comienzan entonces los giros de la novela, las aparentes
mentiras sin intensión, la reflexión sobre el verdadero amor y la necesidad de
vivir un poco mas.
La obra tiene un ritmo lento pero asertivo –como toda novela
de Murakami– y a través de la música (que a fin de cuentas da sentido al
título) y las múltiples referencias culturales, vamos adentrándonos en estos
personajes, yendo incluso mas allá de la frontera y acercándonos un poco mas al
sol…
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