Comento un texto que te atrapa desde las primeras letras. Después
de la dedicatoria y un epígrafe, la autora arranca con frase totalizadora “¿Cómo
contar todo esto sin ensuciar mis páginas?” (11) Así arranca la historia de Domingo
de Revolución (2016, Anagrama) de Wendy Guerra.
Con capítulos de diversa extensión Guerra nos narra la
historia de Cleo, una joven poeta que vive en La Habana, en la capital de un
Estado que ha dado mucho por su pueblo, pero que parece detenida en el tiempo. Sus
habitantes buscan sobrevivir en este espacio, donde algunas veces hay música y
comida, otras sobre tristeza, añoranza, persecución.
Y es que propio de los vecinos es estar al pendiente de lo
que pasa a un lado, enfrente, debajo de un departamento; pero también de lo que
piensan y –sobre todo-de lo que hace el otro. Eso lleva a las famosas denuncias
por estar en contra del régimen, o tomar nota de todas las acciones que uno
hace, disidente o no.
Resulta que Cleo es una afamada poeta. Continuamente impresa
y reseñada. Todo fuera de Cuba. Adentro de la isla es desconocida, nunca se ha
publicado, ignorada por los círculos oficiales, sin lectores entre vecinos y
académicos cubanos.
Un día, un viajo amigo la contacta. Él sí tiene acceso a los
círculos literarios y creativos de la isla. Eso le permite tener un acceso a un
ambiente desconocido para ella. ¿Qué le pide a cambio?
Participar en una serie
de entrevistas de nutrirán un documental sobre su padre. Solo hay un detalle,
ella desconoce su pasado político. Al menos el padre que la crío. Este revela
que sus domingos por la Habana no han sido con su padre biológico, y su madre
no le reveló algún secreto antes de morir. “Tengo mucha avidez de compartir con
alguien, sobre todo con alguien a quien no tenga que explicarle qué ha pasado
conmigo en estos últimos dos años.” (58) Este sentir de la protagonista será un
letimotiv en la novela. La búsqueda de su pasado será la búsqueda de su propio
ser.
Durante el texto, la autora nos invita a visitar algunos
rincones de La Habana, desde las viejas casonas convertidas en edificios de
departamentos, hasta hoteles nuevos –donde el cubano de a pie tiene prohibido
entrar-, y los grandes espacios revolucionarios. En ello, se da cuenta del paso
del tiempo, en los colores, en los detalles, en las ruinas. “Poco a poco siento
cómo Cuba se desprende de mi cuerpo, mi alma intenta sostener la tierra, pero
ella me abandona, se despega de mí, ya estoy en el aire, pierdo la respiración,
me ahogo, me disemino poco a poco, me vuelvo agua y sal.” (215)
Y es que Guerra retrata en forma magistral ese sentimiento
de muchos cubanos en el exilio: “Sin Suba no existo.” (215) pero a la vez la
contrasta con la conclusión de un grupo más grande de personas: “Yo soy mi isla.”
(215)
La novela, a mi gusto contada a un lento ritmo de danzón, va
desarrollando los personajes, a veces los enfrenta al desamor, otras al festejo
públicos, algunas a la persecución, otras a la soledad que sentirse perseguido
origina.
El texto está acompañado de amplias referencias culturales y
artísticas, que hacen un gran intertexto de la vida contemporánea en la isla. Además,
se incluyes diversos poemas de Claro, donde sobre sale:
“EXCESO DE EQUIPAJE.
Si me dejaran llevar todo lo que extraño
Si me dejaran cargar la isla y el milagro
No tendría adónde regresar.
No volvería a mí
No a tus recuerdos.” (216)
Una extraordinaria novela para adentrarse es el último gran
espacio comunista de América, mientras nos enfundamos en la nostalgia de lo
perdido, pero nunca olvidado.
De la misma autora, en este espacio, hemos reseñado Negra (http://literaturaexperienciaviva.blogspot.com/2016/06/negra-una-aproximacion-la-mujer-cuba.html)